Mi amigo Fellini
TCM emite el documental de Ettore Scola '¡Qué extraño llamarse Federico!' El filme es un homenaje al maestro del cine italiano
Roma lloró tres días. Miles de personas desfilaron afligidas ante el ataúd del maestro, ante los títulos de crédito. Se trataba, al fin y al cabo, de rendirle un último homenaje al mayor cineasta que Italia hubiera dado a luz. Y en su propia casa, en ese teatro 5 de Cinecittà donde rodó prácticamente todas sus películas. Era 1993, el cine se entristecía y el mundo despedía para siempre a Federico Fellini.
Quizás sean estas imágenes el principal tesoro de ¡Qué extraño llamarse Federico!, el documental con el que su amigo y también cineasta Ettore Scola ha querido dejar su propio tributo al director de La dolce vita. Con su título inspirado en un verso de García Lorca, la película, que se estrenó en Venecia en 2013, a los 20 años de la desaparición de Fellini, se emite esta noche a las 20.25 en TCM. De hecho, la cadena aprovecha estos días para rescatar algunos de los grandes filmes del maestro, de Amarcord a Ocho y medio.
“Es un álbum que recoge fotografías, recortes, flores secas y quizás incluso alguna mosca atrapada entre las páginas”, contaba Scola a La Repubblica. Dicho de manera menos enigmática, el filme es el recuerdo personalísimo del cineasta sobre su amigo Federico. No se describe al ganador de cinco Oscar (uno a la carrera), apenas aparecen secuencias de obras maestras como Las noches de Cabiria o La strada. No encontrarán aquí una enciclopedia felliniana, sino la mirada de su amigo hacia él. Por cierto, Fellini dice en el documental que le honraba haberse convertido en un adjetivo: “¡Pero todavía no he entendido qué significa!”.
Así, Ettore Scola acaba contando a la vez los comienzos del joven Fellini, que llega a Roma con 19 años y cierto talento para el dibujo, y los suyos propios, casi idénticos. Porque ambos debutaron, con algunos años de distancia, en la revista satírica Marc’Aurelio, donde se conocieron y acabaron formando un trío con el también dibujante y guionista Ruggero Maccari.
Con una ficción que roza el metacine, Scola retrata su amistad con Fellini, mezcla filmaciones de archivo y recreaciones, deja que la luz filtre por las imágenes de Roma y muestre los andamios de la escenografía que se alzan detrás. Con un surrealismo que no habría desentonado en Ocho y medio, los Fellini y Scola de la ficción conducen por una ciudad a ratos en blanco y negro a ratos en colores, encuentran prostitutas y pintores callejeros, buscan historias y nuevas musas.
Hacía 10 años que Scola no volvía detrás de la cámara. El autor de Una jornada particular y Brutos, feos y malos, había prometido no filmar mientras Berlusconi se perpetuara en el poder. En realidad, en 2013 el excavaliere seguía allí pero por Fellini se podía hacer una excepción. “Pese a que no se da por vencido, ha recibido algún que otro golpe y esto, a la vez que los 20 años de la muerte de Federico, me han convencido para volver al trabajo”, declaró Scola a La Repubblica.
Él mismo escribió el guion, junto con sus hijas Paola y Silvia, y solo él mismo podía compartir anécdotas íntimas o imágenes inéditas de su querido Federico. “Con Fellini no podías insistir. Aun así le convencí para que hiciera de sí mismo en Una mujer y tres hombres, pero me puso una condición: ‘Nunca me filmes desde atrás. Se me ve la calva”, recuerda Scola en el documental. Y también se descubre que ambos compartían cierta repulsión hacia la actividad física, no sabían nadar ni jugar al fútbol.
“Mis películas nacen porque firmo el contrato y recibo el adelanto. Y entonces no lo quiero devolver y acabo haciendo el filme”, es una de las mejores frases de Fellini que deja en herencia el documental. Y memorable es otro momento en el que los ficticios Scola, Federico y Marcello Mastroianni, sentados a una mesa, reciben la visita de la madre del actor, que riñe a Scola: “¿Por qué tú sacas a mi hijo tan feo en tus películas, mientras que con Fellini siempre sale bellísimo?”.
Los fans del maestro, de la época dorada del cine italiano, agradecerán al documental el placer de un nuevo tributo, a pocas semanas de la muerte de Anita Ekberg. Sin embargo, quien no conozca el universo del cineasta tal vez encuentre difícil entender este filme, como sugirió en su momento la crítica de ¡Qué extraño llamarse Federico! de Variety. Pero sí puede servir de estímulo para acercarse a la obra de Fellini, para ver aunque sea una sola de las maravillas sin tiempo que rodó. Porque, como dijo Scola, “es una fuga que se les permite solo a los grandes: Dante, Maquiavelo, Leopardi, Fellini. Solo ellos consiguen huir de la muerte, refugiándose en la inmortalidad”. Allí, sin duda, Federico sigue rodando.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.