¿Contra los hijos?
Un libro de Lina Meruane abre el debate: ¿deben las mujeres aceptar dócilmente los dictados de la sociedad?
Matar al ángel
Por Patricia de Souza
Si este siglo es el de la crisis de paradigmas, rara vez se dice que existe uno que estaría realmente en disputa: el de la maternidad como realización social, individual y trascendental de la mujer. Aunque la doxa advierte entre líneas del peligro de ponerlo en duda, muchas mujeres nos preguntamos desde la experiencia por qué hemos aceptado con tanta docilidad los dictados de la sociedad. Una de las razones sería que no contamos con los argumentos convincentes para defenestrar al único rol realmente valorado socialmente: la madre omnisciente, misticismo y neodarwinismo social. La lucha entre biología y cultura, entre lo considerado natural y lo adquirido no está resuelta, quizá tarde siglos en encontrar un equilibrio. Es el líquido semiótico de toda la cultura judeocristina y la sangre que recorre la espada en los países donde acampa la yihad. Desde el feminismo esencialista convertido en ideología, pasando por el feminismo verde, hasta la teoría Queer, los debates son complejos si se trata del género y el sexo tiene un nombre: mujer. Al poner en duda el sentido de lo considerado como “natural”, toda la construcción lingüística tambalea. Es además un tema afectivo, la maternidad disociada de toda su simbología no existe, psicoanálisis incluido, sin que las mujeres no se sientan responsables de no desear esa experiencia, por cierto rica, de ser madres. Hasta ahora, como lo analiza en su pequeño ensayo Contra los hijos (Tumbona; México, 2015) la escritora chilena Lina Meruane, las mujeres no han logrado colocarse en la escena sin caer de rodillas ante el poder dominante, ya sea político, religioso… O laico. Los cuerpos son dictaduras y muestran un mapa neurótico: división entre cuerpo social y el individual, fragmentación a la que se suma la maternidad, las disidentes son castigadas. ¿Podemos seguir representándonos el cuerpo con los mismos instrumentos de hace siglos? Hasta ahora domina la clasificación a través del trabajo (masculinos y femeninos) y el cuerpo como mercancía (matrimonio) sometida a las reglas de la economía del capital. La imagen de la mujer angelical contra la mala mujer, pero ¿qué sucede con las mujeres que escriben? Si Madame de La Fayette y Flora Tristán las compararon a los parias de India, nuestra época aún alimenta los estereotipos del “femenino” como frontera. Las mujeres que se han dedicado a escribir lo han hecho en secreto o de forma discreta (hermanas Bronte, Austen…), han tenido que renunciar a la visibilidad social y muchas veces a la independencia (Woolf, Lispector). Culpabilizadas por renegar de su “naturaleza biológica”, se transforman en seres masoquistas, extenuadas por la competencia y el rendimiento. Lo dice bien Meruane: vivimos jalonadas entre la casa y el trabajo, la obligación de ser madres y la necesidad de libertad bajo un sistema de control constante. Todo radicaría en el lenguaje, como lo dijo Flora Tristán: “Lo importante es nombrar”; sin eso, ninguna legislación podrá hacer respetar lo que nosotras no podemos imaginarnos de otra manera.
Patricia de Souza es escritora peruana, autora del ensayo Eva no tiene paraíso.
Un mundo antiniños
Por Carolina del Olmo
Defender la maternidad suele ser poco gratificante. Digas lo que digas, siempre pareces conservadora y aburrida. En cambio, clamar contra esos mocosos que esclavizan a sus madres tiende a considerarse una postura atrevida y chic. Es un poco como ese lema de “Las chicas buenas van al cielo, las malas a todas partes”. Algo de eso tiene el libro de Lina Meruane. Pero, más allá de la provocación, patente en el título, Meruane entra en terrenos más propicios para la reflexión. Dedica una parte del libro —la más interesante— al espinoso tema de la creación literaria y la maternidad. Y denuncia el resurgir de la perversa “mística de la feminidad” que ha convencido a un buen número de mujeres de que en el hogar, cuidando de los suyos, está verdaderamente su lugar.
En un momento en que mantener la casa impoluta y hornear galletitas ha perdido todo el encanto que pudo tener en la Norteamérica suburbana de los cincuenta, la ideología con la que el patriarcado combate hoy los avances de la emancipación femenina estaría basada en una corriente de crianza que ensalza más allá de lo razonable las virtudes de los niños, seres angelicales a los que hay que proteger de una civilización despiadada. El mundo maternal que describe Meruane está poblado de madres amantísimas que prolongan durante años la lactancia, usan pañales ecológicos de tela y crían a pequeños tiranos a los que no se atreven a contrariar. Meruane las muestra como mujeres anuladas, sin un segundo para sí mismas, agotadas por culpa de una proliferación de responsabilidades prescindibles y compartibles.
Conozco madres así, claro. Pero también conozco a muchas “de las otras”, por seguir con la caricatura: biberón, pañales del Mercadona y el “no” constantemente en la punta de la lengua. Y no les va ni un poquito mejor. También están agotadas, tampoco tienen tiempo para ellas y también sienten culpa por perder en exceso la paciencia y no poder “estar ahí” tanto como quisieran.
Y es que el problema no es el auge de la crianza con apego u otras corrientes maternalistas. Puede que sean discursos excesivamente proniños, pero los efectos negativos para las madres se multiplican porque vivimos en un mundo radicalmente antiniños, en una civilización que da la espalda a los más vulnerables y a sus cuidadores. Este contexto social es el que falta en el libro de Meruane. El empleo, por ejemplo, ese sumidero de tiempo y energías en el que se nos va literalmente la vida, aparece como una cuestión de hecho, como el sol que sale cada mañana. Así, por más que Meruane denuncie la tendencia a echar sobre los hombros de las mujeres toda la responsabilidad en el desarrollo de sus hijos, su texto acaba reforzando el mensaje de la maternidad como asunto privado, algo que podríamos encajar más sabiamente si no nos dejáramos engañar por los cantos de sirena del ángel del hogar y tratáramos a los niños más a la baqueta, al tiempo que compartimos con los hombres su cuidado.
Carolina del Olmo es ensayista española, autora de ¿Dónde está mi tribu? Maternidad y crianza en una sociedad individualista.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.