El templo
La cienciología no convence a Mercedes Milá, a la que parece un invento para "sacar pasta"
“Aquí hacemos marketing. Somos una religión moderna”. El presidente de la cienciología en España trató de captar a Mercedes Milá, a ella y a la audiencia de En la caja (Cuatro), proyectando cercanía y profesionalidad, vendiendo su negocio de supuesta ayuda psicológica sin recurrir a lo divino, ofreciendo al cliente más autoayuda que mística, una clínica antes que el imponente templo. Es un credo moderno, sí, nacido en los cincuenta, cuando el psicoanálisis hacía furor, con maneras de gran multinacional y tirón en Hollywood.
El dirigente, Iván Arjona, mostró unas fabulosas instalaciones en Madrid, que costaron una millonada y que incluyen un despacho reservado para su fundador Ron Hubbard, muerto en 1986, quien mantiene el récord Guiness de libros publicados y cuya vida inspiró la película The master (hacía de él el magnético Philip Seymour Hoffman). Fuera del templo, los testimonios de quienes huyeron de aquello, arruinados psicológica y financieramente, disiparon cualquier duda de la presentadora, que pese a mostrar cierta simpatía personal por Arjona, sentenció de la cienciología: “Es una idea malvada y maligna, pero genial para sacar pasta”.
El formato de Cuatro había enviado a Milá a ciegas (metida en una caja) a un lugar donde se esperaba que desafiara sus prejuicios. Y tanto. Se puso tensa cuando la sentaron ante un cuestionario de 200 preguntas, inicio de las llamadas auditorías, y se dio cuenta de que ese test sirve para identificar los puntos débiles de tu mente. Para controlarte antes que curarte nada, dedujo Milá.
¿Una secta? Según el Diccionario cualquier grupo religioso cabe en esa definición, pero los cienciólogos se revuelven contra quien los etiquete así. Se manejan bien en los tribunales: en España ganaron el reconocimiento como religión tras una dura batalla legal, como la que libran en otros países. También fue un tribunal el que sacó a la luz, en 1985, unos extraños escritos reservados a los más iniciados en los que el fundador atribuía el Génesis a Xenu, un tirano galáctico que hace 75 millones de años llenó la Tierra con billones de almas castigadas, espectros que aún hoy se pegan a ti.
Cada uno es libre de rezar a quien le plazca. A algunos nos duele que a esto se le haya puesto el nombre de la ciencia, una de las pocas cosas en las que hoy merece la pena creer.
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