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Matisse en su oasis

El museo Stedelijk de Ámsterdam compara la obra del pintor con sus contemporáneos

Isabel Ferrer
Una imagen de la exposición 'El oasis de Matisse', en el museo Stedelijk de Ámsterdam.
Una imagen de la exposición 'El oasis de Matisse', en el museo Stedelijk de Ámsterdam.Gert Jan van Rooij / Succession H. Matisse/ VEGAP/ 2015

Si como aseguran los expertos, la historia del arte se divide entre los dueños del color y los de la forma, Henry Matisse (1868-1954) acabó dibujando mientras recortaba. Al final de su vida, una simple tijera podía resultar tan valiosa como un buen pincel para el pintor francés. Cuando una operación de cáncer abdominal le dejó en 1941 postrado en una silla de ruedas, recurrió al decoupage, los recortables decorativos, para proseguir su obra. Rodeado de asistentes que llenaban de vivos colores al gouache (acuarela opaca) grandes hojas de papel, aplicó su destreza manual a unas composiciones luminosas. Él recortaba, y sus ayudantes seguían sus instrucciones para crear auténticos murales con los pedazos en forma de hoja, pájaro, peces, algas, flores o mujeres.

'Goldfish', de 1912.
'Goldfish', de 1912.Gert Jan van Rooij

El periquito y la sirena (1953), uno de los más famosos, pertenece desde 1967 a la colección del museo de arte moderno Stedelijk, de Ámsterdam. Ahora preside su sala de honor convertido en la pieza principal de una muestra concebida al servicio del galo… y también de sus fondos museísticos. Matisse es el hilo que tira de sus contemporáneos, maestros y seguidores hasta crear entre todos un paraje inesperado. El oasis que da título a la exposición.

Teniendo en cuenta que los recortables de Matisse fueron celebrados en 2014 en la Tate Modern (Londres) y en el MoMa (Nueva York), no valía la pena reincidir sobre la belleza y carácter casi adictivo del decoupage. El Stedelijk, que estuvo cerrado nueve años por remodelaciones, prestó hasta 2012 sus obras a otros museos. Ahora le han devuelto el favor cediendo un centenar de trabajos del artista salidos de una treintena de colecciones internacionales. Con ellos, la sala holandesa ha rebuscado entre sus posesiones para poder compararlos con Cézanne, Maillol, Chagall, Picasso, Van Gogh, Mondrian o Manet. Y también con Malevich, Rothko y Barnett Newman.

'La perruche et la sirène' ('El periquito y la sirena'), 1952-1953.
'La perruche et la sirène' ('El periquito y la sirena'), 1952-1953.Gert Jan van Rooij

Por cierto, que Picasso compró una tela del francés (un bodegón con naranjas), que le mandaba cajones enteros del cítrico de Niza a París. Su rivalidad es conocida. "Viene a robar ideas", dijo una vez Matisse, hablando de las visitas que le hacía el español. Picasso era una década más joven, y la verdad es que se admiraban y competían por igual.

'Woman in Blue' ('Mujer de azul'), 1937.
'Woman in Blue' ('Mujer de azul'), 1937.Gert Jan van Rooij

El montaje escogido en Ámsterdam tiene algo de didáctico al cubrir, en la planta baja, el periodo entre 1895 y 1955. De todos modos, la ganancia supera la posible lección de arte, porque permite ver juntos los bodegones de manteles floridos y ventanas abiertas de Matisse, y las frutas de Cézanne. Damas lánguidas recostadas en sillones, como su Mujer de azul (1937) traída del Museo de Arte de Filadelfia, con un desnudo femenino de Picasso. O bien temas paisajísticos que de otro modo no se habrían rozado. En especial, La maison du maître Adam Billaud (1874), de Johan Jongkind, y Paisaje de Bougival (1906), de Maurice de Vlaminck, colgados junto a Una calle de Arcueil (1898) de Matisse. Atravesando todo el recorrido, que incluye esculturas y casullas y cristal decorados, sus colores de cabecera: rojo, azul, verde, amarillo y gradaciones sin fin de rosa.

"Contrastar de este modo la obra del artista con nuestra colección, y presentar a su vez creaciones menos famosas, permite comprobar, por ejemplo, la diferente ruta hacia la abstracción de Matisse y Mondrian. El primero nunca acabó de abrazarla porque le bastaba con la realidad", señala Bart Rutten, jefe de colecciones del Stedelijk. Y la verdad es que sí, Matisse y Mondrian parecen ir de la mano durante un tiempo, pero luego el holandés inventa el neoplasticismo. La abstracción extrema, difícil de emparejar con las odaliscas del galo. Cuando la mezcla propuesta por el Stedelijk -hasta el 16 de agosto- parece agotarse, en el piso superior aguarda el oasis. Es la explosión de color prometida al principio y que llega sobre un fondo de pared blanco nuclear.

'Deux odalisques dont l'une dévetue, fond ornemental et damier' ('Dos odaliscas, una desvestida con fondo ornamental y damero'), de 1928.
'Deux odalisques dont l'une dévetue, fond ornemental et damier' ('Dos odaliscas, una desvestida con fondo ornamental y damero'), de 1928.Gert Jan van Rooij

Aquí, a La sirena y el periquito le acompañan los collages colgados en su día en su estudio; la vidriera Noche de Navidad (1952); el gouache en espiral sobre lienzo El caracol (1953); La gavilla, del mismo año, que parece escapar del marco; los desnudos azules y los danzantes recortados para el álbum Jazz, de edición limitada. Puede que la luz desprendida por el conjunto no sea exactamente la de un oasis, pero la sensación producida compensa la primavera que no acaba de llegar a Holanda.

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