Centrifugado
En el rasero económico, los márgenes de responsabilidad nacional se han reducido y el ciudadano percibe a su gobernante como una peonza que otros hacen girar
La dimensión de la economía en la influencia política ha cobrado tal fuerza a raíz de la crisis que la presencia mediática de sus expertos y profesionales cobra cariz de epidemia. Hemos visto cómo después de las elecciones griegas, la relevancia del primer ministro Tsipras ha sido engullida por la presencia del responsable económico, el ya icónico Varoufakis. Símbolo de un tiempo que se expresa más con la prisa que con la reflexión, la economía bursátil ha sufrido tal aceleración que las grandes compañías de especulación recurren a matemáticos para mejorar sus algoritmos de inversión más que a expertos financieros. El casino tiene sus reglas y allí el conocimiento reflexivo o el humanismo siempre perderán frente al cálculo de probabilidades. Y debajo de ese tumulto sobrevivimos.
En el documental Master of the Universe, que recogía las confesiones de un banquero arrepentido, se comentaba la aceleración del proceso de venta de acciones. Los títulos habían pasado de permanecer una media de dos meses en manos de un tenedor a tan solo veinte segundos. A día de hoy, algunos estudios hablan de que la duración media de una acción en la mismas manos no supera el segundo. Y caminamos hacia los nanosegundos, mientras al otro lado del parqué, economistas con un sentido social tratan de hacer oír su voz, como Brown Mark Blyth, del que daba cuenta Joaquín Estefanía tras recaer en su libro contra la austeridad europea el premio de la Fundación Ebert.
En el rasero económico, los márgenes de responsabilidad nacional se han reducido y el ciudadano percibe a su gobernante como una peonza que otros hacen girar. El ministro español De Guindos, que posee preparación y rigor para este ecosistema, no en vano procede de Lehman Brothers, frente a otros ministros que son carencias profesionales con traje y corbata, ha declarado que la economía española crecerá por tres razones: la devaluación del petróleo, la caída del tipo de cambio del euro y las políticas monetarias del Banco Central Europeo. Más claro no se puede hablar. Ninguna de esas tres acciones nace del Gobierno español ni sus políticas. En cambio, el empleo, que sería la aportación básica de nuestro mercado interno, carece de potencia creativa. Un fracaso nacional en medio del torbellino ajeno.
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