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CRÍTICA | LAS AVENTURAS DE PEABODY Y SHERMAN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo improbable de la historia

Peabody y Sherman no parecían material idóneo para una adaptación en clave de animación 3D, pero la película resuelve el desafío de manera triunfal

Fotograma de la película 'Las aventuras de Peaboy y Sherman'.
Fotograma de la película 'Las aventuras de Peaboy y Sherman'.

La sección “El señor Peabody y lo improbable de la Historia”, incluida en el espacio Las aventuras de Rocky y sus amigos —serie que emitía Televisión Española cuando este crítico iba, literalmente, al parvulario—, ponía al servicio de la didáctica irreverente los viajes temporales del atildado can protagonista junto a Sherman, su hijo adoptivo humano. Con trazo sintético y un tan inteligente como pragmático uso de la animación limitada, el animador Jay Ward equilibraba humor culterano y comedia tonta en un soberbio ejemplo de televisión infantil altamente sofisticada, que no obviaba referencias al clima de Guerra Fría.

LAS AVENTURAS DE PEABODY Y SHERMAN

Dirección: Rob Minkoff

Animación.

Género: Ciencia-ficción.

Estados Unidos, 2013

Duración: 92 minutos

Peabody y Sherman, un prodigio de la línea pura, no parecían material idóneo para una adaptación en clave de animación 3D, pero la película de Rob Minkoff (El rey león) resuelve el desafío de manera triunfal. La película busca equivalentes corpóreos al esquematismo gráfico del modelo, respeta la esencia de sus personajes, sólo atenúa un par de grados el mordiente del humor marca Ward y logra que la gracia keatoniana de su perro protagonista sobreviva y domine la situación en el contexto de una súper-producción tan frenética como requiere el gusto contemporáneo. Con su recorrido por la Revolución Francesa, el antiguo Egipto, la guerra de Troya y la creación de la Gioconda, partiendo de una reunión social condenada al desastre, Las aventuras de Peabody y Sherman ni subestima al espectador infantil, ni habla en doble sentido para seducir al adulto. Por el contrario, permite que todo el mundo participe de su irresistible fiesta.

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