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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Simio

En 'Proyecto Nim', una familia hippy trata de criar a un mono como a un hijo. En Congo, el simio sestea mientras el hombre guerrea

Ricardo de Querol
Escena de 'Proyecto Nim' (James Marsh, 2011)
Escena de 'Proyecto Nim' (James Marsh, 2011)

Será difícil que les chafe el final de El planeta de los simios (1968), porque es de los más conocidos del cine: el astronauta Charlton Heston creía estar en otro planeta donde los monos dominaron a los hombres, pero se da cuenta que está en la Tierra del futuro. Se topa con las ruinas de la Estatua de la Libertad y grita: "¡Malditos! ¡Lo habéis destruido todo!". En un desafortunado remake que firmó Tim Burton en 2001, el astronauta estaba en otro lugar y regresa a la Tierra, pero la halla también bajo dominio de los monos, lo que prueba la escultura de un simiesco Abraham Lincoln en Washington.

Cualquiera de los dos finales (el de Burton se explica peor) remite a una precuela, El origen del planeta de los simios, que cuenta la rebelión de los primates que destrona al hombre. También hay dos versiones, de 1973 y de 2011. En la última, el mono César es dopado en un laboratorio para ser inteligente al estilo humano. Al menos llega a ser un personaje creíble, que no es poco.

¿Es que tenemos miedo de que los simios ocupen nuestro lugar? En el premiado documental Proyecto Nim (en Canal+) se recupera el experimento hecho en los años 70 por un investigador que envió un mono a ser criado con una familia como un hijo más. En un entorno hippy, el chimpancé espabila, adquiere vicios humanos y muestra cierta solvencia con el lenguaje de signos, pero no acaba liderando una revolución sino abandonado en un laboratorio de vacunas, primero, y en un refugio animal después, hasta su muerte en 2001.

El director James Marsh repasa el experimento con ojos de hoy, así que le interesa más el maltrato al mono que sus supuestos progresos. Y acabas indentificándote con Nim, no por su habilidad comunicativa, que esa ya la conoce cualquiera que haya tenido mascota, sino por cómo sufre. Como César.

Muy propio de la soberbia humana pretender que el animal llegue más lejos por la vía de parecerse más a nosotros. En Madrileños por el mundo (Telemadrid) conocemos a un heroico español que gestiona el mayor parque nacional de Congo, donde las amenazas no son las medioambientales, sino los Kaláshnikov. Otra compatriota en ese lugar nos acerca a los gorilas que se revuelcan entre las hojas, comen y sestean mientras los humanos se arman hasta los dientes. ¿Qué era lo inteligente?

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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