Auténtica puerta grande para López Simón
¡Así se viene a Madrid! Con la verdad por delante, con la heroicidad por bandera, dispuesto a jugarse la vida sin cuento… Así vino Alberto López Simón y salió a hombros por la puerta grande.
Las Ramblas / David Galván, Víctor Barrio y López Simón
Toros de Las Ramblas, bien presentados, mansos, blandos y nobles.
David Galván: —aviso— estocada (ovación); —aviso— tres pinchazos y tres descabellos (silencio).
Víctor Barrio: estocada (ovación); estocada perpendicular (ovación).
López Simón: estocada caída (oreja); pinchazo y estocada (oreja). Salió a hombros por la puerta grande.
Plaza de las Ventas. 24 de mayo. Decimoséptima corrida de la feria de San Isidro. Tres cuartos de entrada.
Discutir se puede si su toreo tuvo calibre o no para gozar de la gloria; pero lo que es indiscutible es que es un torero valentísimo, que le funciona la cabeza, y que tiene metido en el seso las cuatro reglas del toreo. Esas tan básicas que casi nadie las cumple porque exige colocarse donde los toros cogen, situarse en el pitón contrario, muy cruzado, para torear en redondo, ceñidísimo, y sentir la respiración del animal y, en la piel, la rozadura caliente de la pala del pitón. Y esa experiencia tan íntima y personal se traslada como un cohete a los tendidos, que notan al instante la tensión.
Ese fue López Simón, que se entretuvo en dictar una lección magistral de cómo hay que colocarse en la cara de los toros, de lo que significa cruzarse y cómo se gesta la emoción en una plaza.
Es este un torero con apariencia de frialdad —recuerda en sus formas a Talavante—, que planta las zapatillas en la arena y los muletazos surgen ceñidísimos y auténticos. Por ajustados estatuarios comenzó su primera faena, conjuntados con otro del desprecio, dos remates y uno de pecho que sirvieron de esperanzada carta de presentación. Aprovechó la casta mansa del toro para prenderlo en la muleta y lucirse por ambas manos. Tan ceñido estaba en una de las tandas que se quedó sin espacio para el remate y fue arrollado sin consecuencias. De diferente condición era el sexto, suelto en el caballo, con la cara por las nubes, sin clase y aviesa condición. Pero López Simón tenía en la mente la puerta grande, se metió entre los pitones, aguantó gañafones, le obligó a embestir y ganó la pelea. No fue una faena de muletazos limpios y ligados, sino la lucha (lidia) entre un valiente y un toro con genio. Pinchó antes de la estocada, pero la verdad, esa que tan poco se prodiga, tiene su premio. El 2 de mayo no pudo salir a hombros porque tuvo una cita en la enfermería, pero esta noche tocó la gloria con sus dedos.
Valientes y afanosos, también, sus compañeros. Galván tiene buen trazo, destacó ante el muy noble y flojo primero; y aburrió ante el soso cuarto. Barrio lo intentó de veras, pero le pueden los vicios de la modernidad. Ojalá aprendiera que el toreo verdadero es el de López Simón y no el suyo.
La corrida de hoy
Novillos de El Montecillo, para los diestros Martín Escudero, Francisco José Espada y Joaquín Galdós.
Babelia
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