Damian Marley: “Mi apellido ha sido una bendición”
El músico jamaicano cierra en Benicàssim la vigésima edición del Rototom Sunsplah más multitudinario
Han pasado 35 años desde que Bob Marley pisara España con motivo de sus actuaciones en Ibiza y Barcelona, pero el más popular de sus vástagos se muestra bastante más locuaz de lo que aparentaba su padre en 1978. Damian Marley (Kingston, Jamaica, 1978), recibido como una sagrada deidad tal y como corresponde a la principal estrella del vigésimo festival Rototom Sunsplash, recién clausurado en la noche del sábado en la cuarta edición consecutiva que celebra en Benicàssim, cuenta además con la ventaja de expandir la filosofía del reggae a través de géneros plenamente asumidos por la gran industria, en una suerte de crossover en el que el hip-hop o el raggamuffin también son nutrientes esenciales. Pero como suele ocurrir en estos casos, nada de ello es premeditado: “No, nunca lo he hecho a propósito, simplemente es algo que termina beneficiándome por mi amor a los diferentes géneros musicales. Me encanta el hip-hop, me encanta Nat King Cole y todos aquellos standards vocales de su época, algunos sonidos del rock también, ¿entiendes? Todo eso ayuda a ampliar los límites de lo que se supone que es el reggae, pero no es algo en lo que hayamos pensado previamente”.
Sentado ya de madrugada en una silla de plástico, en una diminuta carpa del backstage tras el escenario en el que acaba de ejecutar su extenuante directo, Marley se reafirma en lo que ya esbozaba en su multitudinaria rueda de prensa cuatro horas antes: lo que menos le gusta de su oficio es todo aquello que no tiene que ver estrictamente con la música. No obstante, es obligado consultarle si portar tan legendario apellido por todo el mundo es una bendición o una carga. Y lo asume con naturalidad, porque “cada situación es lo que tú quieras hacer de esa situación. Y para mí ha sido una bendición, ¿sabes? Pero soy yo mismo, soy un Marley y siempre seré un Marley. Es una parte de lo que soy”, lo que no es óbice para que reconozca que “si tú no me conoces o no conoces mi música puede decir: OK, eres un Marley, déjame que escuche lo que haces. Pero no continuarás en esto de la música a menos que lo ames. Al fin y al cabo, la gente que ama la música es la que decide escucharte o no. En todo caso, que eso te pueda abrir puertas de cara a gente que no te conoce, está bien”.
Único hijo de la relación entre el patriarca del reggae y la modelo Cindy Breakspere (Miss Mundo en 1976), el músico jamaicano cree que, a pesar de los pesares (galopante crisis económica, conflictos internacionales enquistados), la cultura rastafari aún puede ser un motor de cambio social, “porque ya ha demostrado serlo en otras ocasiones a lo largo de la historia. Es una música que ha conseguido concienciar a mucha gente en la tierra, y todavía está relacionada con muchas de esas problemáticas, y es algo que se extiende a las generaciones más jóvenes”. Y pone un ejemplo: “cuando yo era niño y estaba en la escuela, no podía llevar rastas en Jamaica. Ahora puedes. Eso indica cómo nuestra música ha conseguido que nuestra cultura y nuestra forma de pensar en positivo sean más aceptadas. Así que definitivamente el reggae mantendrá su poder para cambiar las cosas”. Y remata su razonamiento con la proclama de que “la clave es la comunicación. Y la música es una forma de comunicación. Por eso puede ayudar”.
Más dudas le plantea el interrogante acerca de si el reggae está ahora más imbricado en el mainstream de la música popular de lo que lo estaba a finales de los 70, cuando The Clash, The Police, XTC y demás bandas de jóvenes blancos asumían su rítmica con naturalidad, ya que “ahora mismo hay mucho reggae en la música pop, como por ejemplo, Bruno Mars, quien utiliza parte de esa influencia o Nicki Minaj, pero si realmente tomamos a músicos de reggae puro, las cosas no serían exactamente tan populares como en los 70”, algo que podría cambiar en un futuro inmediato ya que “la vida y la música se componen de ciclos, y hay mucha gente joven haciendo música reggae muy concienciada, que pueden explotar comercialmente”.
Y precisamente él de comercialidad no anda escaso. Ganador de tres premios Grammy por sus álbumes Halfway Tree (2001) y Welcome To Jamrock (2007), cree que los reconocimientos de la industria son “algo de lo que sentirte orgulloso, ya que el poder optar a un premio en la categoría de reggae es una plataforma internacional muy valiosa si vienes de Jamaica. Pero no cambia necesariamente tu vida”. Quizá tampoco la haya cambiado en exceso su experiencia en el proyecto Superheavy hace dos años (de muy tibia acogida crítica), junto a Mick Jagger, Joss Stone o Dave Stewart, aunque asume que “estar rodeado de músicos tan ajenos al reggae es muy enriquecedor, y más siendo leyendas por derecho propio como son. Trabajar con ellos otorga credibilidad, sin duda, pero no sé si haremos algo más. El futuro dirá”. Tres cuartos de lo mismo puede decir de sus colaboraciones con Skrillex o con su reverenciado Nas, con quien grabó en 2010 el álbum Distant Relatives: “Trataba de explorar las raíces de la música africana en un sueño hecho realidad, porque soy fan suyo desde muy joven”.
Desmintiendo cualquier visión tópica o preconcebida, Damian Marley es directo, responde con celeridad y se muestra encantado de una actuación que califica como “fantástica”, en la que es su primera visita a un gran festival en España (ya estuvo en nuestro país en 1997) y única este año en Europa. Y se le ilumina la mirada mientras afirma sentir “orgullo de que tanta gente adore la música reggae en un ambiente extraordinario como el de aquí, no solo en los escenarios sino en todo el recinto”. Más de treinta mil espectadores diarios pueden avalar sus sensaciones durante toda la semana pasada, certificando la estupenda salud de un certamen que, pese a las lógicas demandas institucionales, ha encontrado su lugar en el mundo.
Babelia
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