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OBITUARIO

Jimmy Ponder, la guitarra de jazz con alma

Tocó junto a los grandes en el límite del ‘bebop’ y el ‘blues’

El guitarrista de jazz Jimmy Ponder.
El guitarrista de jazz Jimmy Ponder.

Para Jimmy Ponder, la historia de la guitarra de jazz se reducía a un nombre: Wes Montgomery. Algo con lo que resulta difícil no estar de acuerdo. Ponder perdió la virginidad musical escuchando a Wes Montgomery y nunca se apartó del camino que aquel transitó, en los límites entre el bebop y el blues. El día en que el propio Montgomery le invitó a subirse al escenario para mostrar sus habilidades fue el más feliz de su vida. Ponder tocó Chitlins con carne, de Kenny Burrell, su otro guitarrista favorito. Jimmy Ponder falleció el pasado 16 de septiembre a consecuencia del cáncer. Su nombre figura en la nómina de ciudadanos ilustres de la ciudad de Pittsburgh, en Estados Unidos, donde falleció, y donde también nació, un 10 de mayo de 1946.

Empezó a tocar la guitarra que su hermano mayor dejó tras de sí al alistarse en los Marines. Tocaba de oído, tratando de reproducir las canciones de Bo Diddley que escuchaba por la radio. Estaba todavía en el instituto cuando salió por vez primera de gira acompañando al organista Charles Earland. Con 18 años, Wes Montgomery le prestó su guitarra para oírle tocar. Volverían a encontrarse. A Ponder “se le salía el corazón del pecho” cada vez que veía a su ídolo sentado entre el público.

La herencia del recién fallecido guitarrista es copiosa: más de 100 discos, de ellos, 20 como líder. Jimmy Ponder fue un músico de sesión prolífico y fiel a sí mismo. La lista de intérpretes a los que acompañó, o que le acompañaron, así lo deja ver: de Charles Earland a Lou Donaldson, Etta Jones, Richard Grove Holmes, Jimmy McGriff, Donald Byrd, Stanley Turrentine, B.J. Thomas, Dr. Lonnie Smith, Irene Reid... la pura esencia de lo que entonces se conocía como soul-jazz a falta de un mejor nombre para definirlo, allá donde el sonido de la guitarra se funde con el del órgano para generar un clima denso y pastoso; el mismo género musical que hoy es evocado por la modernidad en los chill-out y night clubs de postín.

Wes Montgomery, su ídolo, le prestó

Ponder rozó el éxito con algunas de sus producciones. Con All Things Beautiful llegó al número 38 de la lista de los discos de jazz más vendidos en el año 1978, según la revista Billboard. Repitió en el 2000 con Ain’t Misbehavin, número 16 de ese año según la mencionada lista. Diez años más tarde editó su último disco como líder, Steel City Blues, para el sello Savoy.

En 1992 visitó España, traído por el contrabajista Miguel Ángel Chastang, para formar parte de su Explosion Band, junto al saxofonista Gary Bartz y el trompetista Wallace Roney. Con ellos grabó un disco que da testimonio del paso del conjunto por el Café Populart de Madrid. Volvió en diversas ocasiones, siempre con Miguel Ángel en funciones de acompañante y anfitrión. En ocasiones, sus actuaciones podían resultar un tanto desconcertantes. Ponder no era el tipo de músico que se sienta a tocar sin más. Donde no llegaba su música —que eran muy pocos sitios— lo hacía su amplio catálogo de chascarrillos. Algún crítico se lo recriminó; así, en su actuación en el Café España de Valladolid en 2006, accesible por Internet: “Ponder predicó el amor”, escribe Diego Alonso, “se rió a carcajadas y demostró que incluso el mejor de los músicos puede ser víctima de la enajenación”.

Con todo, ni el más crítico de sus críticos dejó de reconocer en el guitarrista al portador de los valores eternos del jazz y el blues, cada cosa por su lado y ambas juntas: “No entiendo la guitarra como un instrumento en singular”, confesaba el aludido, “sino como una orquesta”. Para el contrabajista Dwayne Dolphin, tocar con Jimmy Ponder constituía un viaje de regreso a las raíces del jazz: “Cuando escuchas a Jimmy Ponder percibes lo que está pasando en ese momento por su corazón y su alma”.

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