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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Penisneid’

En un artículo de prensa ficción se planteaba la hipótesis de que el 'caso Bárcenas' hubiera sucedido en Alemania. Según los germanos, el rosario de dimisiones habría sido espectacular

David Trueba

En un artículo de prensa ficción se planteaba la hipótesis de que el caso Bárcenas hubiera sucedido en Alemania. Según los germanos consultados, el rosario de dimisiones habría sido espectacular. Pero esto es España. En un ejemplo de cómo funciona el subconsciente, el juez que habilitó la investigación sobre la trama de desvío de dinero público desde la red de Francisco Correa, eligió la traducción de este apellido al alemán, Gürtel, para dar nombre a la operación. Pero no basta con bautizar en alemán los esfuerzos quirúrgicos para frenar la metástasis de corrupción nacional. De hecho, el juez es por ahora el único condenado, en claro giro de la trama hacia la españolada.

El acuerdo de Merkel y los socialdemócratas para gobernar en Alemania asombra a los españoles aún por asombrar. Las negociaciones han sido espaciadas en el tiempo y los acuerdos se presentan con luz y taquígrafos. El reparto de carteras ministeriales sorprende a cualquier español habituado a que un partido gane las elecciones y le dedique al otro un corte de mangas que dura toda la legislatura y en cada debate parlamentario los miembros del Gobierno respondan haciendo un calvo a todas las preguntas del resto de diputados. Si la canciller alemana fuera española, aparte de un poquito más de salero, se inclinaría a gobernar por decreto y leyes mordaza y se comunicaría con los teutones a través de teles de plasma de 50 pulgadas. Solo se saldría del guión para hacer algún comentario sobre la Bundesliga.

Muchos han sido los estudiosos que han tratado de definir lo que Freud quería decir cuando habló de la envidia de pene. Al utilizar la palabra Neid jugó con la doble significación de envidia, pero también ganas. En España ya sabemos, por boca del añorado Fernán Gómez, que no se practica la envidia, sino el desprecio. Ahora lo que nos queda por conocer es si los españoles tienen ganas. Ganas de cambiar los modos políticos, las interesadas dicotomías radicales entre partidos, el enfrentamiento de apariencia irresoluble entre ellos, los desafíos primarios de un esencialismo innegociable. El Penisneid español se traduce por un desprecio a los alemanes, pero unas tremendas ganas de ser gobernados por algo similar a su entramado federal.

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