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CRÍTICA | CLÁSICA

Apoteosis de la nostalgia

Plácido Domingo protagoniza un decepcionante recital en el Teatro Real bajo el título 'A mi España'

Los cantantes Plácido Domingo y Ana María Martínez, ayer en el Teatro Real.
Los cantantes Plácido Domingo y Ana María Martínez, ayer en el Teatro Real.Javier del Real

Con Plácido Domingo las fronteras entre lo racional y lo irracional son imprecisas. La relación, el miércoles en el Real entre lo que sucedió en escena y la reacción en sala es una prueba de ello y va más allá de criterios artísticos, entrando en una categoría compartida por la cultura del espectáculo, la componente afectiva y la añoranza de otros tiempos. Que Plácido Domingo es una figura histórica excepcional en el mundo del canto está fuera de discusión. Que su recital del Real dejó artística y musicalmente mucho que desear es más que evidente. Pero nadie que hubiese tenido acceso únicamente al delirio del público en cada una de sus intervenciones lo diría. El carácter de homenaje, de admiración y estima que suscita el tenor, sepultó por completo las deficiencias de su actuación. El programa llevaba por título A mi España. Era toda una declaración de intenciones que arropaba una habilidosa selección de fragmentos de zarzuela y óperas de temas españoles como Don Carlo, Il trovatore, Ernani, Don Giovanni (un título del XVIII y no del XIX, como está escrito en la austera cuartilla que se reparte a modo de programa de mano), Le nozze di Figaro o Carmen. La predisposición al triunfalismo nacional estaba servida en bandeja. Ello, claro, sin negar la coherencia de la propuesta.

La cultura operística de los divos sigue teniendo una gran fascinación en determinados públicos. Se añoran, a veces, a aquellos cantantes que marcaban con su presencia la vitalidad de un género volcado en las emociones. Domingo ha sido siempre uno de esos divos indiscutibles. Durante un cuarto de siglo he agotado todo mi vocabulario de calificativos elogiosos para ensalzar sus actuaciones. Me habría encantado continuar en esa línea, pero su concierto en el Real ha sido decepcionante, una caricatura de lo que el propio tenor ha mostrado una y otra vez. Ya su comienzo con un aria de Don Carlo encendió las alarmas. Daba la sensación de encontrarse cansado y nervioso, tenía problemas en delimitar de forma convincente un estilo bien de corte tenoril o bien baritonal, y hasta se percibían ligeras dificultades respiratorias. Su faceta de actor estaba más forzada que en otras ocasiones, sin esa naturalidad intuitiva que le ha acompañado allá donde ha actuado. Pensábamos algunos que se redimiría en la segunda parte del programa dedicada a la zarzuela. No fue así. Con la romanza de La del soto del parral, que abría este bloque, continuó en la misma línea de vacilación. De cuando en cuando proyectaba alguna de esas frases que encandilan por pura energía vocal, pero otras veces bajaba de tonalidad las romanzas e incluso surgían problemas de afinación. A su lado la soprano puertorriqueña Ana María Martínez se mostró correcta y sosa. Un ejemplo: De España vengo fue impecablemente cantada pero sin ninguna chispa, sin gracia. La Sinfónica de Madrid acompañó con eficacia y se mostró titubeante en algún intermedio, a las órdenes del joven argentino Alejo Pérez.

¿Pesa la edad en Domingo o es simplemente un mal día?. Quiero creer lo segundo. El pasado fin de semana actuó en Madrid, en los teatros del Canal, una de las figuras históricas europeas de la canción popular, el fadista Carlos do Carmo, de la edad de Domingo o algo mayor. Su actuación fue exultante. Estaba cada detalle cuidado al máximo y todo funcionó a las mil maravillas provocando un éxito excepcional. Ya sé que no es lo mismo el fado que la lírica teatral, pero lo saco a relucir porque a partir de cierta edad, en cantantes de leyenda, hay que cuidar cada intervención pública con un mimo exquisito. Carlos do Carmo lo hizo y tengo la sensación de que Domingo ha abusado de la improvisación, algo que siempre se le ha dado de perlas, pero que en esta ocasión ha resultado insuficiente. ¿Lo que se conoce por un bolo? Pues más o menos.

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