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Esa esencia de las bandas de rock‘n’roll

The Replacements volvieron a deletrear la palabra rock’n’roll con entusiasmo contagioso A pesar de su pegada, The Black Keys han perdido algo en su camino hacia el éxito

Fernando Navarro
The Replacements durante un momento de su concierto.
The Replacements durante un momento de su concierto.Massimiliano Minocri

Cuentan las crónicas que cuando The Replacements tocaban en aquellos conciertos de los ochenta en los que apenas los conocían cuatro gatos, pero golpeaban que daba gusto con su desgarrador rock melódico de genoma punk, se bajaban del escenario y acababan tirados por los suelos entre el público, revolviéndose entre sudores, griterío y una revolución eléctrica que ordenaba (y transformaba en algo único) el caos interno de aquellos adolescentes que se criaban a la sombra del reaganismo en una Norteamérica que había dejado atrás sus años dorados de rock’n’roll. Tres décadas después, aquel mundo y aquellos protagonistas son muy distintos, tanto que el poderoso vehículo de la nostalgia, mezclado con eso de lo que nunca se habla pero se llama dinero, reunió en 2005 a The Replacements (concretamente, a Paul Westerberg y Tommy Stinson, miembros originales), que hasta anoche no pisaron suelo español en esta etapa de reunificación.

Lo hicieron en el Primavera Sound, que como evento social, mastodóntico y lúdico-festivo de la música en directo choca un poco con aquello que alguna vez representó la banda salida de Minneapolis. ¿Pero el rock’n’roll no es desde hace mucho tiempo un acontecimiento que choca muchas veces contra sí mismo, sus principios o sus fines? En el festival barcelonés, los cuatro miembros actuales de The Replacements no bajaron del enorme escenario, como antaño, pero no les hizo falta. Esos cuatro tipos, liderados por un Paul Westerberg enérgico, volvieron a deletrear la palabra rock’n’roll con profesionalidad y, sí, lo más importante, un entusiasmo contagioso.

Esa banda veterana de bar que parece The Replacements no se anduvieron con medias tintas para ir empalmando canciones con fervor, sacando a relucir sus orígenes punk en esa supervelocidad y tensión de sus guitarras. Ahí, con una multitud que se enchufó desde los primeros acordes, estaban The Replacements, que ni cambiaron el curso de la historia ni siquiera consiguieron hacer todo el ruido que guardaban sus mejores composiciones, y era como ver a cuatro tipos jugándosela al destino con las cartas boca arriba: Rock’n’roll primigenio, de fuerte melodía, que igual sacudía al más puro estilo The Ramones en Bastards of Young que ensanchaba en modo Big Star con Alex Chilton o Can’t hardly wait.

Westerberg, que ha cambiado lo del ir puesto hasta arriba por sorbos de Coca-Cola sobre el escenario, anda cascado de voz pero se levanta sobre sí mismo con pundonor y termina por generar toda una onda vehemente sobre el resto, como en el caso de Tommy Stinson, que se giraba eufórico cada dos canciones, dando vueltas sobre sí mismo, sonriendo sin parar. Sin malabarismos, sin miramientos, todavía encajan la pieza, tienen la capacidad de hacer sonar sus himnos de romanticismo e insatisfacción callejeros como si por ellos no pasara el tiempo.

Himnos, precisamente, es lo que se puede decir que ya tienen The Black Keys, uno de los grupos cabeza de cartel de esta edición. Solo bastó que se arrancaran con Dead and Gone y ya el vocerío fue destacado. Como en su día les pasó a The White Stripes, en esa vertiente de revisionistas que lleva dando el rock tanto tiempo, su fórmula de blues-rock-garage triunfa, tanto que han pasado de tocar en salas de aforo medio a grandes pabellones. Pero tanto que, a su vez, algo se les ha perdido por el camino. Con sus retumbantes riffs y distorsiones a todo trapo, Dan Auerbach y Patrick Carney fueron un glorioso descubrimiento desde Ohio con álbumes llenos de sabrosos ecos como Brothers o Thickfreakness hasta que llegó El Camino, sobresaliente de principio a fin, que les puso en la órbita de medio mundo con temas que ayer volvieron a brillar como auténticos éxitos, tales como Gold on the ceiling o Lonely Boy.

Pero en este dúo, cada día más frío en su relación, hay una pose de rock de estadio que ya sale sola, que busca más el impacto facilón que remover cuerpos intrépidamente, que aplana todas las sucias e interesantes aristas blues que les dio personalidad. Su último disco, Turn Blue, fue un pinchazo en toda regla, constatando que lo suyo ya va más por ese derrotero que el anterior. Con todo, tienen una pegada de altura. Pero allí donde The Black Keys parecen ir perdiendo su esencia fascinante, unos tipos como The Raplecements, muchos años después, son capaces de recuperarla.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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