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La banda sonora de Europa

De Salzburgo a los Monegros y de Bayreuth a Benicàssim, las grandes citas musicales del verano dan lugar a toda una cultura del comer, el vestir y el viajar

Daniel Verdú
El Dj madrileño Cristian Varela durante su actuación en la XV edición del Monegros Desert Festival.
El Dj madrileño Cristian Varela durante su actuación en la XV edición del Monegros Desert Festival.Víctor Lax (EFE)

Esta pobre Europa de las naciones, más cuestionada que nunca, encuentra cada verano en la música un lenguaje que rompe sus fronteras mejor que cualquier tratado. Alrededor de centenares de festivales, conciertos y noches de fiesta en clubes de música electrónica se articula una cultura del vestir, del comer y el beber que revelan también lo cerca que estamos de los miembros de nuestra tribu (ya sean los wagnerianos de Bayreuth, los ravers de Monegros o el sibaritismo musical de Lucerna) por muy lejos que se encuentren en el mapa.

Empieza la temporada musical de verano en Europa, y en España se inaugura con dos certámenes a punto de cumplir 20 años. El Festival Internacional de Benicàssim (FIB) —18, 19, 20 y 21 de julio— nació y creció con la explosión de la música indie en España. En los noventa lo fue todo, evolucionó, encumbró las gafas de pasta e, incluso cuando cerraba por la mañana, nos descubrió lo divertido que podía ser pegársela en un after de verano. Sus despiertos propietarios lo vendieron a un empresario irlandés y la cita se ha ido convirtiendo en una atracción irresistible para jóvenes británicos que se pasan una semana acampados en los alrededores del recinto del festival. Si uno ya no está para ese tipo de desafíos físicos, puede dejarse caer por ahí una o dos noches, reservar una habitación de hotel y ver algunos conciertos después de tomarse un arroz en el jardín del restaurante Les Barraques.

El festival de pop y electrónica Melt! es una buena excusa para pasar por Berlín

Más allá del cartel —Beach House, Azealia Banks, Primal Scream o Arctic Monkeys son algunos de sus reclamos—, este año el evento genera el morbo de poder estar ante su última edición. Después de 19 años convirtiendo esa zona de Castellón en atracción turística de primer orden (mucho antes de que los Aznar lo pusieran de moda), la empresa que compró el evento a los hermanos Morán se declaró en suspensión de pagos. Su celebración este año parece garantizada. El año que viene ya veremos.

Roy Hargrove en el festival de Marciac.
Roy Hargrove en el festival de Marciac.Michel Viala

La segunda ruta por España este fin de semana conduce al desierto de los Monegros, donde la familia Arnau —dueños de la mítica Florida 135 y promotores de música electrónica que andan ya por la tercera generación— llevan 19 años organizando una rave gigante en medio de la nada. 20 horas seguidas de puro hedonismo que comienzan el sábado por la tarde y en las que actuarán Vitalic, Underworld, Paco Osuna, Justice, Richie Hawtin o Marco Carola. La Fura dels Baus se volverá a encargar de parte del potente espectáculo visual junto a otras compañías internacionales como Close Act, Planete Vapeur, Les Chymeres, o Comediants, que celebran su 40 aniversario.

Al Monegros Desert Festival se va con buen ánimo y descansado. Parte de la gracia de su gracia reside en la batalla que uno libra contra los elementos propios de un paisaje así. Pero la recompensa llega al amanecer, cuando asoma el sol por el horizonte del desierto y 40.000 personas siguen bailando con una potencia de sonido descomunal. Para no pegarse el palizón de volver en coche, se agradece reservar un hotel por la zona. La organización también fleta cada año autobuses desde diferentes puntos de España (ver web).

Marciac y Lisboa sonarán a jazz en julio y agosto con sus certámenes

Más allá del pop, unos tales Wagner y Verdi se han adueñado del protagonismo estival. Los tres grandes faros de la música clásica europea en verano vuelven a brillar este año con la luz de los aniversarios de ambos compositores. Para el primero, el festival de Bayreuth (del 25 de julio al 28 de agosto) es el lugar de obligado —y en ocasiones sacrificado, por eso del calor y las incomodidades del viejo teatro— peregrinaje. Si ha tenido la suerte de conseguir entradas (pueden esperar hasta 8 años a que se la den y ni siquiera podrá elegir para qué), ya sabrá que este año se estrena por todo lo alto un nuevo Anillo, con escenografía de Frank Castorf y dirigido en el foso Kirill Petrenko. El festival lo inaugura Christian Thielemann, convertido ya en el guardián de las esencias musicales germánicas y en futurible para la Filarmónica de Berlín, con El holandés errante. Para los niños, también se representa un Tristán e Isolda en versión infantil adaptada a una hora y cuarto.

