Oro negro en el Casino de Cartagena
El artista Per Barclay ha inundado con 2.000 litros de aceite el salón de un edificio del siglo XVIII en el centro de la ciudad
Los fluidos cambian la perspectiva de la realidad. Es la máxima que sigue el artista noruego Per Barclay (Oslo, 1955) y guste o no guste él lo consigue. La última de sus intervenciones en el Casino de Cartagena, edificio del siglo XVIII, no ha dejado impasibles a los vecinos que por curiosidad o interés se acercan diariamente a contemplar la obra. El artista ha reformulado la mirada del espacio arquitectónico desde el reflejo. Sus 'Oil Rooms' son instalaciones en las que la materia líquida es la protagonista para generar una tensión fundamental y llegar a entender sus propuestas. Consciente de lo que provoca en el espectador él describe esa tensión como "emocional e intelectual", herederas del imaginario noruego desde Edvard Munch.
La instalación, que podrá contemplarse hasta el 31 de julio consiste en un contenedor lleno de aceite negro en el que se refleja la estructura del edificio como si se tratara de un espejo de grandes dimensiones. Los visitantes pueden pasear alrededor de la misma para ver reproducida en su superficie una perspectiva de la techumbre acristalada, las escaleras y las diferentes ventanas del patio muy diferente de la que se tiene de este espacio. La luz juega un factor muy importante porque dependiendo de la hora en la que se visite la instalación los colores y los reflejos son diferentes. "El efecto de mis obras es que uno queda siempre en el exterior, la obra no te permite entrar. Esto crea una sensación de ansiedad y produce cierta violencia, es lo que intento expresar con mi trabajo, la idea de extrema violencia que existe en la sociedad contemporánea", dice Per Barclay cuando habla de sus obras. ¿Alguien ha logrado traspasar ese espacio? Siempre hay una primera vez y el primer visitante metió uno de sus pies y quedó clavado ante el estupor de los vigilantes.
En los trabajos del artista noruego destacan los espacios inundados por aceite, vino sangre o agua. En la mayoría de los casos, y ocurre en la exposición organizada por La Mar de Músicas, el líquido opaco impide ver qué se esconde bajo la superficie. La obra está compuesta por un contenedor de PVC y su estructura está pensada para que el espectador bordee su margen exterior recreando un escenario en el que el elemento dramático esté presente. Cuando uno se sitúa al borde le da sensación de vacío y vértigo. Se encuentra ante una superficie que puede mirar pero no tocar y por tanto la cara oculta tiene tanta importancia como la que se ve. Barclay considera que el punto de partida de su trabajo es el espacio y las formas de ocuparlo y los materiales que utiliza como el aceite industrial o la sangre están cargados de simbolismo.
Su intervención en el Ayuntamiento consiste en una instalación de vino que a través de un sistema neumático impulsa líquido a un kilométrico tubo transparente articulado que se extiende por diversas dependencias del inmueble. El conducto, según el autor, semeja sobre el suelo un ser vivo en movimiento. Como si se tratase de una masa animada esta instalación va expandiéndose y reproduciendo una imagen en la que el fuerte líquido rojizo, 100 litros de vino de Jumilla, y el movimiento ofrecen un aspecto orgánico con respiración en la que se alternan los ritmos cardíacos.
Per Barclay comenzó desde sus orígenes a trabajar con los conceptos de tensión y dramatismo que son la base de sus piezas. Su serie de trabajos incluye interiores inundados, instalaciones sonoras y formas hinchables y digitalizaciones fotográficas murales. Entre sus exposiciones más importantes destacan la Galería Michel Rein en París, el Palacio de Cristal de Madrid, Museo Nacional de Arte Contemporáneo de Oslo o el MOI Deptford Street de Londres.
Niños colgados de una jaula
En 1997, la niña de cuatro años Maribel Ignacio fue rescatada por la Policía Judicial mexicana después de haber pasado dos encerrada en una jaula de 90 por 50 centímetros, a la intemperie y sobre un chiquero, en la que hacía sus necesidades fisiológicas y pasaba días sin comer. Sus padres, María Guadalupe y Juan Higinio, decidieron el encierro de la niña porque, según dijeron, les molestaba mucho, pero también porque esa jaula era para ella “como una cuna”. Carmen Calvo (Valencia, 1950), impresionada por ese suceso, decidió realizar una instalación en la que combinar diversos elementos relativos al universo de los niños, como juguetes, sonidos... Extraños e inocentes elementos relativos al fácilmente destruible universo de la infancia. Alrededor de la caja, la sala se llena de dibujos sobre niños. Una mirada inocente al mundo infantil que sin embargo denuncia las injusticias que la sociedad adulta provoca en los más indefensos. La instalación de la artista valenciana es una crítica a los abusos que soportan los más débiles, a su desamparo, sus llantos sin respuesta, a la ferocidad que les rodea en tantísimas ocasiones, a la inocencia.
De sueños rotos y una sociedad inmadura y cruel es de lo que habla la artista Carmen Calvo en Una jaula para vivir. La muestra para La Mar de Músicas se puede ver en el Palacio Molina de Cartagena hasta el 31 de agosto.
Babelia
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