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¿Descansar en verano? No es el estilo Jeff Koons

El mediático creador se multiplica en galerías y museos del mundo

Jeff Koons, ante una de sus pinturas de Popeye. Abajo, Pink panther, escultura de 1988.
Jeff Koons, ante una de sus pinturas de Popeye. Abajo, Pink panther, escultura de 1988.Rune Hellestad

El campeón de los pesos pesados del arte como espectáculo, Jeff Koons (York, Pensilvania, 1955), quién si no, se aferra este verano a su título. Su obra se expone en los museos de Brighton (Reino Unido) y en Nueva Jersey (Estados Unidos), así como en dos de las más importantes galerías neoyorquinas: David Zwirner y Gagosian, su representante oficial en la tierra y en los negocios. Por si fuera poco, el Whitney ha anunciado ya su gran exposición de la próxima temporada: una retrospectiva de más de cien obras dedicada al artista más mediático de las últimas décadas. Lo han adivinado: se trata de Jeff Koons. Después, la muestra irá al Pompidou y, previsiblemente, al Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (MOCA), aunque después de lo previsto inicialmente. Después de ver cancelada en un primer momento su cita con la ciudad californiana, los responsables del museo han asegurado que en realidad se trata solo de un aplazamiento y que la retrospectiva llegará al centro en 2015.

Parece otra de las jugadas maestras de Koons. Esas que siempre le han permitido poner distancia de sus más inmediatos seguidores en cuanto a espectáculos multitudinarios se refiere: Damien Hirst, y Takashi Murakami, pioneros en convertir el arte surgido a partir de los noventa en inversiones redondas, en negocios urdidos al milímetro en los que nuestro hombre, con su experiencia como bróker, se mueve seguro.

La exposición reúne obras realizadas entre 1974 y 2004

Para su exposición en el Whitney, Koons ha elegido obras realizadas entre 1974 y 2004. Dado el gigantesco volumen de la mayor parte de sus piezas, está previsto que ocupe casi todas las salas del museo. Será la primera vez que se le dedique una exposición de esta magnitud en Nueva York, la ciudad en la que vive y trabaja, y cuya locura por el arte carente de escrúpulos de los ochenta y noventa representa en cierto modo.

Koons ya llevó, para espanto de los puristas, su mundo pop y kitsch a las salas de Versalles. Fue en 2008, en otro de sus hitos personales: aquella contó como la primera vez que un artista vivo exponía en el sagrado lugar cercano a París. Entonces, la mano de François Pinault, uno de sus grandes coleccionistas, propietario de siete esculturas expuestas en la antigua residencia de los reyes de Francia, estuvo detrás de la operación. La crítica no tuvo piedad.

El recorrido por los museos privados ha sido más relajado para este mago de las finanzas artísticas. La Fundación Beyeler Suiza le dedicó en Suiza en 2012 una amplia retrospectiva que se hizo coincidir con la Feria de Arte de Basilea para aprovechar la visita de coleccionistas multimillonarios de todo el mundo. Un golpe maestro para presentar enaltecidas sus más famosas series: desde los escarceos con su entonces esposa, Cicciolina, estrella porno y candidata al Partido Radical italiano, hasta las porcelanas rococó cargadas de animales o las esculturas globo de la serie Celebración, pensadas para el hijo que tuvo con la actriz y del que no pudo disfrutar demasiado, tras el conflictivo y mediático final de la pareja. Koons volvió a casarse y ha tenido cinco hijos.

Hay una veintena de piezas en cada una de las exposiciones de Chelsea de este verano. Pinturas y esculturas, siempre en formato descomunal, se dan la mano. En Gagosian recibe al visitante una Venus rosa chicle centelleante. Una pieza que recuerda al Balloon flower color magenta que en 2007 fue adjudicado por 16,5 millones de euros y le convirtió en el artista vivo más cotizado.

Los responsables de su galería prefieren no confirmar si todo está vendido, aunque sobran los indicios de que el negocio no puede ser más redondo que con este artista de la creación en positivo, como ha definido su obra más de una vez. La exposición del Whitney no hará sino redoblar su cotización y engrandecer aún más, si cabe, la nómina de superlativos que acompañan a su obra.

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