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FERIA DE VALDEMORILLO

Desilusión primera

Los novilleros Martín Escudero y Borja Jimenez cortaron sendas orejas en un decepcionante festejo inaugural.

Antonio Lorca

No sería bueno, -ni justo, quizá- hacer un análisis severo de la primera novillada del año. Hacía mucho frío en la localidad madrileña, los cuerpos de los toreros aún no han entrado en caja, y parece razonable esperar que ruede la temporada y cada cual dé de sí lo que dice llevar dentro.

Pero tampoco será bueno -ni justo, sin duda- correr un tupido velo sobre la realidad, y contar una película con final feliz, pues eso sería engañar a los que se vistieron de luces y, sobre todo, a los que pasaron por taquilla o vieron el espectáculo por Canal Plus.

El primer festejo de la feria de Valdemorillo debiera ser un motivo de reflexión para los taurinos, si es que ellos pretenden que este espectáculo perdure en el tiempo.

Primero: a dos pasos de Madrid, en una zona en la que se presume de afición exigente y torista, y con las cámaras como testigo, no se puede lidiar una novillada de seis gatitos impresentables, de esos que desde el tendido producen más lástima que respeto. Error capital de la empresa y de los mentores de los chavales. Esos animalitos son un antídoto contra la emoción.

Albarreal, Domecq/Jiménez, Escudero, Jiménez

Cuatro novillos de Albarreal, mansos, blandos y nobles, y dos de Juan Pedro Domecq, encastado y noble el tercero, y soso el quinto. Todos los novillos estuvieron muy mal presentados.

Ángel Jiménez: estocada caída (silencio); estocada baja _aviso_ (silencio).

Martín Escudero: estocada contraria _aviso_ y dos descabellos (ovación); estocada _aviso_ (oreja).

Borja Jiménez: estocada ladeada (oreja); media delantera (silencio).

Plaza de Valdemorillo. 6 de febrero. Primer festejo de feria. Tres cuartos de entrada.

Segundo: novillitos blanditos, pero nobilísimos, de repetidora y almibarada embestida. Entre ellos, destacó el tercero, de Juan Pedro Domecq, un auténtico bombón para un torero ilusionado. Y menos el primero, muy manso y soso, y el sexto, inválido, todos embistieron hasta la saciedad.

Tercero: solo se cortaron dos orejas.

Cuarto: no hubo un solo momento de auténtica vibración torera. Brilló por su ausencia el buen toreo de capote, y solo Martín Escudero trazó con empaque algunos naturales de calidad ante su segundo.

Quinto: el público pasó frío, y no solo por culpa del termómetro.

Y sexto: se impone una seria reflexión.

Dicho queda que los cuerpos de los toreros aún no han entrado en caja. Mala suerte tuvo con su lote Ángel Jiménez, muy insulso su primero y corto de embestida el otro. Torea poco y se le nota, pero derrocha ganas e ilusión. No tuvo eco su aseada faena al primero, y arriesgó poco ante el cuarto. Esbozó un buen concepto, pero no rubricó.

Torea bien Martín Escudero, muy despegado siempre, eso sí, pero valiente y técnico. No le acompaña la alegría en el semblante, y no acabó de entenderse con ninguno de sus dos buenos novillos.

La otra cara de la moneda es Borja Jiménez, poderoso, bullanguero, dominador, suelto, fácil, experimentado,… pero a su toreo le falta reposo, hondura, calidad… Es como el bullidor Espartaco -que estaba en el callejón como mentor suyo que es- de sus primeros años de matador: cortaba muchas orejas, pero no dejaba poso alguno.

En fin, la primera, en la frente: una desilusión.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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