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Prince resucita por partida triple

El músico se hace visible con dos discos, uno con su nombre y otro con un trío femenino. Tras reconciliarse con Warner, prepara la reedición de ‘Purple Rain’

Diego A. Manrique
Prince, durante una actuación en la ciudad inglesa de Birmingham en mayo de este año.
Prince, durante una actuación en la ciudad inglesa de Birmingham en mayo de este año. AP

Grandes movimientos sísmicos en el Planeta Prince. Y conviene contarlo paso a paso, para que nadie se lie. El pasado año, Prince tocó en teatros con su trío femenino de rock duro, 3rdeyegirl. El primer resultado discográfico es Plectrumelectrum, inicialmente comercializado por canciones sueltas, a la venta en Internet.

Respecto a los conciertos con las chicas, se anunciaban con escasa antelación. Una táctica guerrillera que no siempre funcionó: convocó por Twitter un show en la Manchester Academy el pasado 21 de febrero…que fue suspendido cuando se comprobó que sólo 100 personas acudieron, dispuestas a pagar 70 libras esterlinas (90 euros). A Prince le gusta hacer apariciones entre sus seguidores, como las famosas citas nocturnas –a 30 dólares (24 euros) por cabeza- en su complejo de Paisley Park, en Minneapolis, que pueden convertirse en concierto…o terminar sin nada que reseñar.

Silenciosamente, también tomó una decisión importante: volver a tratar con las detestadas multinacionales. Publicó Fallinlove2nite, un dueto pegajoso hecho con Zooey Deschanel, la actriz twee que también canta en She & Him. Lo editó Epic Records, una subsidiaria de Sony. El imperio japonés, sin embargo, tenía experiencias negativas con Prince: en 2007, contrató la distribución mundial del álbum Planet Earth…sin saber que el cantante había pactado simultáneamente regalarlo con el The Mail on Sunday británico. Causó consternación en la discográfica, aunque la jugada fue perfecta para Prince: ayudó a vender las 420.000 entradas de sus 21 conciertos en el O2 Arena londinense. En 2010, repetiría la jugada a escala europea, con 20Ten.

Desde hace veinte años, Prince mantiene su organización con los beneficios de los directos. Sus lanzamientos discográficos han sido erráticos: parecían no responder a ningún plan coherente. Probaba brevemente con compañías grandes, que pretendían echarle el anzuelo para un contrato de larga duración, o editaba discos por su cuenta. Durante una temporada, creyó que Internet le permitiría llegar directamente al consumidor pero ese canal se frustró debido a deficiencias técnicas y precios altos.

En los últimos tiempos, se manifestó desencantado con la Red. Lo que no significa que desaproveche su potencial promocional pero se resiste a perder el control sobre su obra: tiene a un equipo de sabuesos rastreando la red global, para eliminar vídeos y canciones subidos sin su permiso. Para evitar las tentaciones, instauró una rígida prohibición de móviles y tabletas en sus conciertos. E incluso se querelló contra las páginas web de algunos fans apasionados, una acción potencialmente tan contraproducente que terminó con un paso atrás de sus abogados.

El pasado abril, dejó boquiabierto al mundo musical con su última pirueta. Lo tenía bien guardado: ni siquiera lo sugirió en su última de sus raras entrevistas, con la revista Mojo, publicada dos meses antes. Hacía las paces con Warner Music, la misma empresa que, según él, le había tratado como “un esclavo”. De rebote, recordarán, aquel disparatado intento de cambiar su nombre por un signo, que obligó a rebautizarle como “el artista anteriormente conocido como Prince”, el inicio del enfriamiento del gran público, que empezó a sospechar que estaba tan seriamente tocado como Michael Jackson.

Portada del CD 'Art Official Age'.
Portada del CD 'Art Official Age'.

Sin embargo, dure lo que dure la luna de miel, reconciliarse con Warner tiene todo el sentido del mundo. Supuestamente, el pacto incluye la transferencia de la propiedad de los masters de los discos clásicos a su creador. A diferencia de otros veteranos, Prince nunca ha movido su catálogo histórico, una opción profesional que –dejando aparte los obvios beneficios económicos- permite elevar el estatus de una figura y multiplicar su público con el acercamiento a generaciones que no vivieron su momento álgido.

Ocurre que Prince es el perfecto artista para la era de las grandes cajas, de las ediciones remasterizadas y expandidas: extremadamente prolífico durante los ochenta, almacenaba canciones inéditas a la vez que componía y producía para otros artistas, sin olvidar los conciertos en que se alejaba de las versiones canónicas. La primera inmersión en ese océano será la reedición de Purple rain, el disco (y película) que le elevó a la categoría de superestrella en 1984.

Constreñido por las limitaciones técnicas de los elepés, la banda sonora de Purple rain duraba 44 minutos. No recogía, por ejemplo, los temas de The Time, sus dinámicos competidores en la película. Ese mismo año producía un excelente disco del grupo (Ice cream castle) o The glamorous life, el estreno de la percusionista-cantante Sheila E. Recuperarlos ayudaría a redondear nuestra imagen de la música que Prince creaba en 1984.

Pero no se fíen. La lógica del admirador completista no funciona con Prince. Ninguna lógica, en realidad. Vean los dos nuevos lanzamientos, que salieron ayer. Ninguno lleva en el exterior los títulos de las canciones incluidas, un error de primero de marketing o una muestra del fabuloso ego del personaje: “compraran automáticamente cualquier cosa que edite”. Hasta puede que se trate de pura perversidad: Plectrumelectrum lleva un librito con letras y fotos, mientras el disco que concentrará la atención, Art official page, que sí muestra su cara en la portada, no aporta más que la información básica.

Art official page ofrece esencialmente funk digital, apenas afeado por las ráfagas de rap (un arte que Prince no domina) y algunas voces tipo Pitufos. Hay momentos eróticos que hacen pensar que ha echado por la borda algo del puritanismo que acompañó su conversión en Testigo de Jehová. Aparte de un arranque circense, la pieza que da título al álbum, se incluyen intrigantes recitados femeninos que insinúan una atracción por la ciencia ficción tipo Matrix.

Hay menos sorpresas con Plectrumelectrum. Contiene rock pesado, tocado por ese tipo de instrumentistas perfectamente instruidos, que en un segundo cambian de ritmo o se ponen en onda funky. Como contraste, se cuelan baladas entre pop y R & B y un tema de hip-hop. Al estar firmado todo por Prince y 3rdeyegirl, urge resistirse a la tentación de atribuirle las críticas a la pobreza o los alardes feministas: “una chica con guitarra es doce veces mejor/ que otra loca banda de chicos/ que intentan ser estrellas cuando no pasan de/ otro ladrillo en el misógino muro de ruido”.

En realidad, lo que tenemos son simplemente dos caras de un virtuoso del transformismo. No se puede decir que Prince haya vuelto a aterrizar en la Tierra pero sí que hoy está más cerca de la raza humana.

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