Disparate satírico para entendidos
La primera novela de Sergio Gaspar aúna diversidad formal y un sinfín de referencias políticas y literarias más o menos difíciles de descifrar
Viento de tramontana, primera novela de Sergio Gaspar —poeta (Revisión de mi naturaleza, Estancia), editor del sello DVD entre 1996 y 2011 y profesor de literatura—, viene enmarcada por la declaración de Federico Numancia, que promete relatar ciertos hechos ilustrados “con la linterna de la verdad”. Los hechos versan sobre un fin de semana en el Ampurdán gerundense con final trágico y detención del mencionado narrador, sospechoso de pertenecer a algún grupo terrorista islámico, que está convencido de que fue Josep Pla quien “decidió cargarse a su esposa”, cuando encontraron al célebre escritor y, al modo de diablo cojuelo, este los llevó de turismo político a lomos de una burra. Así fue descubriendo, entre otras maravillas, “las intimidades de una mansión de verano” propiedad de una familia catalana modélica (¿les suena?), los Rius, y también la de los Prats i Ribas, “pareja socialista, rica, guapa y de alma nacionalista catalana”. En mitad de todo ello, al modo de entremés, un capitán de la Guardia Civil —Antonio Torres Heredia— y una intendente de los Mossos d’Esquadra leen, entre cópula y cópula, la mencionada declaración.
Este disparate satírico que organiza Sergio Gaspar (Checa, Guadalajara, 1954) se apoya, por consiguiente, sobre la política y la literatura en cuanto al protagonismo de personajes y sucesos, porque tras los mencionados aparecerán Cervantes (primero en una entrevista periodística y luego de tertulia con Pla, lo que da pie a repasar ciertos episodios de la historia y hasta del urbanismo barcelonés), una vieja gloria literaria que se empeña en obtener el Premio Biblioteca Breve, más la aguerrida editora, la inevitable agente y el negro de turno —con el consiguiente repaso de nuestro panorama literario—, y una traca final con Maragall, Pujol, Mas, Montilla y un convidado de piedra reunidos en el Salón Dorado del palacio de la Generalitat. A ello se añade el consabido componente metaficcional que tanto juego proporciona, y la diversidad formal, amén de un sinfín de referencias políticas (centradas en la burguesía catalana, y sus pactos y alianzas históricas) y literarias que no sé cuántos lectores podrán descifrar. Algunas son de bulto, pero otras llegan algo más escondidas. Y sabido es que en una parodia o en una sátira, si no se identifican los términos que concurren (el referente real y la contrahechura grotesca), la posible diversión peligra.
Es el punto más débil de este entretenimiento que nos propone Gaspar, junto con la saturación de alusiones y citas y personajes reales característicos de las roman à clef.
Viento de tramontana. Sergio Gaspar. Edhasa. Barcelona, 2014. 274 páginas. 14 euros.
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