Único
¿Quién demonios va a atreverse a mostrar indiferencia ante la desaparición de un símbolo tan grandioso como Mandela?
Lincoln hubiera flipado de gozo al constatar que el gran héroe del siglo XX y también otro que lleva camino de serlo en el XXI pertenezcan a esa raza con la que él se empeñó en que tuviera los mismos derechos que los blancos, cargándose la esclavitud a sangre y fuego y pagando la factura de su humanista osadía al ser acribillado en un teatro por un actor de segunda fila. El primer héroe acaba de morir en olor de santidad y se llama Mandela. El segundo, un tal Barack Obama (ojalá que también pueda palmarla en la cama, que los de siempre no decidan convertir en mártir al negro que consiguió el trono del universo), asegura que no puede imaginar su propia vida sin el ejemplo que dio Mandela. Y, cómo no, los políticos de cualquier parte e ideología, se deshacen con expresión desolada entonando emocionadas loas al finado. Aunque sean muy sinceros, todo suena a frases hechas.
¿Quién demonios iba a atreverse a mostrar indiferencia ante la desaparición de un símbolo tan grandioso? Hasta los que le entrullaron durante 27 años en una celda diminuta acabaron bendiciendo su magnánima y pragmática figura. Aunque creo recordar que Margaret Thatcher, aquella campeona del liberalismo, aquella bruja especializada en sacudirle escobazos a los pérfidos y antipatrióticos huelguistas, personificó su idea del terrorismo en Mandela. Pero no escucho en ningún lugar el testimonio sobre Mandela del sudafricano que más me apasiona, de un escritor genial llamado Coetzee, alguien que detestaba el país del apartheid, pero convencido de que después de su desaparición seguía imperando la desgracia.
Muestran una fotografía del Mandela anciano en la que no sonríe, con la mirada tan triste como perdida. Un señor con gafas le agarra la mano con expresión fraternal. Es el actual presidente de Sudáfrica. Y detrás de ellos aparece un grupo de gente con gesto entre jovial y beatífico. Son la familia de Mandela. Al parecer, también poseen vocación de buitres y de sanguijuelas. Dos nietas montaron un reality show en el que visitaban eufóricas la celda en la que intentaron pudrir al abuelito. Otro pretende instalar los huesos de Mandela en un hotel de lujo que posee. Hay hostias entre ellos por pillar los derechos de imagen y la herencia del prócer. No se puede tener todo, gran hombre.
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