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FERIA DE SAN FERMÍN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un festejo de verbena

Lo único serio de la corrida fue la tremenda paliza que recibió Fandiño cuando trataba de rematar varios molinetes

Antonio Lorca
Ivan Fandiño, arrollado por su segundo toro.
Ivan Fandiño, arrollado por su segundo toro.Luis Azanza

Lo único serio de la corrida fue la tremenda paliza que recibió Fandiño cuando trataba de rematar varios molinetes de la que salió con la mirada perdida y milagrosamente ileso. El resto fue una verbena vergonzosa. Primero, la corrida de Torrestrella fue un atentado a la llamada Feria del Toro; animales inválidos, que evitaron el trabajo de los picadores, y de descastada nobleza. Y segundo, los trofeos. Las orejas que pasearon Francisco Marco y David Mora definen la categoría de una afición. Y la afición pamplonica —al menos, la que se sienta en los tendidos— es verbenera. En cualquier plaza medianamente seria no dan ni la vuelta al ruedo.

Pero así está la Fiesta, por los suelos. Porque una cosa es la juerga, y otra muy distinta el toreo. Y ninguno de los dos hizo méritos para pasear ningún trofeo.

TORRESTRELLA / MARCO, FANDIÑO, MORA

Toros de Torrestrella, bien presentados, inválidos, mansos y descastados; nobles tercero, cuarto y sexto.

Francisco Marco: bajonazo (palmas); estocada tendida (oreja).

Iván Fandiño: gran estocada (ovación; estocada tendida y un descabello (ovación).

David Mora: bajonazo (oreja); estocada (oreja). Salió a hombros.

Plaza de Pamplona, 11 de julio. Quinta corrida de feria. Lleno.

El caso de David Mora, por ejemplo, es llamativo. Se le debe reconocer su actitud y su entrega con el capote. Se esfuerza a la verónica y algún lance lo traza con gusto, y no perdona un quite, pero con la muleta en las manos es, probablemente, uno de los toreros más ventajistas de la actualidad. No se cruza nunca en la cara del toro, cita siempre al hilo del pitón y los muletazos surgen despegados, todos en línea recta y sin hondura alguna. No dice nada. Es afanoso y dispuesto, pero toda su labor fue de una superficialidad preocupante. A su primero lo mató de un bajonazo de esos que se notan a leguas, lo que importó poco al sol —que tiene la vista nublada— y a la sombra —tan callada, como igualmente festivalera—.

Si ese primer toro suyo se dejó torear, mucho más colaboró el sexto, al que hizo una faena larguísima —síntoma evidente de que aquello carecía de gracia—, y cuanto más embestía el animal más aburrimiento desprendía el torero. Total, que se lo llevaron a hombros entre la algarabía general. Pues, muy bien.

El caso de Francisco Marco es distinto; torea muy poco; era esta su primera corrida del año, estaba entre sus amigos y paisanos porque nació en Estella, y, bueno, le concedieron una oreja cariñosa por si le sirve para continuar adelante. No se le pueden negar su vocación y sus ganas; pero se le nota en exceso que toca pocos pitones y su toreo es epidérmico.

Y el susto gordo de la tarde se lo llevó Fandiño, que reaparecía en plaza de primera después de la cogida de San Isidro. Mató de una gran estocada a su primero, que le ofreció pocas opciones, y cuando intentaban animar a las peñas con unos molinetes en el quinto, el toro lo enganchó por la chaquetilla, lo buscó con saña en el suelo y lo pateó. Un milagro fue que la tarde no se tornara en desgracia.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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