Hipnosis en blanco y negro
En ‘Ida’ nada desprende impostura, es antigua y rara en el mejor sentido
Es una película rodada en un precioso blanco y negro y que no puedo ni quiero imaginármela en color, en la que su elección cromática sirve para hacerte respirar la época en la que está ambientada. Son los años sesenta en Polonia y si no poseyeras datos de ella creerías que fue concebida en aquel tiempo por un poderoso creador de imágenes, que no es cine de ahora. Utiliza el formato 4:3, la pantalla es casi cuadrada. Y tiene sentido, no es gratuito, coqueto, ni experimental. No existe música subrayando las emociones de los personajes, aunque a estos les ocurran muchas y terribles cosas. La única que escuchamos es la que ponen en su casa (Bach), cantos religiosos en una iglesia, o cuando alguien interpreta al saxo, con veneración y sentimiento Naima, de John Coltrane. El metraje es de 80 minutos, el tiempo que necesita el director para contarte esta historia con tanta precisión como poder de sugerencia. No sobra ni falta un plano. Me siento hipnotizado de principio a fin.
Nada desprende olor a impostura. El claustro nevado de un convento, la bruma acercándose a un bosque, un tenue rayo de sol filtrándose en un cementerio, parece que siempre han pertenecido en esos paisajes, que no forman parte de la puesta en escena. Todo resulta insólito en Ida. También complejo, duro, misterioso, trágico, desgarrado, sutil, humano en su anverso luminoso y en su reverso tenebroso.
Narra la breve y trascendente iniciación en el mundo real, en la lacerante historia de su familia, de una joven huerfana que va tomar los hábitos de monja, que desde que ella recuerda ha vivido en un convento, protegida de la intemperie que puede crear el exterior. Una tía de la que desconocía su existencia le revelará que es judía de nacimiento y que el horror pudo ser el culpable de la desaparición de sus padres y de su hermano.
IDA
Dirección: Pawel Pawlikowski.
Intérpretes: Agata Trzebuchowska, Agata Kulesza, Joanna Kulig, Dawid Ogrodnik, Adam Szyszkowski, Jerzy Trela.
Género: Drama. Polonia, 2013.
Duración: 80 minutos.
El director polaco Pawel Pawlikovski (Ida es su quinta película y lamento profundamente no haber conocido su cine hasta ahora) describe el viaje de estas dos mujeres con vivencias y mundos tan opuestos a la búsqueda de ese pasado que intuyen atroz, van a investigar la época de la invasión alemana de Polonia y constatar que el Holocausto lo perpetraron los nazis, pero que también existió la pasividad cómplice con los invasores y la codicia hacia las posesiones de los judíos entre bastantes nativos, algo que también denunciaba Claude Lanzman en Shoah al hacer exhaustiva notaría del espanto en Treblinka y en Auschwitz.
La catártica relación entre la tía, esa mujer endurecida, cínica, hastiada y amarga, antigua fiscal del Estado y firmante de numerosas penas de muerte contra presuntos antirevolucionarios, alcohólica y folladora compulsiva de hombres de una noche , y su enigmática sobrina, amante a perpetuidad de Dios pero con lógicas tentaciones hacia los placeres de la carne, que va conociendo la infamia que puede habitar en los seres humanos en determinadas circunstancias pero también las sensaciones placenteras que le podría ofrecer la existencia fuera de la protección del convento, está admirablemente descrita, con gestos tan leves como reveladores, con silencios y miradas llenas de expresividad y matices, con diálogos breves y justos, con la creación de una atmósfera magnética y creíble.
Si la actriz que interpreta a la joven aspirante a sierva del Señor causa duradera inquietud, el personaje de su desesperada tía, de esa mujer que parece estar de vuelta de todo pero que sigue sangrando por dentro, deslumbra desde su desgarrada aparición hasta su sorprendente y brutal desenlace. Esa actriz extraordinaria se llama Agata Zulesza. Sigo pensando en “Ida” después de verla tres veces. En su belleza, en su pureza visual, en su sobriedad narrativa, en lo que comprendo transparentemente y lo que me siembra dudas o me deja perplejo . Es rara y antigua en el mejor sentido, es cine muy bueno, con estilo y aroma a tiempos lejanos.
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