Michel Lafon, autor de Pierre Menard
Dedicó gran parte de su vida a leer y enseñar literatura argentina
Michel Lafon (Montpellier, 1954) falleció el 22 de octubre en Grenoble, pero su novela Una vida de Pierre Menard, no. Es su mejor libro, salvo dos o tres que todavía no había escrito por falta de tiempo, pero que eran buenos igual. En una de nuestras últimas conversaciones, cuando ya estaba muy enfermo, me habló de una metafísica del fútbol, sutil y salvaje, a la que daba vueltas como en un rondó. Por ahora sólo la tenía en la cabeza, aunque eso ya era medio libro. Entre sus obras escritas se encuentra Escribir en colaboración (2006), un intenso trabajo que descompone diecisiete dúos de autores, desde Bioy Casares y Borges, a Marx y Engels, Breton y Soupault, Dumas y Maquet, Hergé y Jacobs, o Boileau y Narcejac, y que Lafon publica —qué menos— mano a mano con Benoît Peeters. Una vida de Pierre Menard (2008) apareció después de un lento proceso de felicidad, en el que sólo al final Lafon descubrió que su primera novela le estaba tirando de una manga para que la escribiese.
Hasta entonces había dedicado su vida a la lectura exhaustiva de la literatura argentina, para hacer dedos, que diría un pianista. A los diez años había aprendido español; leyó a Borges con diecisiete; fundó la cátedra de literatura argentina en la Universidad Stendhal de Grenoble; fue “el último amigo” de Bioy Casares y editor de sus novelas en Francia; tradujo a Borges al francés, y a Sergio Chefjec, y a César Aira... En Una vida de Pierre Menard se limitó a acatar su destino. Ricardo Piglia dice que hay que ser muy francés, y conocer muy bien la cultura argentina, para “atreverse a escribir este libro que todos nosotros soñamos escribir alguna vez”.
Lafon responde a esa ensoñación picante que algunos lectores de Borges recrean de vez en cuando: ¿Y si Menard existió? Hasta Lafon, era uno de los personajes más fascinantes de la literatura. En su relato Pierre Menard, autor del Quijote (1939), Borges le atribuye una obra literaria más bien escasa, entre la que se hallan dos capítulos de El Quijote, que escribió 300 años después de la versión original. La peculiaridad radica en que Menard no copió a Cervantes. Sus páginas coinciden “palabra por palabra y línea por línea” con El Quijote, pero son obras completamente distintas. Después de Lafon, sin embargo, Pierre Menard (Nîmes, 1862— Montpellier, 1937) es una persona que sale de la “inexistencia real” a la que lo condenó Borges en su relato, y emerge como amigo de Paul Valèry, Gide o Unamuno.
En el fondo, el libro es una vuelta de tuerca al autor de Ficciones. Pero el juego literario no se detuvo, sino que se ampliaría con la traducción de la novela al español a cargo de César Aira, habitualmente traducido al francés por Lafon. El verano que los conocí en Santander descubrimos que no sólo se leían y se traducían entre ellos, como si uno fuese el doble del otro, sino que los unía una extraña relación con Ourense, de donde era originario el abuelo de César y la familia política de Michel. Tal vez porque yo procedo del mismo desierto, un día acabé por traducir a Aira al gallego, y por escribir A pregunta perfecta, donde Lafon se vuelve un personaje literario, como el Menard de Borges.
Babelia
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