Interior de una de las salas del club berlinés Berghain.
Interior de una de las salas del club berlinés Berghain.

En los ratos libres que concede el fervor y la intensidad wagneriana, conviene pasarse por el restaurante Eule. Recientemente restaurado, conserva todas las fotos de la época y los platos que le gustaba comer al propio Wagner. No es que sea una cocina especialmente elaborada, pero sí un buen sitio para debatir, todavía con el esmoquin, acerca de lo que se haya visto y oído ese día.

También puede hacerse en el Magazine de Salzburgo después de alguno de los conciertos del festival (del 19 de julio al 1 de septiembre). El local tiene una barra y una gran mesa donde caben unas 30 personas que se coloca en el patio cuando hace bueno. La tertulia, acompañada de alguno de los vinos de la zona, está asegurada. Se hablará seguro del Nabucco que Riccardo Muti —no sabemos cómo le habrá sentado a la sacrosanta Filarmónica de Viena— se trae de Roma a finales de agosto con su orquesta. O sobre el Falstaff que dirigirá Zubin Mehta (en estado de gracia verdiano, como demostró recientemente con el Otello del Palau de les Arts). Incluso los que repiten cada año puede que comenten el ambiente enrarecido que se respira en esta edición con el anuncio de la marcha del director del festival, Alexander Pereira.

Si van a Salzburgo no se pierdan el proyecto gastronómico en el que anda metido este año el cocinero Stefan Brandtner. Tipo sencillo, motorista y aficionado al flamenco que abre cada año un restaurante de temporada en la ciudad y luego se larga a a recorrer el mundo. Lo encontrarán como Mithridat. Si no consiguen mesa, una opción más económica y cercana a los conciertos es la cervecería St. Peter, donde puedes tomar unas salchichas y un fantástico schnitzel en alguna de las habitaciones que se van abriendo a medida que se llenan las tres plantas del local.

El hit de los certámenes de música clásica del verano será Lucerna. El festival, a orillas del lago, cumple 75 años y lo celebrará el 25 de agosto con una jornada musical sorpresa en la que se espera un espectacular desfile de estrellas. No faltará Claudio Abbado, guía espiritual del certamen, que el día siguiente se pondrá al frente de la orquesta del festival, un verdadero all stars de la música. Entre los 27 conciertos sinfónicos que se celebrarán, el 28 y el 29 de agosto visitará también la ciudad suiza la Filarmónica de Berlín, dirigida por Simon Rattle, que trae un espectacular programa construido a través de piezas de Mozart, Schoenberg y Stravinski.

El Galliker es un restaurante tipo casona, con mesas de bancos corridos donde hay que dejarse llevar con las contundentes sugerencias del día. Llevan ahí desde 1856, así que saben perfectamente lo que se hacen. Pese a todo, si se fían más del paladar italiano de Abbado, Pollini o Muti, crucen el lago y acérquense al napolitano Padrino. Quizá tienen suerte y se encuentran al trío poniendo nota al Anillo de Jonathan Nott y a la Sinfónica de Bamberg en versión concierto.

Mucho más pequeño que Lucerna es Marciac, en el sur de Francia. Muy cerca de Pau, tiene 1.300 habitantes y destila jazz por todos sus poros. Del 26 de julio al 15 de agosto se celebra ahí uno de los festivales del género con más solera de Europa. El vanguardista John Zorn (que realiza un auténtico maratón este año en el festival San Sebastián) y Wynton Marsalis son dos de sus habituales invitados, de hecho el segundo le dedicó suite y disco en 1999. Durante el día se puede pasear por sus callejuelas y mercadillos o comer en la plaza del pueblo, llena de restaurantes y bares. Siguiendo la estela del jazz de vanguardia, Lisboa acoge el Jazz Em Agosto los primeros diez días del mes. En 2013 celebra su 30 aniversario con algunos de los músicos más avanzados del mundo, como Anthony Braxton, Peter Evans, Pharoah Sanders o la orquesta de Sun Ra. Durante el festival también se pueden hacer escapadas para comer con ambiente de jazz en el Ateneu Café o tomar una copa en el mítico Hot Club de Portugal, uno de los clubes de jazz más antiguos de Europa.

