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ABOGADOS, PISTOLAS Y DINERO

El profeta que vino desde Saturno

Costaba captar el perfil de Sun Ra El músico no creía en la exclusividad. Vendía sus grabaciones a otras compañías

Diego A. Manrique
Sun Ra, en los tiempos de 'Space is the place'.
Sun Ra, en los tiempos de 'Space is the place'.

Esta serie estival se ha centrado en la ascensión y caída de discográficas legendarias: Roulette, Chess, Vee-Jay, Atlantic, Specialty, Bang. La de hoy nunca compitió con ellas: Saturn Records fue una disquera atípica. Apenas tuvo distribución, no hacía promoción, desconocía el marketing, existía sencillamente para dar salida a la música de su creador, el extraterrestre Sun Ra: entre 1956 y su muerte en 1993, Saturn editó un centenar de álbumes. Y abundantes singles, aunque eso merecería capítulo aparte.

Sun Ra no creía en la exclusividad. Vendía sus grabaciones a otras compañías —Delmark, ESP, BYG, Horo, Impulse!, Blast First, Praxis, Leo— lo que convierte la aprehensión de su música en una carrera de obstáculos. Ya de por sí, costaba captar el perfil de Sun Ra: un disco, un show podían alternar escrupulosas recreaciones de swing clásico con pasajes a pleno pulmón, cercanos al free jazz. Todo filtrado por un humor particular, informado por una cosmogonía única.

Cuesta entender las peculiaridades comerciales del sello de Sun Ra si no se asimila que él y su banda, la Arkestra, vivían por debajo de la línea de la pobreza. Constituían una comuna atípica: asexual, Sun Ra deploraba las energías que consumía el sexo; vetaba el alcohol y demás drogas. El moralista que había detrás del artista intergaláctico se escandalizó cuando convivió en Detroit con sus admiradores, John Sinclair y los MC5, que apostaban exactamente por lo contrario.

Saturn era un anacronismo preindustrial. Ni siquiera obedecía a un orden cronológico para sus lanzamientos: cintas supuestamente vanguardistas tardaron años en salir; seguir la paradójica evolución de Sun Ra todavía supone un quebradero de cabeza. Pero nunca tuvo deudores: los discos se pagaban a tocateja, con entrega en mano. Todo muy artesanal: algunas portadas se rotulaban a mano. Cuando viajaban a Europa, no llevaban el producto acabado, para evitar tasas de aduanas: iban en cajas separadas los elepés y las carpetas; en el hotel, se ensamblaban antes de entregarlos a tiendas especializadas.

Naturalmente, en cada concierto se despachaban sus discos, a veces sin títulos ni información. También vendían por correo pero no eran fiables: con escandalosa frecuencia, te mandaban referencias distintas de las que habías pedido; sus obras más apetitosas se agotaban y pasaban años antes de que se decidiera reimprimirlas.

Cierto que las frustraciones de los compradores no eran nada comparadas con las de los propios músicos. Los habituales de la Arkestra ya sabían que había prioridades: enamorado de las tímbricas futuristas, Sun Ra se apresuraba a adquirir costosos pianos eléctricos o sintetizadores. Los instrumentistas invitados debían aguantar humillantes esperas antes de que el Gran Visionario aceptara pagarles los 20 o 30 dólares prometidos.

Con el tiempo, lo que había sido un espectáculo resplandeciente perdió su fulgor. Atrezo y disfraces, sombreros y zapatos, todo mostraba el desgaste. En 1991, actuaron en el Central Park neoyorquino como teloneros de Sonic Youth. El público, menos culto que los cabeza de cartel, no se sintió impresionado: “parece una orquesta de homeless”.

Así que no, en la historia de Saturn apenas hubo dinero ni necesidad de abogados. Sí hubo pistolas, a pesar del pacifismo de Sun Ra. En los sesenta, cuando vivía en Nueva York, se ofreció para tocar los domingos, tradicional día de descanso para los músicos, en el Slug’s Saloon. Resultó todo un éxito: al Slug’s solían acudir los traficantes del Bajo Manhattan, con sus guardaespaldas; la abundancia de “hierros” garantizaba un ambiente tranquilo (y un goteo de clientes, en busca de provisiones). Sin embargo, el Slug’s se convertiría en un lugar maldito por algo tan terrenal como los celos: allí fue donde una mujer despechada mató al más ardiente de los trompetistas, Lee Morgan.

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