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De frente | Miguel Rellán

“Tengo el ego metido en lejía”

Actor que se ríe de su sombra. De Tetuán (1943). Ha hecho cine con Cuerda, Garci, Pilar miró. Y teatro con Fernán-Gómez

Juan Cruz
Bernardo Pérez

Hizo usted Jugadores (de Pau Miró) en el teatro. Ahí todos pierden. La esencia de la vida conduce a perder. Hasta que lo perdemos todo, esta película acaba fatal. Tanto oropel, tanta trompetería para nada.

En su oficio esto se ve mucho. No tanto como la gente dice; mi oficio es mucho más generoso. Es posible que unos seamos más vanidosos que otros. Cuando hay un ego lo hay con mayúsculas, pero la experiencia del día a día te va poniendo en tu sitio

¿Cómo le ha afectado a usted el ego? Tengo el ego metido en lejía, como decía Julieta Serrano. Yo no me acabo de gustar. Me eduqué en grupos independientes: no queríamos que nos aplaudieran, queríamos cambiar el mundo. Así que no me puedo poner tonto. Canta Yupanqui: “Agradezco el homenaje y me voy yendo”. Me curó comprobar que en una crítica me llamaban Manuel pero escribían Schwarzenegger de puta madre.

¿Y cómo llevó eso? A veces me deprimía: si sabían quién era me darían trabajo. Estudié Medicina; le dije a mi padre: “Me dedico a esto pero no voy a pasar hambre”. Mi listón eran Marsillach o Núria Espert. Fernán-Gómez decía: “El peor trabajo es el que no se hace”. Y dice Gala: “Puta pero carísima”. He hecho de todo, también cosas infames, y no pasa nada.

Y cosas gloriosas. Atribuyen a Melina Mercouri (y yo lo llevo con mucho cuidado): “Yo haría de fascista en una película revolucionaria pero no de revolucionaria en una película fascista”.

Y lo lleva a rajatabla. Hombre, no tan a rajatabla. Si analizo algunas cosas que he hecho no son descaradamente reaccionarias, pero si me pongo en veinteañero purista no las habría hecho. ¡No hubiera estado dispuesto a bajarme de Brecht!

Quería lo mejor de usted y se conformó con hacer de todo. Y aunque esté haciendo cualquier cosa la hago como si estuviera haciendo a Shakespeare, ¡a muerte! Fernán-Gómez (¡siempre hay que citarlo!) decía: “¿Qué pasa? ¿Que además de hacerla la tengo que ver?” En teatro es otra cosa: no puedes hacer algo en lo que no crees. ¡Sale horroroso!

¿Cómo vive el ciudadano Rellán este tiempo? Con decepción. Como decía Santos Juliá en un artículo en EL PAÍS, la democracia está secuestrada por el capital, los poderes financieros se han apoderado de quienes se suponen que deben mandar, los políticos, y esto se ha acabado.

¿No hay luces? Yo soy un pesimista que se pelea todos los días para ser optimista. A lo mejor me engaño pero creo que tengo 14 años. Y no creas que se cambia tanto: tengo los mismos miedos y he aprendido cuatro cosas. Sigo siendo ese niño.

¿Qué le queda de ese niño? Todo: sólo he perdido la timidez. A falta de dinero mis padres me legaron miopía y fuerza; era delgaducho, incapaz de entrar en un sitio si llegaba tarde... Me lo curó el escenario. ¡Mi primera interpretación fue en el colegio y la hice de espaldas porque me daba vergüenza!

Samuel Beckett escribió que había que fracasar mejor... Se aprende del fracaso; de los éxitos no he aprendido nada. Cuando van mal las cosas es cuando te pones a mejorarlas.

¿Qué aprendió del fracaso? Todo. Soy un feroz autocrítico. Si no se lo dices a nadie, no he triunfado nunca. Fernán-Gómez (¡otra vez él!) decía que un actor intenta ser otro y sabe que va a fracasar porque no lo consigue jamás.

Ha hecho surrealismo, humor. ¿De qué se ríe? De casi todo; reírse es una de las cosas más sanas del mundo. De lo primero que me río es de mí mismo, porque soy patético.

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