Alguna de estas rutas seguro que le conducirá a Roma, donde el 28 de julio se celebra en el Auditorio del Parque de la Música el homenaje internacional por el 20º aniversario de la muerte de Rudolf Nureyev. Participarán estrellas principales de la Ópera de París, el Teatro Mariinski de San Petersburgo, el Teatro Bolshói de Moscú, la compañía de Martha Graham, el Teatro alla Scala de Milán, el New York City Ballet y el Béjart Ballet Lausanne en la que será sin dudas la cita veraniega europea más importante en el ámbito del ballet. Después vale la pena acercarse a la Piazza del Viminale, junto al Teatro de la Ópera de Roma al Ristorante Strega, famoso por ser punto de reunión de bailarines y cantantes y por la calidad de sus pizzas artesanas, sus arroces y su famoso tiramisú con fórmula secreta.

Si aparcamos los instrumentos tradicionales y nos tiramos a la electrónica y al hedonismo de la pista de baile, Berlín sigue siendo en eso la capital del mundo. Son parada obligatoria los clubes Berghain —el gran templo de techno donde habitualmente pincha Marcel Dettman y donde, si uno consigue que los porteros le dejen entrar, casi todo está permitido—, el Watergate con sus vistas al río o el Visionaire, una especie chirinuito al aire libre. A todo el hipsterismo de esos tres clubes, es fácil encontrárselo comiendo luego en el Kreuzberg Markthalle IX, un mercado tracicional que los jueves se convierte en un sitio perfecto para cenar.

A unos 80 minutos en coche, en la pequeña isla de Ferropolis (Gräfenhainichen), se puede ir también este fin de semana (19,20 y 21 de julio) al festival Melt! El evento se celebra en una antigua y espectacular mina y pese a su idea original de mezclar rock y electrónica, se ha decantando con los años hacia el sonido sintético. Es una oportunidad para ver a Atoms for Peace, el nuevo grupo de Thom Yorke (líder de Radiohead) con su productor Nigel Godrich, a los alemanes Diamond Version con su brutal sonido matemático o a los suecos The Knife con su último disco.

Melt es grande, pero ni de lejos es Sziget, la bestia húngara por donde pasan cada año unas 400.000 personas y que celebra su 21ª edición. Como su nombre indica, se celebra en una isla en Budapest y se trata de un enorme cajón de sastre en el que caben los resurgidos Blur, el animal salvaje de Nick Cave o el bellezón de Nina Kraviz detrás de los platos.

Todas estas rutas se entrecruzan en el mapa y el calendario. Solo comparten esa maravillosa liturgia que siempre circunda a la música y que debería evitar los encasillamientos absurdos. Si pueden, combinen una rave con una buena ópera. No les hará daño.

Reportaje elaborado con información de J. Á. Vela del Campo, Roger Salas y Yahvé M. de la Cavada.

Comer y beber alrededor de la música

Salzburgo. El Mithridat es el restaurante de temporada (pop-up restaurant) que regenta el chef Stefan Brandtner. Magazine es un local perfecto para tomar luego una copa y charlar en su gran mesa.

Berlín. El Kreuzberg Markthalle IX, un mercado tracicional que los jueves se convierte en un sitio perfecto para cenar y ver el defile hipster que luego encontraremos en los clubes de elctrónica. Buck and Breck, en Mitte, es una coctelería ultra secreta que abre a partir de las nueve de la noche y en la que solo caben unas diez personas. Hay que llamar a la puerta, si hay suerte y sitio, se podrá entrar. Los cócteles son excelentes y el sistema de etiquetaje de las botellas, todo un invento.

Lucerna. En la casa de comidas Galliker, fundada en 1856, hay que dejarse llevar por sus contundentes guisos. Si nos fiamos del paladar de los músicos Abbado, Pollini o Muti, el lugar para cenar tiene que ser el napolitano Padrino.

Lisboa. Siguiendo la estela del festival Jazz Em Agosto, el Ateneu Café es un buen sitio para comer con ambiente de jazz. Para tomar una copa, el Hot Club es uno de los antros del género más antiguos.

Roma. El Ristorante Strega es famoso por ser punto de reunión de bailarines y cantantes y por la calidad de sus pizzas artesanas, sus arroces y su famoso tiramisú con fórmula secreta.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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