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Jóvenes de amargo futuro

El escritor lamentaba la pérdida de toda una generación

Juan Cruz
Jóvenes del movimiento "Democracia real, ya!" protestan en Barcelona.
Jóvenes del movimiento "Democracia real, ya!" protestan en Barcelona.Marcel·lí Sàenz (EL PAÍS)

Estaba algo más grueso; tenía la cara que se le recuerda cuando estaba enfadado, pero le faltaba poco para estallar en una carcajada infantil, satisfecha. En esta ocasión, cuando empezaba su última primavera, reía ante los visitantes como si fuera su cumpleaños. Su ropa era la del leñador cansado: zapatones para el barro, pantalones de pana muy tupida, chaqueta, todo entre el rojo y el ocre, y su pipa. Se cansaba a veces, su enfisema era ya su compañero de viaje, del último viaje, y respiraba como un volcán triste. Pero, no, no quería el respirador, quizá por coquetería.

Y por coquetería siguió fumando su pipa, tan suya como el bigote tupido de sus autorretratos. En la sala de calor de la casa empezó a hablar, de política, claro; su obsesión por la política halla su primera metáfora en El tambor de hojalata, pero la cultivó en todos los géneros. En esta ocasión la política dicha en su cuarto de estar blanco, rodeado de dibujos suyos, herederos todos de la presencia de Goya en su mente y en su vida, venía de lo que pensaba de la situación amarga de los jóvenes de hoy.

Abuelo y bisabuelo, Grass tiene en su enorme familia ejemplos variados de la dura vida del joven de hoy. Esa fue la chispa de su primera reflexión… Hablaba de los jóvenes en España y Portugal (tenía una casa en Faro), “pero también en Francia y sobre todo en Grecia… Es una generación de jóvenes”, dijo, de chicos sin presente “muchos de ellos sin formación, y cuando la han tenido no han conseguido trabajo… Es como si el provenir les estuviera cerrado. A pesar de que después de la segunda guerra yo lo pasé muy mal, todos tuvimos la esperanza de un porvenir en Alemania o en el resto de los países”. Ahora no hay porvenir. “Ahora es justo al revés”.

Ahora hay de todo, comentó Grass, hay recursos, “y antes no había nada. Y los jóvenes no tienen porvenir”. Ni ilusión de tenerlo. “En Alemania, mi generación se acuerda ahora de cómo fue cuando llegó Hitler al poder porque en aquella época había seis millones de parados, y una inflación de mil pares de demonios. Se cree que ahora puede ser exactamente similar…”, apuntó con amargura. “Lo bueno de esto”, añadió”, “es que en Alemania lo tenemos muy metido en nuestra memoria. Tenemos partidos de la derecha que de vez en cuando se meten en el Parlamento pero luego disputan y desaparecen de nuevo. No tienen buena gente, gente con una cabeza importante, sólo tienen resentimiento y a la gran mayoría de los alemanes no les dicen nada. La razón por la que en Alemania no es como en Francia es porque esta experiencia está enraizada en el alemán y en su memoria”.

Ese extremismo que se vive en Europa ahora, le comentamos, parece venir, de una u otra forma, de distintas expresiones de la rabia… Y él dijo: “Hay que analizar también las causas; hasta 1989-90 todo era muy sencillo. Por un lado estaba Occidente y, por otro, el Pacto de Varsovia y el bloque oriental en el ámbito social. Cuando se desmorona la URSS, se abre camino el liberalismo que llega desde EE UU. Y ahí está el problema, porque de repente los derechos sociales fueron mermando... Merkel lo ha dicho muy claro: la democracia tiene que tener forma de mercado. Cuando llegas a este punto los socialmente débiles son los que sufren y los que pierden derechos de todo tipo. Al mismo tiempo, cobra influencia la delegación del poder político a los poderes económicos y financieros; ahora los que dominan son los lobbies y la responsabilidad de las decisiones pasa al ámbito económico. Los políticos no hacen más que aceptarlas”.

Apuró su pipa y agregó: “Por eso ahora hay una desconfianza abismal con la democracia”.

Fue en ese momento cuando se levantó para andar, despacio pero firme, hacia el estudio donde lo esperaban su máquina de escribir, una Olivetti verde, debajo de las pinturas negras de Goya. Fue ahí donde nos dijo:

—Pero, ¡no hablemos tanto de política!

A partir de ahí hablamos de poesía. Y le trasladamos una pregunta de su traductor, Miguel Sáenz: ¿cuál es el Günter más próximo a Grass? “El de las poesías. También el que dibuja”. ¿Y el político? “Ahí todo se basa en mi experiencia como niño escaldado, el algo que casi me fuerza a ser ciudadano. También se basa en la experiencia de la República de Weimar. Vi cómo se desmoronaba y cómo surgió Hitler porque hubo pocos ciudadanos que la defendieran; por eso tengo la impresión de que necesito comprometerme políticamente como ciudadano, siendo autor y artista. Por eso también abro muchas veces la boca aunque en Alemania haya mucha gente que quiere cerrármela. Hasta ahora no lo han conseguido”. Luego nos devolvió a la sala de estar.

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