Lo absoluto
La realidad y la ficción son difíciles de distinguir, precisamente porque todo el mundo cree distinguirlas con facilidad


La realidad y la ficción son difíciles de distinguir, precisamente porque todo el mundo cree distinguirlas con facilidad. La ficción trata de crear una sensación de realidad y la realidad, constantemente, provoca emociones, soluciones y recursos ficticios. Así que es evidente que acaban por funcionar a un ritmo acordado. Por ejemplo, hace tiempo que el cine considerado más importante, ofrece películas que aspiran a retratar lo absoluto. Si uno atiende a las últimas películas de Terrence Mallick o Sorrentino o Lars von Trier encontrará la enorme pretensión de dar con el sentido de la vida, la solución al vacío existencial o la respuesta a los instintos sexuales. Ahí es nada. Para ello ponen en primera línea del relato su propia conciencia, vocean el subtexto. Por poner de ejemplo a Kubrick, que es un autor respetado, han elegido la trascendencia de 2001 frente a la magistral y sutil juguetería de Atraco perfecto.
Este desprecio por la humilde pequeñez del relato recuerda un poco a la evolución de la pintura. Cuando tras siglos de retratar solo grandes personajes, escenas bíblicas y momentos cumbre, alguien pintó una liebre abatida o un cuenco con frutas y se cayó en la cuenta de que lo ínfimo podía ser trascendente y que gritar desde el púlpito no era hablar más sabio. La moda actual invade también la vida política. Porque detrás de las reformas sobre seguridad, aborto, educación o catalanidad, sobre inmigración y cuentas, hay una tendencia obsesiva por lo absoluto. Por pretender resolver en las líneas de un prerrelato legislativo la vida sobre la Tierra.
La pretenciosidad política siempre será más peligrosa que la artística. Porque invade de iluminados la escena cotidiana en un momento de desamparo y pérdida de protección general. Un discurso absoluto ordena la existencia de los ciudadanos desde arriba. Por desgracia, lo necesario en este momento es ordenar sus condiciones de vida desde abajo, desde un relato personal, casi particular, resolviendo problemas urgentes de esta misma tarde, tragedias desencadenadas no en la galaxia, sino en el bajo derecha. De Sica contó la historia de la humanidad con un padre, un hijo y una bicicleta. Todo lo que vuela más alto se separa demasiado de la causa de los hombres. En el arte es ridículo; en la política, dramático.
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