El lado oscuro de la ciudad
La génesis mestiza del ‘rock & roll’ sería un mito creado por veteranos blancos de las luchas de los sesenta
La historiografía del rock es tan joven —poco más de cuarenta años— que está sometida a sacudidas periódicas. Como las que provoca The chitlin' circuit and the road to rock 'n' roll, el libro de Preston Lauterbach. Viene a reafirmar que el rock 'n' rollnació entre la minoría negra y que llevaba años de productiva existencia antes de que lo rebautizaran así, para etiquetar a Bill Haley o Elvis.
Lauterbach arremete contra la versión oficial que habla de una confluencia de tradiciones musicales negras y blancas. Según su interpretación, es un mito creado por veteranos de los sesenta. Un mito benévolo, pensado para restañar las heridas de la lucha por los derechos civiles.
En realidad, The chitlin' circuit... es menos tratado musicológico que crónica de una subcultura. Chitlin' viene de chitterlings, los intestinos delgados, desechos de la matanza del cerdo que quedaban para los esclavos. Por extensión, el chitlin' circuit era la cadena de locales que recorrían los artistas negros, musicales o no, en años de completa segregación.
Exacto: los han visto en películas, como Ray, el biopic sobre Ray Charles, o Gran bola de fuego, sobre Jerry Lee Lewis: al comienzo, Jerry y su primo, el futuro predicador Jimmy Lee Swaggart, son dos niños que se acercan a espiar lo que ocurre en Haney's Big House, un club negro en Ferriday (Luisiana).
Naturalmente, la escena está fotografiada y coreografiada como si fuera un videoclip. El chitlin' circuit incluía antros bastante más primitivos, como aquel donde ocurrió el suceso que inspiró a B. B. King el nombre de su guitarra. Ya saben la leyenda: dos parroquianos pelean y derriban el bidón donde arde queroseno, para calentar el ambiente. Las llamas invaden el galpón y todos huyen en estampida: en 1940, un incidente similar en Natchez causó 209 muertos. Arriesgando su vida, B. B. vuelve a entrar, a rescatar su preciada guitarra. Ya a salvo, pregunta por las razones de la bronca: “Nada, discutían por esa camarera, Lucille”.
Frente a esas anécdotas crudas, The chitlin' circuit... retrata un negocio relativamente sofisticado, donde se integraban agentes artísticos, promotores y, en menor medida, periodistas, locutores, disqueros. Los personajes esenciales eran los promotores: controlaban la diversión en los barrios negros o las zonas rurales. La música prosperaba en los cubiles propios del vicio, lo que significaba prostitución, alcohol, apuestas ilegales, drogas. Cada boss era mitad hombre de negocios y mitad político: debía tratar con policías, caciques blancos, reformadores sociales.
Lauterbach incluso reivindica a personajes habitualmente satanizados como Don Robey, el capo de Houston, que resolvía los conflictos con pistolas y que aparecía misteriosamente como coautor en muchos discos. Robey fue el responsable del lanzamiento de Louis Jordan: al frente de Tympani Five, ejemplarizó la evolución de las big bands hacia los combos, de sonido más agresivo, con desmelene de guitarra eléctrica y saxo. Que es otra forma de decir rock 'n' roll, aunque pocos practicantes de esa música alcanzaron la riqueza narrativa de Jordan.
Jordan competía con Joe Liggins, Roy Milton, Wynonie Harris, Amos Milburn, Roy Brown, Bull Moose Jackson. En mayor o menor grado, todos tocaban lo que cualquier oyente moderno llamaría rock 'n' roll, excepto que la industria lo denominaba entonces rhythm and blues, jump o boogie.
En verdad, imposible sintetizar el torrente de personajes y sucedidos que hacen de The chitlin' circuit... una lectura vertiginosa. Se añaden piezas para completar vidas turbulentas: sabemos ahora que Litte Richard comenzó como transformista, bajo el seudónimo de Princess Lavonne. Y que conoció la pobreza más total cuando su padre fue asesinado. Hacia 1955, cuando la carrera de Little Richard despegó, sus bolos regionales fueron resueltos por un imitador, un tal James Brown.
El chitlin' circuit sigue funcionando en el Sur de los Estados Unidos, fuera del radar de los medios. Ahora llena recintos grandes, combinando artistas variados: Sir Charles Jones, Denise LaSalle, Latimore y, como estrella máxima, Bobby Rush. Pero la conexión con el pasado está, para quién quiera verla: el gran promotor es ahora Rodgers Redding. Exacto: el hermano de Otis.
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