El mar de la tranquilidad

Es bastante improbable que en 1973, cuando compuso Entre dos aguas —su pieza más emblemática—, Paco de Lucía tuviera en mente un público formado por clubbers desmayados repartidos por un suave acantilado de Ibiza contemplando la puesta de sol. Pero lo cierto es que su guitarra cristalina y la percusión hipnótica que la acompaña fueron adoptadas por los partidarios del chill out, un tipo de música que a principios de los noventa se usaba para dar un respiro a los frenéticos clientes de pupilas dilatadas de las discotecas de moda —en espacios aparte acondicionados para tal fin: sofás, iluminación psicodélica…— y que poco después bautizó toda clase de ritmos, principalmente electrónicos, que, por su cadencia lenta, servían para relajarse.

En 1995 (más de 20 años después de su publicación), Entre dos aguas se incluyó en el segundo disco recopilatorio de Café del Mar, una terraza ibicenca famosa por su oferta de música chill out y espectaculares atardeceres. El tema no tiene nada de electrónico, pero sus apacibles aires flamencos saliendo por los altavoces eran un exótico reclamo para turistas británicos y alemanes achicharrados por el sol. Finalmente, la electrónica narcotizante y el sosiego flamenco (en realidad, el sosiego de casi cualquier folclore, también el celta) convivieron y se mezclaron, remarcando en los años siguientes la importancia de una música tranquila, a menudo creada en estudios caseros por músicos anónimos, que lo mismo vale para abrir una sesión de discoteca o atender una puesta de sol que para escuchar en el coche o de fondo en casa mientras se prepara la cena.

La versión española de la música relajante esconde nombres de gran calibre. Al igual que Paco de Lucía, otros guitarristas como Manolo Sanlúcar, Vicente Amigo, Tomatito o Niño Josele han sido alabados por su capacidad para crear atmósferas serenas con su música. Lo mismo que pianistas flamencos como Felipe Campuzano y Dorantes y estandartes de los sonidos celtas como Carlos Núñez, Luar Na Lubre o Hevia. Generalmente mediante composiciones instrumentales, pero a veces con el acompañamiento de un arrullo vocal. Con un pie en la electrónica, Nacho Cano y Chambao, grupo que acuñó la definitoria etiqueta “flamenco chill”, han logrado también reducir frecuencias cardiacas. José Padilla, antiguo DJ de Café del Mar, y Elbosco, proyecto fantasma de un trío de conocidos músicos y productores españoles, descartaron las raíces y recurrieron sin restricciones a la electrónica más sugestiva para, incluso, traspasar fronteras.

Esa música subyugante centra Puesta de sol, la próxima entrega de EL PAÍS de Música, a la venta mañana domingo con este diario por 5,95 euros. De usted depende encontrar el oportuno atardecer (o cualquier otro escenario inspirador) para disfrutarla.