Coppola el bárbaro
Es imposible comprender al creador al margen de la fascinante década de los sesenta estadounidense
Sexus, la primera parte de la trilogía La crucifixión rosada, de Henry Miller, referente de la generación beat, se publicó en París en 1959 en París. En los créditos de esta edición se hacía la advertencia de que el libro no debía ser importado a Inglaterra ni a EE II. La sociedad americana tuvo que esperar hasta 1965 para poder adquirir esta obra, que publicó la editorial Grove Press. Esta edición de Sexus es precisamente la que lee Chef, el maquinista de la Patrol Boat River que debe llevar al Capitan Willard curso arriba por el río Nung en su misión de resonancias artúricas en busca de Kurtz. El detalle de que Chef lea un libro que había estado prohibido por obscenidad en Estados Unidos hasta escasamente cuatro años antes del momento en el que transcurre la acción de Apocalypse Now no es poco relevante ya de por sí. Pero que sea precisamente una edición de Grove Press, la legendaria editorial de referencia en Estados Unidos tanto de la avant-garde literaria como de la contracultura que publicó, entre otros, a Jean Genet, Eugène Ionesco, Samuel Beckett, Jack Kerouac, Burroughs o Allen Ginsberg, pone en primer plano a un editor sin el cual no se podría entender lo que Charles Rembar llamó “el fin de la obscenidad” en Estados Unidos. Y es que en los años sesenta, por llevar escrita la palabra Fuck (the four letter word como se decía de modo eufemístico) en la frente o en una camiseta en público se corría el riesgo de ser arrestado y encarcelado, como tuvo ocasión de sufrir Abbie Hoffman, fundador, junto con Jerry Rubin, de una de las principales bromas de la contracultura americana que fue el no-partido Yippie, el Youth International Party (party, de partido y de fiesta, claro).
Por eso, cuando el coronel Kurtz dice enérgicamente que “entrenamos a jóvenes para lanzar fuego sobre la gente, pero sus mandos no les permitirán escribir fuck en sus aviones porque es obsceno” y pronuncia rabiosamente con todas las letras la obscena four letter word, en realidad está lanzando una incendiaria invectiva de inequívoco significado político y social en el contexto de la sociedad americana de los turbulentos sesenta, década fundamental en la formación del Nuevo Cine estadounidense del que Coppola es un nombre esencial.
Esa década, crucial en el período de formación del cineasta americano, fue el reverso en forma de pesadilla del dulce sueño americano que había supuesto la precedente y dulce década de los cincuenta. Los sesenta, plena de fenómenos sociales, como la lucha por los derechos civiles, la popularización de las drogas, particularmente el LSD, la psicodelia, los movimientos pacifistas contra la guerra de Vietnam, los hippies, magnicidios, etcétera, fueron, ante todo, los años de lo que se denominó la contracultura o más bien cultura a la contra, que Theodore Roszak describió como “una cultura tan radicalmente desafiliada o desafecta a los principios y valores fundamentales de nuestra sociedad, que a muchos no les parece siquiera una cultura, sino que va adquiriendo la alarmante apariencia de una invasión bárbara”. Y en el cine, a la vez que el underground o colectivos de documental de guerrilla como The Newsreel, surgió la generación de los nuevos bárbaros, como la llamaron, por ejemplo, Quim Casas y Antonio Weinrichter para referirse, entre otros, precisamente a Coppola. Y tras la invasión, se quedaron. En todo caso, es imposible comprender el cine de Coppola, tanto temática como formalmente, al margen de la fascinante década de los sesenta americana. Y a su vez, Coppola fue “el gran caballero blanco que nos dio esperanzas”, fue “el responsable de toda nuestra generación”. Palabra de George Lucas.
Vicente Domínguez, vicerrector y profesor titular de Filosofía y Cine de la Universidad de Oviedo, es autor de The Horror! The Horror! Variaciones sobre Apocalypse Now (Rema y Vive).
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