Àlex Rigola reivindica en Venecia la diferencia con su segundo ‘bolaño’
Angélica Liddell recoge el León de Plata a la innovación teatral por su empeño como artista y actriz
Àlex Rigola, director artístico de la Bienal de Teatro de Venecia, ha inaugurado la 42 edición de este Festival Internacional -que se celebra desde el pasado viernes y hasta el próximo domingo- reivindicando la diferencia, lo otro, lo excéntrico en contraposición a la uniformidad de las masas. Y esta diferencia la reclama en el terreno artístico. De hecho es Roberto Bolaño, autor de El policía de las ratas que Rigola ha trasladado a la escena, quien a partir de Kafka y su Josefina la cantora o el pueblo de los ratones, demanda ese espacio para el individuo, para el poeta. Y lo hace a través de un relato corto protagonizado por ratas y que tiene lugar en las alcantarillas de nuestras ciudades; todo un thriller, aunque metafórico, con asesino en serie, víctimas, policías y forenses. Este es el segundo texto del autor chileno que Rigola adapta tras el monumental montaje de la no menos monumental novela de novelas 2666, y su puesta se ciñe a las dimensiones del relato. El texto de Bolaño sigue sus propios túneles y meandros bajo la voz narradora del policía detective que nos cuenta la historia en primera persona. La dramaturgia de Rigola pasa por desdoblar esa voz y repartirla entre Joan Carreras, que narra la acción de Pepe el Tira, el policía protagonista, y Andreu Benito, que nos describe los hechos y asume el resto de los personajes. La gracia de su puesta en escena, lejos de otros trabajos anteriores, más espectaculares, reside en saber poner el acento en las inflexiones del texto para que el espectador no se pierda bajo el peso de las palabras. Para ello los intérpretes se sirven de dos sillas, dos micrófonos y de un par de elementos escenográficos más, que aluden directamente a la crudeza del relato; con sus tonos y sus gestos, sin apenas moverse de sus asientos, nos conducen por esa defensa del espacio en el arte. Carreras emociona como el atribulado policía y Benito ofrece un estupendo contrapunto. El policía de las ratas podrá verse en el Teatre Lliure de Barcelona este otoño y en La Abadía de Madrid en febrero.
La inauguración oficial de la Bienal tuvo lugar por la tarde en su sede, Ca’ Giustinian, con la entrega de los Leones, ceremonia que estuvo presentada por el Presidente de la Bienal, Paolo Baratta, quien destacó precisamente la personalidad artística de los premiados. Angélica Liddell, artífice, entre otros montajes, de El año de Ricardo -que podrá verse el próximo jueves en el Teatro alle Tese del Arsenale- recogió el León de Plata. “Es el primer premio que recojo de todos los que me han dado”, señaló durante sus palabras de agradecimiento en referencia al Premio Nacional de Literatura Dramática y al Valle-Inclán. El León de Plata le ha sido concedido por su capacidad para traducir el arte preformativo en escenas teatrales; por su teatro de resistencia y de denuncia; por la calidad de su escritura; por su empeño como artista y actriz, y por haber borrado la línea divisoria entre las diversas disciplinas artísticas. Contenta y radiante, con un vestidito baby-doll en color crema y unos zuecos dorados, Liddell manifestó su alegría, “con este premio se cierra un círculo porque empecé a escribir La casa de la fuerza aquí en Venecia”, y quiso compartirlo con Sindo Puche, “la otra parte de la compañía”.
El León de Oro, premio a la trayectoria, fue para Romeo Castellucci, un reconocimiento que para Baratta supone la reparación de la deuda que Italia tiene con el artista, porque “en este país se le ha considerado como un talento un po’ fastidioso”. Caballero de la Artes y las Letras en Francia, director de la Bienal de Teatro de Venecia en 2005 y artista asociado al Festival de Aviñón, Castellucci ha recibido el León de Oro por su capacidad para crear un lenguaje escénico nuevo en el que se mezclan teatro, música y artes plásticas; por conseguir escenificar algo tan imposible de llevar al escenario como la pesadilla; por transportarnos como espectadores a mundos paralelos y hacer que a la vuelta el nuestro nos parezca distinto.
Ute Lemper, siempre bella, sofisticada y maravillosa, cerró la jornada inaugural con su repertorio habitual de temas de Kurt Weill y Bertolt Brecht, entre los que siempre añade algún otro, y puso a la platea del Teatro La Fenice en pie.
Babelia
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