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crítica de 'come, duerme, muere'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La zona gris sueca

Incluso el primerísimo mundo tiene sus zonas grises. ¿O acaso creían que existía el paraíso en Suecia? Allí también hay problemas

Javier Ocaña
Nermina Lukac, en 'Come, duerme, muere'.
Nermina Lukac, en 'Come, duerme, muere'.

Incluso el primerísimo mundo tiene sus zonas grises. ¿O acaso creían que existía el paraíso?

Suecia también. Y aquí está para demostrarlo Come duerme muere, debut en la dirección de Gabriela Pichler, con la crisis económica como detonante, y la inmigración y el paro como acompañantes. Y eso que allí tienen un 8% de desempleo y nosotros parecemos abocados a no bajar del 25% en no se sabe cuántos años.

COME DUERME MUERE

Dirección: Gabriela Pichler.

Intérpretes: Nermina Lukac, Milan Draqisi, Jonathan Lampinen, Peter Fält.

Género: drama. Suecia, 2012.

Duración: 104 minutos.

Pichler lo hace a través de una especie de Hija Coraje. Parafraseando a Bertolt Brecht, la joven sueca de origen montenegrino que protagoniza la película es la base del sustento, de la moral, de la vida familiar al completo. Muy en la órbita de la Rosetta de los hermanos Dardenne, tanto en el fondo como en la forma, aunque aquí la típica cámara pegada al rostro y al cogote de los personajes esté algo más calmada. Eso sí, los cortes bruscos en el continuo secuencial, la ausencia de música y el tratamiento lumínico son muy semejantes. Casi en tono documental en las secuencias donde los desempleados hacen terapias de grupo que no pocas veces sonrojan y enervan, la película destaca sobre todo en esos instantes en los que la cámara decide apartarse de los rostros (son ellos, podríamos ser nosotros, somos todos), para instalarse en manos y dedos, en sus movimientos y en sus temblores, como una molestia de tripas que desemboca en dolor de estómago.

Premio de la Crítica en el Festival de Venecia de 2012, Come duerme muere incide así en los males de la sociedad contemporánea a través de métodos que ya han utilizado otros muchos en la última década. Lo que no es que sea malo, es que es reincidente, y por ello el mérito es menor.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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