Alta costura para el nuevo mundo
Karl Lagerfeld celebra 30 años al frente de Chanel sin una gota de nostalgia Giambattista Valli presenta una colección que ensalza la tradición europea
La geopolítica no es la más obvia de las inspiraciones para la alta costura, pero en la segunda jornada de las cuatro que componen el calendario para otoño/invierno 2013, está claro que los diseñadores de moda no son inmunes a los cambios que hoy ocurren en el planeta. Si Dior trajo a París el lunes a cuatro de los cinco continentes para repensar qué es la alta costura, Chanel utilizó ayer su desfile para reflexionar sobre el movimiento en el que estamos inmersos y que nos traslada de un viejo mundo a uno nuevo.
El telón de Chanel se abría en un teatro en ruinas, reconstruido con una precisión asombrosa en el interior del Grand Palais, para mostrar un perfil urbano futurista. No correspondía a ninguna ciudad concreta —acaso para no herir susceptibilidades en el viejo mundo— y era una mezcla de edificios de cinco grandes ciudades, entre ellas Dubái o Singapur, que dibujaban un símbolo de la civilización que vendrá. Esa misma idea de un mundo que emerge y otro que se hunde se trasladaba a la colección. Basada en las superposiciones y en la combinación de túnicas, vestidos y chaquetas, contraponía el tweed tradicional con bordados geométricos en tres dimensiones que parecían un eco de la arquitectura de esa ciudad del futuro. Las chaquetas, con múltiples formas, se llevaban sobre una doble minifalda y con altísimas botas ajustadas a la pierna como un calcetín.
El diseñador Karl Lagerfeld cumple este año 30 al frente de Chanel y parece querer celebrarlo sin una gota de nostalgia. Mirando, como defiende con vehemencia, siempre hacia adelante. De hecho, en la constante dialéctica entre su propio estilo y el de Coco Chanel, esta temporada gana su gusto, que es germánico y un tanto severo. La colección está recorrida por guiños a su propio vocabulario, desde las chaquetas con hombros puntiagudos hasta los gruesos cinturones que puntúan todas las siluetas.
La aguerrida mujer del nuevo mundo de Chanel contrasta con la dulce defensa de la tradición europea de la de Giambattista Valli. El italiano ensalzó el lunes la belleza de cuatro tipos de porcelana al articular sobre ellos su quinta colección de alta costura. La italiana Capodimonte inspira juegos florales de blanco sobre blanco, la británica Wedgwood trae la tinta azul y la francesa Sèvres, el rojo. El cierre es la alemana Meissen, con cascadas de flores multicolores. Las faldas cortas o transparentes descubren las piernas en una colección que entrega a las clientas de Valli la clase de hipnótico perfume floral que estas esperan del italiano.
Pero a veces está bien romper con las expectativas. El estilo de Giorgio Armani, que nació masculino, pragmático y funcional en 1974, lleva ocho años traduciéndose al idioma de la alta costura. Encaje, crinolina y lencería erótica no son lo que uno espera de Armani. Pero ayer fueron la materia principal de una colección de sexo y título explícito: Nude (desnudo, en inglés). En trémulos rosas y grises y con algún apunte de negro, los vestidos apelaban a una clase de elegancia hollywoodiense que parece haberse perdido. Como si el rubor de sus mejillas se contagiase a la tela, las modelos recordaban a Daisy Buchanan, de El gran Gatsby. La sastrería de Armani no desaparece, pero cede espacio a boleros de cristal y perlas, abrigos de plumas de avestruz rosa y pijamas decadentes. El diseñador eligió a mujeres muy pálidas para desfilar de forma que la piel y la ropa se fundieran. No hubiera estado de más plantear el efecto también con tonos más oscuros. Por sensibilidad y también por realismo. Seguramente, no todas las clientas de Armani Privé tienen la piel color perla.
En París se habla mucho estos días de relevos. De economías y clientes, pero también creadores. Hay un reemplazo generacional forzoso, ya que los costureros de la era dorada están desapareciendo. Uno de los últimos, Jean-Louis Scherrer, que falleció la semana pasada. El diseñador, coetáneo de Yves Saint Laurent, se retiró de su propia firma en 1992 y esta continuó algún tiempo en manos de otros diseñadores. Entre ellos, el francés Stéphane Rolland que pasó diez años en la casa y en 2007 se estableció por su cuenta como firma de alta costura. Su colección de otoño/invierno 2013 podría definirse como de un minimalismo grandilocuente y tiene un marcado carácter español. El bailarín Rafael Amargo actuó durante la presentación, que abrió y cerró la modelo Nieves Álvarez, y la ropa bebe de las pinturas de Velázquez. Es una de las caras renovadas de un viejo oficio que pelea por no desaparecer en el nuevo mundo que emerge.
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