Los tesoros artísticos de Juan Abelló
Obras de Van Gogh, Goya, Bacon, Picasso y Munch se exhiben en CentroCentro de Madrid
Las colecciones privadas de arte pueden ser una acumulación de nombres de artistas más o menos conocidos y vendibles o responder a la idea de museo ideal del propietario de las obras. Hace más de 30 años que el financiero Juan Abelló (Madrid, 1941) viene construyendo una pinacoteca con piezas que responden a su gusto artístico. El resultado son casi 500 obras que hicieron que la revista Artnewsle colocase entre los más importantes coleccionistas de España, junto a Plácido Arango, Alicia Koplowitz y la familia Várez-Fisa.
El contenido de la colección de Juan Abelló y su esposa Ana Gamazo se ha ido conociendo con cuentagotas dentro de exposiciones en el Museo del Prado o el Thyssen, por lo que se sabía que entre sus joyas el dibujo era una de sus partes más preciadas y que los grandes de la historia del arte estaban representados con cuadros muy especiales. Ahora, por primera vez, desde el 2 de octubre y hasta el 1 de marzo se podrán ver en el CentroCentro Cibeles de Madrid 160 obras de la colección, desde el siglo XV al XX, escogidas por Felipe Garín, comisario de la muestra, y Enrique Gutiérrez de Calderón, director del proyecto y asesor de Abelló.
Reacio a hablar con los medios de comunicación, en nombre de Abelló, es su amigo Gutiérrez de Calderón quien habla de la colección. “En los 80, el matrimonio empezó a coleccionar obras de arte. Las familias de ambos poseían cuadros, pero de manera dispersa, no buscando una unidad”.
La línea esencial de la colección es el arte español del XX. “Su primera adquisición es un óleo de Darío de Regoyos, Las peñas de Urquiola, pero es Jardines de Aranjuez, de Rusiñol, el que mejor nos sirve para definir una colección en la que los españoles se miden con contemporáneos europeos. La parte de dibujo, una de las más extraordinarias de Europa, es más reciente, de hace unos 15 años, cuando casi nadie lo valoraba”.
Gutiérrez de Calderón se niega a hablar de valoraciones económicas o de coste de las obras, algo que “desagrada profundamente a Abelló”, pero sí explica que las compras las decide el matrimonio, sin asesores, a diferencia de lo que suele ocurrir con muchos coleccionistas. “Escogen lo que les gusta y con lo que puedan convivir, porque toda la obra está habitualmente colgada en sus residencias y despachos”. Compran en galerías o subastas. Aunque tienen mucha obra antigua, les gusta el arte contemporáneo. En esta muestra no hay cuadros de artistas vivos, por eso no se expone ninguno de sus antonio lópez o barcelós, pero los españoles, no los emergentes, están bien representados”.
Su última adquisición importante es Johan Martin y Sten Stenersen (1935), óleo sobre cera de Munch, un artista difícil de ver en colecciones españolas. “Luego vino la crisis”, comenta Gutiérrez de Calderón, “y las grandes compras son difíciles de asumir”. ¿Por qué se han animado a mostrar la colección? El portavoz de Abelló dice que por las características de las salas y porque en ellas se están dando a conocer colecciones particulares (Duquesa de Alba, Masaveu) en condiciones óptimas. “No es por dinero. Los Abelló dejan la obra y el CentroCibeles asume el montaje. El beneficio de las entradas, si lo hay, se dará a Cáritas Madrid”.
El montaje expositivo de Felipe Garín intenta relacionar unas piezas con otras para resaltar las más excepcionales. Dividida en seis ámbitos, justo en el acceso se produce el encuentro entre La estigmatización de San Francisco, de El Greco, con un imponente tríptico de 1983 de Francis Bacon. Son el comienzo y final de la exposición, que en el inicio fusionan de manera armónica lenguajes diferentes. En medio, un desfile de obras colgadas en orden cronológico con un doble recorrido dedicado a la pintura y el dibujo.
Garín opina que la principal diferencia de esta colección respecto a otras es que Abelló ha querido contextualizar el arte español con lo que se hacía en el extranjero. El mejor ejemplo es la sala en la que Kandinsky se encuentra con Tàpies, Rivera, Millares o Palazuelo. O el espacio en el que Miró está frente a Mark Rothko.
El reto que Garín se ha planteado es mostrar obras de los siglos XV al XX con un criterio histórico y un diálogo fluido entre ellas. “Ha sido difícil”, responde el comisario, “porque teníamos demasiados mimbres para el cesto. Ha habido que escoger con tino y descartar piezas fabulosas. Pero no había más remedio”. Garín asegura que el coleccionista ha supervisado todo, pero no ha impuesto nada. “Quería, y le hemos hecho caso siempre que se podía, que las obras estuvieran colgadas tal y como él las tiene en su casa”.
El montaje de Francisco Bocanegra mezcla óleos y dibujos de maestros como Lucas Cranach, José de Ribera, Zurbarán, Alonso Cano, Murillo, Canaletto, Francesco Guardi, Goya, Santiago Rusiñol, Sorolla, Mariano Fortuny, Juan Gris, Braque, Fernand Léger, Klee, Rothko, Picasso, Miró, Dalí, Van Gogh, Edgar Degas, Modigliani, Gustav Klimt, Schiele, Kandinsky, Munch, Matisse, Bacon y Tàpies. Lugar especial lo ocupan las obras que estaban en el extranjero y que Abelló ha conseguido que vuelvan a España. Es el caso de Salvador Mundi entre San Pedro y San Juan, de Fernando Yáñez de la Almedina, o El joven gallero, de Murillo.
Sobre el futuro de la colección, Garín desconoce los planes de Abelló. “Tiene cuatro hijos, pero creo que no le gustaría nada que se dividiera. No descarto que acabe convirtiéndose en un museo en el que se muestre al completo toda la colección. El tiempo dirá”
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