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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A comer

Si enseñar a comer en España es posible, aún queda esperanza de que algún día las teles den la misma relevancia a enseñar otras cosas tan esenciales

David Trueba

LaSexta es una cadena que sabe exprimir. No solo porque cada mañana presente tres horas de historias criminales o por la tarde obligue a Mamen Mendizábal a otras casi tres horas de actualidad rabiosa pase o no pase nada rabioso, sino que Antonio García Ferreras suele extender su tertulia de Al rojo vivo sobre el noticiario que le sigue, sin soltar la presa de una novedad de última hora. Cualquier día despedirá la tertulia de sobremesa llegada ya la noche. La noche del sábado también adquiere tintes maratonianos, pero ahí conforma un estilo televisivo más común a otras cadenas y que proviene de la radio con sus largos contenedores. Pero dado el grado de obsesión televisiva con los programas de cocina no podía dejar de exprimir a su gran baza, Alberto Chicote.

De esta manera hemos podido ver dos entregas en las que Chicote viaja por el mundo analizando el precio de los alimentos. Un recorrido ágil y directo que sirve para informar de algunas de las variantes que condicionan el precio de los productos en la bolsa de la compra. Los programas han coincidido con el regreso de Chicote a sus pesadillas en las cocinas de restaurantes con serios problemas de supervivencia. Y ahí es donde brilla el talento del cocinero para la réplica directa, la confesión a cámara, el lenguaje gestual y su arrebatada entrada en las cocinas chuscas. Como en toda ficción realista, el montaje resulta imprescindible para generar tensiones y momentos memorables, pero sin un buen conductor no luciría el personal inimaginable que uno puede cruzarse por esos mundos.

Chicote atraviesa con paso firme las cocinas más negras de España. Se enfrenta con las ensaladillas ácidas, las croquetas de engrudo, los arroces pasados y el pescado harinoso. Ofrece una redención algo dudosa, pero condiciona la actitud de muchos españoles cuando llegan a ese tipo de restaurantes, que desearían tener el carisma de Chicote para empujar la puerta de la cocina y comenzar a cantar verdades incómodas. Si enseñar a comer en España es posible, y en ello han tenido mucho que ver cocineros mediáticos en la estela de Arguiñano, aún queda esperanza de que algún día las teles den la misma relevancia a enseñar otras cosas tan esenciales.

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