Fantasía con memoria
Adaptación de la primera novela de una saga escrita por el británico Joseph Delaney que ha alcanzado ya los trece títulos, El séptimo hijo corre el riesgo de ser subestimada como una tentativa rutinaria más en el reñido camino en busca de la nueva franquicia juvenil dorada. Sin duda, ese ha sido el estímulo para poner en marcha esta aparatosa maquinaria que, finalmente, ha dado como resultado una película que no juega a ser avasalladora y que luce una inusual conciencia de las fuentes cinematográficas clásicas de las que desciende: esto no parece la barroca animática de un videojuego sin alma, sino el eco digital de ese cine de aventuras mágicas que, en su día, inmortalizaron los artesanales efectos especiales de Ray Harryhausen. La reciente Jack el cazagigantes (2013) de Bryan Singer también alcanzaba un comparable toque de distinción al revelarse producto con una memoria cinéfila capaz de rebasar los límites de la revolución digital.
EL SÉPTIMO HIJO
Dirección: Sergei Bodrov.
Intérpretes: Jeff Bridges, Ben Barnes, Julianne Moore, Alicia Vikander, Djimon Hounsoun, Olivia Williams, Jason Scott Lee, Timothy Webber.
Género: fantasia. Gran Bretaña-Estados Unidos-Canadá-China, 2014.
Duración: 102 minutos.
Al lado de propuestas hipertróficas como la trilogía de El Hobbit, El séptimo hijo parece una humilde serie B, a pesar de que no se haya reparado en gastos a la hora de convocar a un repertorio de talentos especialmente notable: en su guión participa Steven Knight (Promesas del Este, Locke), el responsable de los efectos especiales es nada menos que John Dykstra (La guerra de las galaxias), el diseño de producción corre a cargo de Dante Ferretti, coronan el reparto Jeff Bridges y Julianne Moore y dirige, en lo que es su primera incursión en el blockbuster fantástico, el ruso Sergei Bodrov.
En una de las primeras secuencias de la película, el enfrentamiento entre el personaje encarnado por Jeff Bridges, un caballero desastrado en perpetuo combate con las fuerzas oscuras, y una niña poseída ya revela sentido del humor y afinidad por las claves genéricas del cine de terror. A medida que avanza la acción, al espectador le queda claro que está ante una película más lúdica que discursiva, puntuada por constantes momentos climáticos –la persecución del gigante, el enfrentamiento con el oso- que privilegian el sentido del espectáculo por encima de un vacuo afán de gravedad y trascendencia. Jeff Bridges vuelve a explotar las posibilidades de su maxilar inferior para la composición grotesca, al tiempo que Julianne Moore disfruta tanto de su registro bitchy como en su día lo hizo Angelina Jolie cuando se ciñó los cuernos de Maléfica. Quizá El séptimo hijo no sobreviva a esta primera entrega en unos tiempos en que ciertos modelos de película pagan el precio de no rendirse al mínimo común denominador: lo que habrá quedado es un enérgico recital de prodigios que en ningún momento se toma en serio a sí mismo. No es poco.
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