Crímenes de cuello blanco en la Semana Negra de Gijón
El festival literario arranca hoy con un programa ambicioso y lleno de grandes autores El certamen sigue adelante pese a la disminución de la aportación pública
Resistir es vencer, dice el viejo lema y eso es lo que ha hecho la Semana Negra, que vuelve este año a Gijón como cada julio desde este viernes y hasta el domingo 14 con un programa heterogéneo, ambicioso y variopinto y tan cargado de grandes autores y crítica social como en otras ocasiones. Un programa lleno de exposiciones, encuentros y, sobre todo, más de 100 escritores presentes en una cita imprescindible que se centra este año, inevitablemente, en la corrupción y el crimen de cuello blanco que llega desde la parte de la sociedad que más reivindica para sí la honorabilidad perdida.
En un país en el que, por citar algunos ejemplos, el jefe de la patronal, algunos de los principales banqueros y el extesorero del partido en el Gobierno están imputados cuando no en la cárcel, la apuesta era inevitable. Además, si la novela negra tiene una virtud es la de enfrentarse de cara a los problemas de la sociedad, levantar las tapas de las alcantarillas, sacar a la luz la miseria moral. No en vano el género contemporáneo, la novela negra tal y como la conocemos, nace y se desarrolla con los grandes maestros clásicos en torno a la Gran Depresión y sus destructoras consecuencias sociales en EE UU. La crisis actual da el marco perfecto. No es la primera vez que un certamen de ficción criminal se centra en la corrupción. Ya lo hizo Barcelona Negra en 2008 y especialmente en la edición de este pasado febrero. La mesa de debate sobre los amantes con corbata del delito fue un éxito sin precedentes. ¿Por qué? “Demos las gracias a Bárcenas” nos explica Paco Camarasa, librero y organizador del evento y que estará el sábado en Gijón presentando al escritor griego Petros Markaris, el autor que disecciona en sus novelas protagonizadas por el comisario Kostas Jaritos los males de un país, Grecia, paradigma de la corrupción política y financiera y de los efectos de los abusos de unos pocos, una nación en plena descomposición financiera y social.
La lista de autores es enorme, militante y muy orientada al tema en cuestión. Quédense con algunos ejemplos: Cristina Fallarás, que relata en A la puta calle el desahucio que ha vivido en sus propias carnes y que ganó en 2012 el premio Hammett que otorga cada año la organización; Frank Thilliez, uno de los reyes del thriller en Francia, autor de Gataca (Alfaguara) y habilidoso mezclador del espectáculo con la preocupación social; Leonardo Padura, escritor cubano creador de ese maravilloso policía y después librero llamado Mario Conde, que vivió el éxito de crítica y público con El hombre que amaba a los perros (toda su obra editada en España en Tusquets), una pequeña joya sobre el asesinato de Trotski y que será presentado por el líder sindical Ignacio Fernández Toxo el día 8. Padura cuenta a EL PAÍS por qué esa relación tan fuerte entre la novela negra y la crítica social: “El género tiene una especial capacidad para asomarse a los conflictos de una sociedad, y con una forma narrativa de probadísima eficacia, hacer una radiografía de una determinada sociedad y revelar críticamente sus peores (o cuando menos sus más lamentables) comportamientos, en cualquier terreno del entramado social”.
Andreu Martín, que ha publicado este año Sociedad Negra (RBA) nos habla de la relación entre la ficción criminal y la crítica social: “Si la llamamos novela policíaca, observaremos que tiene la misma raíz que política, porque las dos hablan de la polis, de la ciudad y los ciudadanos, de la administración de algo que nos afecta personalmente a todos y cada uno, que es la justicia, o sea la seguridad personal, el miedo, la protección de lo nuestro y de los nuestros. Es imposible escribir o leer novela policíaca sin adquirir conciencia de todo ello y, por tanto, no se me ocurre otro género que sea más útil para analizar y detectar los fallos del sistema. La novela policíaca es una novela eminentemente moral, en que la bondad y la maldad son estudiadas con lupa”.
“No sé si el género es principalmente denuncia social, pero sí es esencial en él su examen y reflexión sobre el poder”, asegura Ángel de la Calle, responsable de la programación del festival.
Puede haber excesos buscando el lector fácil o la presencia en un mundo editorial darwiniano. El escritor Tony Hill avisa: “S i la novela es buena, estos elementos de crítica deberían quedar bien envueltos en una trama que lleve al lector a sacar sus propias conclusiones. En los tiempos que corren, o se profundiza en la reflexión de esa crítica (intentando ir más allá de lo evidente) o acabaremos ofreciendo panfletos con banqueros malvados, políticos corruptos...”
José San Clemente, periodista, editor y escritor, que acaba de publicar No es lo que parece (Roca) apunta en este mismo sentido. “No sé si es el mejor género para detectar los fallos del sistema, pero sí el que contiene elementos que favorecen la crítica al funcionamiento del establishment. La corrupción política, los chantajes y sobornos financieros de empresarios e instituciones hacen chirriar las bisagras de las puertas de la justicia cuando se abren en una novela negra”.
Dentro de esta apuesta, el jueves 11 tendrá lugar un original encuentro bajo el título España Corruption. En él, José Luis Trapero, comisario jefe de los Mossos d’Esquadra y responsable de la división de investigación criminal de la policía autonómica de Cataluña y el magistrado experto en blanqueo de capitales Daniel de Alfonso, director de la oficina antifraude de Cataluña, hablarán de novela negra, robos, crímenes y saqueos (criminales, políticos o financieros) con los autores Juan Madrid (un clásico negro español, lleno de crítica y acidez) y Carles Quílez, que opta además al premio Hammett por su obra Cerdos y Gallinas (Al Reves).
Hay más. “Todos los grandes nombres de la literatura negra española han sacado todos novela. El género está vivo y retornan los viejos dioses con la misma fuerza. Y estarán todos en Gijón: Juan Madrid, Andreu Martín, Francisco González Ledesma, Alicia Giménez Barlett... Y se mezclan con las voces nuevas (Dolores Redondo, Toni Hill) y con la aportación de la perspectiva latinoamericana (Guillermo Saccomanno, Carlos Salem y otros)”, explica De la Calle.
La vertiente crítica y activista de la Semana Negra no se quedará ahí. Los escritores de la RDA o el movimiento sindicalista durante el franquismo son otros de los temas a tratar. Destaca el homenaje a Chile ahora que en septiembre se cumplen 40 años del Golpe de Estado de Pinochet. “La ideología que gana en 1973 es la que domina el mundo en estos momentos y la denuncia social en estos momentos”, señala De la Calle. El acto central de este homenaje será una mesa redonda, el jueves 11 con Antonio Skármeta, Alicia Giménez Bartlett, Paco I. Taibo, William Gordon, y Luis Sepúlveda.
“Hemos sobrevivido haciendo magia en un momento en el que se recorta en todo. Creo que la aportación pública no llega al 20% así que estamos aquí en parte gracias a la colaboración de autores y editoriales”, comenta Ángel de la Calle. La actualidad ha dado el impulso final al género negro, en plena forma. Durante 11 días pasarán por Gijón más de un millón de visitantes, según la organización, para ver a más de 250 invitados. “Hace 23 años”, recuerda con sorna De la Calle, “alguien a quien no quiero calificar de periodista escribió en la Hoja del lunes que no tenía sentido hacer un festival sobre un género que estaba muerto”. La Semana Negra abrió la vía para otros festivales, creó un espacio para el género y dio vida al verano gijonés. Hoy, como a la ficción criminal, le espera un futuro negro pero abierto. Resistir es vencer.
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