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Conversaciones bárbaras

“La mafia española es más perfecta que la italiana: no necesita matar”

José María López Sanfeliu es un sevillano de pura cepa y se hace llamar Kiko Veneno

Daniel Verdú
Kiko Veneno y su bigote, retratados en Sevilla
Kiko Veneno y su bigote, retratados en SevillaGorka lejarcegi (EL PAÍS)

Ha recuperado el bigote que lucía con Veneno. Y anda cabreado con varios asuntos: la clase política, la falta de convivencia, el trato informativo que este periódico da a la SGAE... Y de eso empieza la discusión. Pero la sangre no llega al río. Porque Kiko Veneno (Figueres, 1952) es un tipo de muy buena pasta y su sentido del humor se cuela en todas las reflexiones. La única duda, a veces, es si todo lo dice en serio, o se está descojonando (ojo, la palabra está aceptada por la RAE).

Pregunta. Otro presidente de la SGAE. Esto empieza a sonar a cachondeo, ¿no le parece?

Respuesta. Hombre, no. Es una situación extremadamente transparente dentro de la opacidad de las instituciones españolas. La junta destituye a un tío en el que ya no confía y a la semana lo reemplaza. Si la justicia funcionara con esa celeridad…

P. Pues no parece que sean los autores quienes la controlan.

R. Hay un ataque contra la entidad… La SGAE es única y por eso tiene fuerza. Me jode el editorial que sacasteis diciendo que era demasiado grande, que se fragmentara.

P. Lo que decía el editorial, en todo caso, es que es demasiado grande para el tamaño de sus gestores.

Desde hace 10 o 15 años el Gobierno está en contra de la SGAE

R. 300 millones de euros los recauda cualquier concejal de pueblo. Desde hace 10 o 15 años el Gobierno está en contra de la SGAE. Por persona interpuesta o pantalla de plasma. Donde hay dinero, hay ambición y siempre se meterán los mangantes. Y hay un sistema judicial y político para que se vayan a dormir a su casa todas las noches.

P. ¿Y por qué hay tantos mangantes?

R. Siempre hemos pensado que en Italia son unos mafiosos, que tienen que ir matando a gente. ¡Uy! qué atrasados, qué violentos… Pero la mafia española es mucho más potente que la italiana, no necesita matar. Tiene a los notarios, a los jueces, al Constitucional… Es más perfecta. Aquí, ¿hay un problema de corrupción en un partido? Se echa al juez. En Italia, tienen que llamar a unos sicarios, matar a Falcone, luego hacerle una estatua… En fin, más costoso y complicado.

P. ¿Qué le viene a la cabeza cuando ve a Rajoy comparecer a través de un plasma?

R. Ignominia. Cree que hay que tenernos desinformados, darnos lo que ellos creen que merecemos: una luz, un signo, un sí o un no. ¡Esto no pasa en ningún país!

P. ¿Nos merecemos a estos tipos?

R. Por supuesto. Hemos cambiado la música por una marcha militar, la información por la propaganda, a John Huston por Terminator 4. Al final, nosotros somos los que hemos cambiado.

P. ¿La Transición le pareció un timo?

R. Partió de una perspectiva errónea. En lo político fue un tongo. La derecha nos dijo: vosotros sois más pringados que el resto de Europa porque habéis aguantado más dictadura. Asumidlo porque vamos a seguir con el látigo.

P. Hombre, y llegó Felipe González...

R. Entró al trapo con su sex appeal y se vio en la necesidad de hacer el primer gobierno socialista. Pero fue porque la derecha le dejó que limpiara el país. “Hazlo tú, Felipito, que tu padre era vaquero y has pisado muchas boñigas”. Si las letrinas las hubiera limpiado la derecha, hoy no sería tan autoritaria ni tan opaca.

P. No todos serán así…

R. La gente del PP son el baúl de los horrores. No tienen valía humana ni categoría política. Pons, Pujalte, Aznar… son gente que da miedo. Y Zapatero pensó que con enemigos así le iría bien. Pero el valor de uno se lo dan sus enemigos. Mira a Guardiola o Mourinho, o a Messi y Cristiano…

P. A usted le han dado un Premio Nacional.

R. Y este año se lo han dado a Muñoz Molina, uno de los tíos que más ha denunciado la mediocridad y la opacidad del conchabeo político.

P. ¿No se reconcilia con ellos?

R. Todo lo contrario. Como Muñoz Molina, tengo la sensación de que nos dan el premio para justificar lo injustificable. No lo recogí porque no quería figurar junto a políticos que no tienen nada que ver con la cultura.

P. ¿Y no le creó un conflicto coger la pasta?

R. No, porque son 30.000 euros que los tengo más que ganados y merecidos. Me creó conflicto cómo defender mi postura. Así que me quité de en medio.

P. Usted es una leyenda del rock atípica: tiene la misma mujer y nunca le dio al caballo.

Los del PP son el baúl de los horrores, sin valía humana ni categoría política

R. Hombre los setenta sí fue una época de mucha droga. Pero me junté con mi mujer, con la que convivo desde hace muchos años y hemos sido bastante fieles y constantes. Eso me hace un poco diferente. Aún nos queremos.

P. ¿Y eso cómo se hace?

R. Es como las canciones: no se hacen, hay gente que las sabe hacer. Yo hago canciones, el otro una tortilla de patata exquisita, el otro pesca… En fin, se hace como se puede. Aunque también hay quien dice que ya nada dura. Yo le doy la razón a todo el mundo.

P. ¿Cómo se come eso?

R. Mire, yo puse un chiringuito en Conil después de hacer el disco Veneno. Ahí venía un dentista sueco con un brillo en los ojos increíble que hablaba idiomas con su mujer exquisita. Después venía el personaje español andaluz; a su forma también tenía su cultura, su corazón y su derecho y su razón. La hostelería es un estado de convivencia, un sitio en el que ese cateto medioambiental, con las piernas llenas de pelo, chiquitito y gritón, convive con ese dentista y se toman una tortilla de papas que le hago yo bajo la sombra del chiringuito. Y por ahí debe ir el sentido de la sociedad.

P. En esta sociedad, usted hoy se produce sus discos. Ha dejado a las multinacionales…

R. Eso no lo plantees así. ¡Como si tuviéramos poder! Pero vaya, el fenómeno es universal. Espique li, que para mí es uno de los grandes genios del cine americano…

P. ¿Quién?

R. ¡Spike Lee, hombre! Está haciendo crowdfunding y va a juntar 1,2 millones de dólares. Yo estoy dispuesto a trabajar con cualquiera, siempre sin traicionar mis principios. No hay alternativa.

P. ¿Alguien le llama José María?

R. Mi madre y mi padre. Ya no queda gente mayor que me llame así. Lo de Kiko empezó en la universidad. Primero me llamaban El cuervo, por el pelo blanco y el mechón negro. Luego Kiriki, Kiko… siempre relacionado con pájaros.

P. Es que menudo pelazo.

R. Lo primero que debe tener un rockero es un buen pelo. ¡Pues sí! El rock and roll no deja de ser una expresión de vitalidad. Y el pelo es una contingencia sexual de juventud. Y ha sido fundamental en toda la revolución de la música, desde Elvis Presley a los Beatles, Jimi Hendrix o Bob Dylan… o incluso Mozart.

P. Y al final, ¿qué le gustaría que pusiera en su epitafio?

R. Son mis canciones. Así que “volando voy, volando vengo”, sería un buen epitafio para mí. Pero los músicos tenemos concedida la vida eterna.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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