Saatchi triunfa en su subasta sin red
La galería recauda 3,6, millones de euros en la venta medio centenar de grandes obras sin precio mínimo garantizado
La Saatchi Gallery recaudó este jueves por la noche casi 3,1 millones de libras (3,63 millones de euros) en una subasta a la que se había tirado sin red: ni precio orientativo ni precio mínimo garantizado. Como se esperaba, la gran triunfadora fue Tracey Emin, cuya obra To Meet My Past, fue adquirida por un coleccionista privado europeo por 568.000 euros, su record personal.
Rebecca Warren también registró un record personal con la venta de su serie de esculturas She por 454.000 euros, adquiridas también por un coleccionista europeo privado. Más atrás quedó la llamativa Marthe, de Berlinde de Bruyckere, comprada por una institución europea por 313.000 euros.
Ya a una cierta distancia quedaron Martin Honert por sus gigantes “Riesen” (228.000 euros) y “Ghost”, las mujeres orando de Kader Attira por las que un comprador anónimo pagó 214.000 euros.
Todas y cada una de la cincuentena de obras que salieron a la venta obtuvieron comprador. Antes, y por unos días más, se han podido ver en The Sorting Office, un inmenso depósito de correos en desuso situado en New Oxford Street, en el centro de Londres. Despojado de tabiques y mobiliario, es un espacio enorme, desnudo, dominado por vetustos pilares, conducciones metálicas de ventilación y cables al pairo que se parece más a un aparcamiento destartalado que a una galería de arte. Y, sin embargo, durante toda esta semana esa ha sido su función: exhibir el medio centenar de obras que la Galería Saatchi sacó anoche a subasta para recaudar fondos con los que pagar sus actividades educativas y su política de entrada gratuita.
La Saatchi cree que, aunque se ha tirado sin red, ha salido bien librada de la experiencia. “Estamos encantados”, de claró Philippa Adams, directora de la galería, que confirmó que con los más de tres millones de libras recaudados se podrá mantener la actual política de entrada gratuita a todas las exhibiciones.
La subasta tenía el más bien grandilocuente nombre de “Thinking Big”. Un pensar a lo grande que se refiere tanto al tamaño de las piezas a la venta como al propio concepto de la subasta: por primera vez, las obras salieron sin precio mínimo garantizado. Eso quiere decir que una pieza podía acabar siendo vendida por un precio muy inferior al esperado, para vergüenza del artista y ruina del vendedor.
Fue quizás el caso de “Three (Cross With Balloons)”, un Cristo de trapo con globos de Agathe Snow por el que se pagaron tan solo 7.363 euros, la pieza más barata de la subasta. Otra media docena de piezas se quedaron en las 10.000 libras (11.780 euros).
“No sabemos qué va a pasar. Pero, pase lo que pase, será importante porque servirá para descubrir, o descartar, un sistema completamente nuevo”, explicaba antes de la subasta Cristiano de Lorenzo, relaciones públicas de Christie’s, organizadora de la venta, mientras caminaba por el destartalado pavimento en el que se asientan las obras.
Junto a él, Ed Tang, jefe de la subasta y experto del departamento de Arte Contemporáneo y de Posguerra, y Bianca Chu, especialista asociada del mismo departamento. Tang se resistía a pronosticar sobre precios. Por un instante pareció sobrevolar la cifra de 200.000 libras en torno a alguna de las piezas más conocidas, aunque el tono y el rostro daban a entender que eso sería un mínimo de mínimos. Al final, tres piezas superaron ampliamente esa cifra y otras tres se acercaron.
Los tres representantes de Christie’s coincidieron en que “es el momento perfecto para la subasta porque todo el mundo del arte está en Londres debido al Frieze: están los dealers, los compradores, los artistas, los directores de museos, los comisarios de las exposiciones…”. Aunque se ha convertido también en un vibrante acontecimiento cultural, el Frieze es por encima de todo una feria creada hace 10 años con el objetivo de promover la venta de arte.
“Thinking Big” ha apostado por la semana del Frieze para aprovechar su efectos de polo de atracción de los inversores. En el caso de la subasta de la Saatchi se esperaba que la gran mayoría de obras acabara en manos de museos y galerías más que en manos de coleccionistas privados, aunque está por ver que eso haya sido realmente así. No se trata tanto de una cuestión de dinero, de gustos o de corrientes artísticas o económicas, como una mera cuestión de tamaño: algunas de las piezas son tan grandes que parecen más apropiadas para un museo que para la casa de un jeque del petróleo o de un oligarca ruso, por grande que pueda ser.
Son piezas como “Ghost”, de Kader Attia, un artista de 42 años nacido en la periferia de París en el seno de una familia argelina. Se trata de 264 figuras de papel de aluminio que representan a otras tantas mujeres musulmanas postrándose en la oración en una mezquita imaginaria.
Es una instalación monumental que tiene algo de intimidatoria porque las figuras no tienen rostro y que “sintetiza lo abyecto y lo divino mediante la representación de figuras a tamaño natural a partir de chadores vacíos despojados de individualidad o de espíritu”, explica el catálogo. “Es acerca del vacío. Es una obra asombrosa, asombrosa”, sintetizó Ed Tang. Al final fue la quinta pieza más valorada por los inversores.
Tang expresó palabras de semejante admiración al intentar explicar el valor artístico de “To meet my Past”, una de las conocidas camas de Tracey Emin, que acabó siendo la gran triunfadora de la noche. Más convincente pareció cuando su entusiasmo se desbordó al explicar los mensajes ocultos detrás de “Love it! Bite it!”, con la que Liu Wei ha erigido una ciudad reproduciendo con materiales orgánicos (golosinas masticables para perros) edificios icónicos como el Coliseo de Roma o la sede de Naciones Unidas que, más que reconocerse, se intuyen. Al final, un comprador anónimo pagó por ella 115.000 euros y quedó número 12 en el listado de las obras más caras de la subasta.
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