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Frieze: un museo a la venta

La feria ha convertido Londres en capital mundial del mercado de arte contemporáneo El certamen ha movido unos 1.725 millones de euros

Iker Seisdedos
Un niño juega en la instalación del artista Carsten Höller, 'Gartenkinder', en la feria Frieze de Londres
Un niño juega en la instalación del artista Carsten Höller, 'Gartenkinder', en la feria Frieze de Londrescarl court (Getty Images)

Las aseguradoras calculan que esta semana el mundo del arte (al menos, esa parte que suele ser tomada por el todo y se identifica con el mercado) habrá movido en Londres unos 1.725 millones durante el mayor festival de su clase de Europa. Un grandioso universo de ferias, exposiciones paralelas, subastas y famosos que gira en torno a la feria Frieze London, cita que ya aspira, tras solo 12 ediciones, al título de “la más importante del mundo”, donde es posible comprar un temprano Damien Hirst por cinco millones (tardó 15 minutos en encontrar dueño) y, si aún queda liquidez, adquirir al marchante neoyorquino Otto Nauman un retrato de Rembrandt por 38 millones en la feria paralela de Frieze Masters, dedicada a las antigüedades, los viejos maestros y el arte del siglo XX.

Dada la robusta salud del mercado del arte, a nadie extrañaba en las carpas de Regent's Park, idílica sede de ambas citas, que la obra en cuestión pueda venderse antes del cierre de la feria hoy (Frieze London terminó ayer). La ocasión es propicia. La pieza pertenece a la última época del genio, la misma que celebra la recién inaugurada (e histórica) exposición Rembrandt. Trabajos tardíos en la National Gallery.

Cada vez más galerías conciben sus espacios como centros de creación

A Hirst y Rembrandt se han unido en la lista de los más buscados Gartenkinder, de Carsten Höller, instalación que ha convertido el espacio de Gagosian en un parque de atracciones de la mente, y Sleeping Guard, de Christoph Büchel, que es exactamente eso, un guarda contratado por la galería Hauser and Wirth para dormirse sentado. La pieza de Höller puede comprarse por separado o como un todo (“por más de un millón de euros”, según explica misteriosa la encargada), aunque las dos rollizas azafatas no están, por suerte, incluidas (y sí, sus trajes verde y rosa). Obviamente, tampoco nadie se llevará a casa al guarda dormilón; lo que compras por las 80.000 libras que cuesta la pieza es “la idea” (y su certificado de autenticidad).

Una visitante ante la obra de Alexander Calder 'La Mezza Luna per un Lunatico'.
Una visitante ante la obra de Alexander Calder 'La Mezza Luna per un Lunatico'.LUKE MACGREGOR (reuters)

Más allá de la acostumbrada ración de excentricidades, ambas propuestas certifican una tendencia. Si en capítulos anteriores, las galerías comenzaron a programar en sus espacios estables a la manera de los museos, en este, un número creciente de marchantes afrontan sus estands no como tiendas, sino como pequeños centros de arte. Es el caso de A Study in Red and Green, proyecto en torno a Freud del artista Mark Wallinger en Hauser & Wirth. O, en Frieze Masters, la oferta de Helly Nahmad que, titulada El coleccionista, convierte su espacio en el apartamento de un amante del arte en París hacia 1968, con música de Berio y Miles Davis, platos, ceniceros sucios y un dubuffet por aquí y un lucio fontana por allá.

Su diseñador, Robin Brown, no supo el jueves contestar si la ocurrencia ayuda realmente a vender o la cosa se queda en mero ejercicio de estilo. Sea como sea, propuestas como estas han dado a esta edición —renovada en su arquitectura aunque continuista en cuanto a número y composición de la lista de galerías (162 en Frieze London; 125 en Masters) así como en los visitantes esperados (unos 70.000)— el aire de una institución artística, más allá del hecho de que la mayoría de lo que traen las galerías aquí es la clase de piezas que en la jerga se denominan “de museo”.

A ello ha contribuido también el interesante programa de performances, arte sonoro, danza y teatro expandido por la ciudad, que ha permitido ver a Kim Gordon cantar para unos bailarines en una obra de Nick Mauss y, cada día a la una, tomar gratis sopa hecha con vegetales de la zona de Fukushima. “Pero que nadie se engañe, esto es una feria y la pretensión original es vender, aunque sea experiencias”, explica Amanda Sharp, codirectora de Frieze y creadora en 1991 junto a Matthew Slotover de la revista homónima que dio origen a una marca que incluye una sede en Nueva York “y nunca se expandirá por Oriente Próximo ni Asia”. A partir de la próxima edición, el puesto de la pareja, mezcla de teóricos del arte y visionarios de los negocios, lo ocupará Victoria Siddall, directora hasta ahora de Masters. Ellos se dedicarán a pensar “nuevos proyectos”.

Armada española

Frieze no se caracteriza por la presencia de galerías españolas. Su exigente comité de admisión, el elevado coste de exposicióny la competencia que aguarda a los seleccionados desanima a la mayoría.
Este año, Helga de Alvear (con Ana Prada), Juana de Aizpuru (con una mezcla de creadores nacionales e internacionales) y Elba Benítez (Aballí, Cristina Iglesias y Carlos Bunga) participan en Frieze, mientras que en Masters, feria paralela, aguardan Elvira González, Caylus y Espaivisor.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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