Orden y tesón de una cómica
Irene Escolar es, a sus 25 años, un referente de la escena. Descendiente de una larga familia teatral, la actriz reivindica el orgullo por su trabajo
Subiendo una escalera interior se accede a un ático luminoso. El lucernario deja ver el cielo de Madrid y, al fondo, los tejados de ladrillo de la ciudad. Aquí, Irene Escolar tiene su lugar de trabajo, de descanso, yoga y lectura. El espacio que queda entre una cama que hace las veces de sofá, dos cómodos sillones frente a un televisor y una mesa con el ordenador, la actriz, de 25 años y una de las pocas que no ha parado de trabajar en estos tiempos tan duros para la profesión, declama, ensaya sus papeles, reflexiona y memoriza en voz alta, encuentra paz. Estos días, aquí mismo, repasa las dos obras teatrales de Lorca, El público y El sueño de la vida,textos sobre los que Lluis Pasqual va a trabajar en un taller en la Bienal de Teatro de Venecia y al que, por tercer año consecutivo, Irene Escolar se ha apuntado. “Es una experiencia única y un lujazo. Estás con los mejores dramaturgos y actores del mundo entero”. Estudiosa, la dedicación, responsabilidad y tesón que pone a todo lo que hace Escolar, dice ella que le viene de familia, de su abuela Irene Gutiérrez Caba y del resto de esa saga de cómicos que aprendieron su oficio sobre los escenarios, de su padre, director de producción y eterno madrugador. Lleva con orgullo la pertenencia a esa saga de intérpretes. “No me ha pesado nunca el apellido, lo he vivido siempre como algo natural, aunque sí creo que me obliga a superarme y a estar a su altura”.
Todo lo que hay en este lugar está en un orden perfecto, inmaculado —“necesito orden, las cosas en su sitio, me ayuda a concentrarme”—. Ahí están una bateria de fotos de ella de niña, de cara redondita y sonriente, de ella con su abuela, de sus amigas, el cartel de la obra Adiós, señorita Ruth, otro del maestro Samuel Beckett, el de One, two, three de Billy Wilder, este regalo de Gerardo Vera, y muchos, muchos libros de teatro.
Fue Álex Rigola, el actual director de la Bienal de Teatro de Venecia, quien marcó su futuro y su vida cuando con 17 años le ofreció interpretar el personaje de Crystal en la obra Días mejores, representada en La Abadía de Madrid. Desde entonces, la carrera de Escolar ha recorrido los escenarios de los mejores teatros en España y ha trabajado con los más grandes dramaturgos. Ha hecho cine, pero ella tiene querencia especial por los escenarios. “El cine ocurre cuando otros te quieren. El teatro tiene más de búsqueda personal”, explica la actriz, que viaja de continuo a las capitales europeas para ver teatro y encontrar obras que puedan ser adaptadas en España, como la última que dirigió Gerardo Vera en el Español El cojo de Inishmaan, de McDonagh.
En otoño le espera el rodaje de una película Un otoño sin Berlín, dirigida por Lara Izagirre —“estamos en un proceso de ensayos muy teatral, una experiencia que nunca he tenido en cine”—, y la posibilidad, por primera vez, de dar el salto de hacer teatro en catalán.
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