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Artistas que no cantan: los grandes compositores

Afortunadamente, en este País de Música no faltan compositores sobrados de inspiración

'La gata bajo la lluvia' de Rocío Durcal compuesta por Rafael Pérez Botija.
'La gata bajo la lluvia' de Rocío Durcal compuesta por Rafael Pérez Botija.

El trabajo del compositor es la piedra angular sobre la que se asienta todo el edificio de la música. Es una perogrullada insistir una vez más en que sin el trabajo de los compositores no existiría la música, pero a lo mejor conviene repetirlo porque, al fin y al cabo, los compositores hacen su trabajo en la sombra y, mientras que el público reconoce la obra a través de los intérpretes a los que admira y aplaude, el compositor permanece en un oscuro segundo plano. Sin su trabajo, sin las canciones, los cantantes no tendrían nada que cantar, los técnicos no tendrían nada que grabar, los arreglistas no tendrían nada que arreglar y así hasta el final de la cadena.

La inspiración, la idea que aparece de golpe, sí existe", Rafael Pérez 

Afortunadamente, este País de Música está rebosante de genio y creatividad y no faltan compositores sobrados de inspiración. La inspiración. Éste es el primer paso en el trabajo del compositor, pero ¿de dónde sale? ¿Es producto de una especie de soplo divino? “No sé si existe ese estado de trance o si buscarlo tiene sentido. Para mí no. Para mí la inspiración viene del día a día, de lo cotidiano. A mí me hace falta tiempo para hacer el vago y así me viene la idea. Conducir, ducharte, tomarte una caña; son situaciones bastante poco glamurosas las que te traen la inspiración”, dice Jacobo Calderón que, además de hijo de uno de los compositores más grandes del pop español, Juan Carlos Calderón, es un compositor joven con una brillante carrera propia.

Luis Gómez Escolar, letrista de un buen número de éxitos para Paloma San Basilio, Sergio Dalma y muchos otros y componente de algunas formaciones míticas, matiza: “Si es un trabajo personal, sí, la inspiración sí llega. Pero si es un encargo es necesaria cierta disciplina. Yo no creo en el trabajo por pura inspiración.”

“Hay métodos para ponerse a trabajar, pero la inspiración, la idea que aparece de golpe, sí existe”, opina Rafael Pérez Botija, autor de joyas como La gata bajo la lluvia que Rocío Dúrcal convirtió en un éxito. En general hay una aceptación común de que la inspiración existe, pero que tiene que ser estimulada y canalizada de diversas maneras. Y que es tan etérea que hay que atraparla al vuelo, o desaparece rápidamente. Pero una vez que se consigue atrapar, crece y adquiere caminos insospechados.

En ocasiones una serie de circunstancias reúnen a un compositor y a un intérprete y surge entre ellos una chispa especial que da lugar a una colaboración afortunada. “Yo escribo las canciones según quién las va a cantar”, cuenta Manuel Alejandro, posiblemente uno de los compositores que acumule mayor número de éxitos en la canción española del último medio siglo. “Me pregunto: ¿qué debo escribirle yo a aquella Rocío Jurado, o qué debo escribirle a ese Raphael o a ese Julio Iglesias o a ese Plácido Domingo? Nada que ver unos con otros. Cada uno de ellos no es que me inspire, es que me pide”.

El último filtro es el público, el único que tiene razón", dice el compositor Rafael Pérez

Algo parecido debió de pasar con esas asociaciones que todos tenemos en la memoria: Juan Carlos Calderón con Mocedades; Pablo Herrero y José Luis Armenteros con Nino Bravo; Ramón Arcusa y Manolo De la Calva con Julio Iglesias... Alianzas hechas en el cielo para el disfrute de nosotros los mortales.

“No creo en la inspiración”, añade Manuel Alejandro. “Sí en la continuidad, en la ilusión… Si no tienes ilusión, no te lo crees.»

Y una vez que te lo has creído, llega el momento de ponerse con un papel delante y dar forma a la nueva obra. Letra y música tienen que entrelazarse para formar un todo equilibrado. Para la mayoría, la música prima en sus composiciones —“la letra es esclava de la música”, consideran—, aunque hay casos en que una frase es el detonante de la idea de la canción.

Si quieren que su obra llegue al público, los compositores tienen que bregar con un sinfín de condicionantes: los “filtros”, como los define Pérez Botija. “Desde tú mismo, que te dices de una determinada canción que no va a funcionar y te equivocas; el cantante que no está muy convencido; la discográfica y los medios que no la ven… Y el último filtro es, evidentemente el público, que es el único que tiene razón”.

¿Tanto condiciona al compositor el pensar en su futuro público? Gómez Escolar, confiesa que a él personalmente sí. “Todo lo que he grabado ha sido pensando en el público. Si tienes la ambición de que la obra traspase las paredes de tu casa evidentemente tienes que pensar en el público que lo consuma. Me parece una soberbia hacer las cosas porque te gustan a ti”.

Esa necesidad de proyección, de que sus canciones lleguen más allá, alcancen al oyente de la calle y le hagan conmoverse es el objetivo final de la composición. Por eso, cuando se plantean los impedimentos que encuentran en ese camino todos parecen estar de acuerdo en una bestia negra común: la moda. La moda, en palabras de Gómez Escolar, expulsa de la creación todo lo que no vale. La moda es la gran jueza y la gran tirana. Y sin embargo, una canción nunca es un gran éxito si no está al margen de la moda. Los grandes éxitos se salían de la moda. Estaban de moda al día siguiente. Lo que hacen es crear moda.

Visto desde fuera, tal vez el momento más duro, y seguramente el más emocionante a la vez, sea cuando la canción, una vez terminada, adquiere vida propia. Será manoseada por arreglistas, zarandeada por músicos, corregida por técnicos y, si tiene suerte, conocerá el éxtasis en los brazos y la voz de un intérprete que se enamore de ella. Y, a veces, volverá a casa, a los oídos del autor, con un aspecto diferente. “Hay versiones horrorosas y hay versiones preciosas. Cuando son horrorosas no pasa nada, dices: pues bueno, si funciona, funcionó. Las versiones te sorprenden muchísimo. Las hay que dices, pobrecillo, y las hay que dices pobrecillo de mí, vaya porquería de versión que hice”, dice Pérez Botija.

“Siempre es un honor que te hagan una versión”, añade Gómez Escolar. “Te está ratificando que esa canción ha tenido una difusión y una relevancia que no todas tienen. Todas las versiones son bonitas”.

A lo largo de este medio siglo de pop español han cambiado mucho las cosas. Desde la técnica que favorece una creación más fluida a las exigencias del mercado que seguramente condiciona el trabajo de los compositores más de lo que ellos quisieran. Pero su trabajo sigue siendo atrapar los sueños y los sentimientos y convertirlos en sonidos mágicos que podemos compartir con ellos y con los demás. Un bonito trabajo.

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