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feria de san isidro
Crónica
Texto informativo con interpretación

El toro de la feria ridiculiza a Madrid

A 'Cartuchero' le cortó la oreja Luque, que estuvo lo bien que puede estar un torero de medianías

Antonio Lorca
Daniel Luque sale por la Puerta Grande de Las Ventas.
Daniel Luque sale por la Puerta Grande de Las Ventas.Julian Rojas

Esta noche salió al ruedo de Las Ventas el toro de la feria, Cartuchero de nombre, de 573 kilos, lidiado en tercer lugar por Daniel Luque. Como corresponde a su encaste, fue de menos a más, empujó con los riñones en el caballo, acudió presto en banderillas y, llegado el tercio final, el animal ofreció toda una lección magistral de encastada nobleza, de codicia, de acometividad y calidad suprema. La faena fue larga, pero el toro no dejó de embestir por ambos lados, con la cara por los suelos, persiguiendo con pasión la muleta y ofreciendo todo un recital de bravura.

Claro, que la casta no es bobalicona y al comienzo del trasteo puso en apuros a su matador, que se veía incapaz para detener y mandar el vendaval del tranco espectacular de su oponente, que se arrancaba de lejos con cierta violencia. A medida que se atemperó su fuelle, el toro fue ganando en suavidad, pero no perdió nunca un ápice del brío que caracteriza a los bravos de verdad. Así, hasta siete largas tandas en las que no claudicó jamás y pedía guerra y más guerra para satisfacer su hambre de engaño.

PUERTO / PADILLA, EL CID, LUQUE

Toros de Puerto de San Lorenzo,—el primero, como sobrero— bien presentados, bravos en los caballos, nobles y blandos. Muy encastado y de calidad excepcional el tercero, que fue despedido con una gran ovación.
Juan José Padilla: pinchazo, media y un descabello (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio).
Manuel Jesús 'El Cid': metisaca, pinchazo, estocada que hace guardia (silencio); estocada desprendida, cuatro descabellos —aviso— y un descabello (silencio).
Daniel Luque: media estocada —aviso— y un descabello (oreja); pinchazo y estocada (oreja). Salió a hombros por la Puerta Grande.
Plaza de las Ventas. 5 de junio. Vigésimo octava corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Pues a este toro, sorpréndase quien pueda, ni se le pidió la vuelta al ruedo, que el presidente, lógicamente, no concedió, lo que viene a demostrar que Las Ventas tocó fondo y quedó en entredicho y ridiculizada para los restos. Pero le cortaron una oreja que paseó su matador, Daniel Luque, que estuvo todo lo bien que puede estar un torero de medianías, más sobresaliente en el arrimón que en el toreo fundamental, que ejecuta con todas las ventajas de la imperante modernidad.

Luque no le llegó a los tobillos a toro tan extraordinario, un regalo de fijeza, prontitud, alegría y poder. Pero lo dicho no pretende ser ningún demérito, pues recuerden la frase de Belmonte a un torerillo: “Pídele a Dios que no te toque un toro bravo”. A Luque le tocó, y lo volvió loco, como le hubiera ocurrido al 90% del escalafón de matadores.

Ovación y Pitos

Gran corrida de Puerto, brava y noble, con un excepcional Cartuchero, lidiado en tercer lugar.

Fracaso sin paliativos de Padilla y El Cid, y triunfo menor de Daniel Luque.

Destacó sobre todos ese toro tercero, pero toda la corrida, con sus altibajos, aprobó con altísima nota, pues hizo una buena pelea en los caballos y derrochó nobleza y un largo viaje en el tercio final; le sobró kilos y le faltó fuerzas para haber alcanzado un triunfo clamoroso.

Por cierto, Luque salió a hombros por la Puerta Grande tras una faena de algunos detalles al sexto, otro noble toro, que dio mucho más de lo que recibió. La plaza, no se sabe por qué, pidió la oreja con tal entusiasmo que no hizo más que reflejarse en su propio desconocimiento y decadencia. Esta noche, quien mereció salir por la Puerta Grande fue la corrida entera, pero no Luque, que estuvo muy por debajo de su lote.

Mucho más graves son los casos de Juan José Padilla y El Cid. El primero ofreció un recital de antitoreo ante su muy noble primero, al que aburrió a mantazos, siempre despegado, siempre en línea recta, a años luz de la calidad del animal. Noble, también y más parado el cuarto, y lo de Padilla, otra vez, fue un tostón.

Estaba El Cid haciendo como que toreaba al quinto y se escucha una voz popular que dice: “Queremos ver a El Cid”. Nunca menos palabras fueron más certeras. Queremos ver al verdadero El Cid y no a este, desconfiado, fuera cacho, acelerado y destemplado, que aburrió al toro y a toda la plaza. Tampoco encontró el camino ante el segundo, otro nobilísimo, al que muleteó con mucha rapidez y con escaso mando.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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