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Poveda regala una noche jonda a La Unión

El cantaor abre las galas de la 54ª edición del Festival del Cante de las Minas

Miguel Poveda, en el Festival de Cante de las Minas.
Miguel Poveda, en el Festival de Cante de las Minas.pedro valeros

Miguel Poveda no cansa, más bien agota, pero sólo las entradas en taquilla. Anoche viernes abría las galas de la 54ª edición del Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión con todas vendidas desde hace semanas. Y eso que el año pasado se le había dedicado el certamen, aunque en su actuación del anterior verano está la explicación a esta nueva presencia en el viejo mercado de La Unión, hoy sede del famoso festival flamenco.

Poveda, que mantiene con este pueblo murciano una larga relación de amor desde que en 1993 ganara la Lámpara Minera de su famoso festival, actuó en 2013 mermado de facultades por un proceso gripal, y se ofreció a volver incluso gratis para compensar esa semifrustrada actuación.

Y el cantaor catalán, con un público entregado de antemano cantó generoso y largo, variado y sin prisas, pero seguramente hubiese dado igual lo que cantara; y cantó muy bien, como siempre, pero probablemente también habría dado lo mismo que su garganta, como el pasado año, hubiese estado herida por el catarro.

Pero si Poveda es una tenaz costumbre unionense otros no lo son menos, como Estrella Morente -a quién se dedica el certamen este año- o Sara Baras, que una vez más adorna los carteles del festival. Mientras tanto, Miguel, estaba a lo suyo en el escenario: cantar con hondura. Para empezar, homenaje a La Unión, "mi pueblo", con Minera y levantica, con repisco y entregándose. Alegrías sin respiro enlazadas con bulerías de Cádiz, y ya estaba el lío montado, el público entregado, jaleando y palmeando a compás desde el patio de butacas.

Y entonces vino la Malagueña, acordándose de Enrique el Mellizo, con la que dejó pasmados a los aficionados y al jurado de este festival hace dos décadas. No se podía cantar más jondo, más de verdad, el público aguantaba la respiración para evitar la asfixia, tal era la sensación que se trasladaba del escenario a las localidades.

A veces hemos visto y escuchado al cantaor algo mecánico. Es inevitable que le ocurra a quien lleva más de 20 años actuando y viajando sin respiro por todo el mundo. Pero esta no iba a ser, precisamente, una noche rutinaria. Se adentró por tientos y por tangos en un homenaje emocionado a Triana, que lo ha adoptado. Reivindicó apasionadamente los cantes y a las gentes del barrio sevillano, del que dijo que todavía queda mucho para la historia del flamenco si se sabe buscar. Y lo dijo todo bailando, dando una "pataíta" de baile, también en homenaje a las gentes del barrio. Y esa declaración de devoción trianera no podía acabar sin un tributo a Lole y Manuel, y lo hizo con un cantar a la altura de la inolvidable pareja artística hoy separada.

Y todavía hubo mucho más cante grande: tonadas, bulerías y, sobre todo, una sentidísima solea dedicada a su padre murciano, ya fallecido, y nacido en una pedanía de Lorca. Esta vez, sí, el viejo mercado se venía abajo. Lo que allí había ocurrido bien lo justificaba. Fue un recital largo, flamenco, muy flamenco, sin demasiadas concesiones, sin copla, más allá del cuplé trufado entre las ráfagas de bulerías.

Poveda vino a La Unión muy en serio, con toda la honradez y el talento que lo han convertido en un cantaor de época. Y muy bien acompañado a ratos por el cante "subalterno" de José Manuel Soto, las palmas, y hasta el toque en la soleá de Carlos Grilo o la maestría en la guitarra de Chicuelo. Una noche emotiva y jonda.

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