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Alcohol y decibelios

Ray Davies propone en el Jazzaldia el mejor concierto de cuantos ha ofrecido en suelo español

Ray Davies, en el Festival de Jazz de San Sebastián.
Ray Davies, en el Festival de Jazz de San Sebastián.Javier Hernández Juantegui

No llueve en San Sebastián. Primera noticia. Sol, calor (moderado), y ganas de marcha: los ingredientes necesarios para una primera jornada del festival Jazzlandia que se anunciaba multitudinaria y festiva, y vaya si lo fue. Las dos cosas. La playa de Zurriola, hasta los topes, en la medida en que una playa de casi un kilómetro de longitud puede estarlo; y, delante de todo, el primer punki de la historia. Ray Davies, de rojo, por la pelambrera, y negro, por todo lo demás, y gris perlado, por la americana. “Un eventual regreso de los Kinks sería como El retorno de Frankenstein", declaraba horas antes del concierto, queriendo decir que no, pero quién sabe, a la resurrección del único grupo que planteó una alternativa al bipartidismo Beatles-Rollings.

Para abrir boca, un arrebatador “I need you” a un volumen apenas ensordecedor. Davies reivindica la memoria del grupo que inventó el heavy metal sin dejar de ser pop. Y, como muestra, la deliciosa Tired of waiting. Los Kinks: cuatro adolescentes con tendencia a complicarse la vida. “A mi hermano le gustaba colgarse de las lámparas y romper cosas, y a mí un mánager me amenazó con lanzarme por el balcón si no dejaba el alcohol”, recordaba Davies con un asomo de nostalgia. El pop en su más pura esencia.

La descarnada 20th century man da paso a Till the end of the day. Las altas temperaturas no sólo ambientales imponen un cambio de atuendo: del negro al blanco, y chupito de cerveza de la conocida marca que patrocina el festival. Por lo que beben les distinguirás. El músico de jazz, hoy, bebe alcohol en la intimidad; sobre el escenario, agua mineral, y solo eso. Con esto que, uno no se imagina a Ray Davies en la intimidad del hogar escuchando A love supreme una tarde de fina lluvia, pero denle un bar bien provisto. Davies, lo demostró durante su actuación, es una autoridad en materia cervecera. A las pruebas me remito.

Foto: atlas | Vídeo: ATLAS

Total, que se hizo la noche, se iluminaron allá al fondo los cubos del Kursaal, y el escenario gimió de dolor con All day and all of the night. En algún momento, los integrantes de los Kinks se lo pensaron: si se puede subir el volumen del ampli a tope, ¿por qué no hacerlo?. Es el momento de la verdad. La voz de Davies se sube sobre la marcha a la melodía, viene y va, busca acomodo sin conseguirlo... definitivamente, no es la mejor versión del tema que nunca hayamos escuchado. La edad, y la cerveza, es lo que tienen.

You really got me. El septuageniario rey de la cosa coge la armónica, pero el sonido no le acompaña, y se olvida de ella. No es tu día, Ray. Para el final, Waterloo sunset en doble versión, acústica y roquera. Davies lo confirma: ha sido el mejor concierto de cuantos ha ofrecido en suelo español. Y el más emocionante Después de algo así, ¿quién necesita a los Snarky Puppy?. Pero estas son las cosas de los macrofestivales, que le obligan a uno a viajar de un escenario a otro sorteando mil peligros para escuchar, en la medida en que la multitud se lo permitió, al noneto neoyorquino del que todo el mundo habla, con 8 discos en su haber y un constante viajar entre festivales y continentes. Se entiende en la medida en que su música es un pastiche resultón, con su poco de muchas cosas, y su mucho de fusión al estilo setentero (Weather report). Uno no está seguro de que justo ese sea el estilo a reivindicar en tiempos como los actuales, o en ningún tiempo, pero bueno. Ya saben: lo importante es copiar sin que se note.

De este modo desembocó la noche en su final, con el aquelarre funky de George Clinton y su conjunto en el que se funden los anteriores Parliament y Funkadelic. Imagínense una multitud de aprox. 15 personas cada cual a su bola, el matón de barrio puro glamur con el que parece recién rescatado de un albergue de menesterosos, y cada cual cantando una melodía distinta a voz en grito, y 2 gogos vestidas de almacén de saldo moviendo el trasero de aquel modo, y la inescrutable masa sonora resultante sometida a una base rítmica sutil como un bloque compacto de granito de 15 X 15 metros, y todo ello sucediendo al mismo tiempo y a un volumen de sonido tal que resultaba perfectamente perceptible desde un lado de la ciudad al opuesto. Eso fue el espectáculo brindado por el titán del P.Funk de 73 años (3 más que Davies), junto a sus “hermanos extraterrestres” del planeta del ritmo, incluyendo 2 de sus nietas. Demasiado para el body de quien, sin llegar a tanto, ya tiene sus añitos. Así que, son su permiso, me retiro a mis aposentos. Será hasta mañana.

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