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Thelonious Monk a ritmo de rumba y guaguancó

El pianista Pepe Rivero sumerge al precursor del ‘be-bop’ en un baño de son en un disco doble

El pianista Pepe Rivero, en Madrid.
El pianista Pepe Rivero, en Madrid.kike para

En la tierra donde nació el pianista Pepe Rivero hay un coro muy popular que dice: “En Manzanillo se baila el son / en calzoncillos y en camisón”. Las orquestas del oriente de Cuba suelen meter el estribillo en cualquiera de sus canciones, pues Manzanillo es cuna de la vieja trova y de legendarios soneros, incluidos algunos de la familia de Rivero, de ahí que lo normal hubiera sido que Pepe siguiera el camino de la tradición. Pero no.

Desde niño lo que le llamaba la atención era cuando su padre se ponía a improvisar en el saxo sobre algunos solos de Paquito D’Rivera en la época de Irakere, el mítico grupo de Chucho Valdés —fundado en 1973— que influenció todo un momento de la música cubana y que a él le abrió los ojos al jazz mientras estudiaba piano en el conservatorio.

Pero de ahí a rendirle tributo a Thelonious Monk con un disco doble y a ritmo de rumba, el paseo fue largo.

La historia de Monk and the cuban rumba, grabado con una big band de 14 músicos en Estudios Casa Limón de Madrid, y de su alter ego The Homage to Monk, en formato de cuarteto, viene de un día en que Rivero iba en el coche medio despistado y como siempre les puso música a sus hijos. “Coño, qué buena está esta rumba”, se dijo, y de pronto cayó en la cuenta de que lo que estaba escuchando era Evidence, de Thelonious Monk, uno de sus pianistas de cabecera.

En 2010 había hecho Los boleros de Chopin, un disco muy importante en su carrera en el que trasladó al lenguaje del jazz los valses, preludios y nocturnos del pianista y compositor polaco, convirtiendo su espíritu romántico en boleros, sones, chachachás y otros coloridos ritmos cubanos.

“Quería hacer algo totalmente distinto y a Monk le tenía muchas ganas”, cuenta, tras explicar que al imaginarse “en clave de rumba” la música de uno de los pianistas iniciadores del be-bop surgió el proyecto “de modo natural”. Ya en Los boleros de Chopin Rivero incluyó como bonus track el tema Zazaúma/I mean you, un homenaje conjunto a Monk y al pianista cubano Frank Emilio Flyn, uno de los pioneros en vincular los ritmos cubanos al jazz. “Y aquel intercambio funcionó”.

Kila, Kila, la pieza que abre el disco de homenaje con el cuarteto, comienza con unos tambores batá que son toda una declaración de principios de este álbum, que es el origen del proyecto mayor con la big band y representa la visión de Rivero del piano mágico de Monk y su influencia, retroalimentada con el tumbao cubano.

Monk and the cuban rumba es otra cosa. Por supuesto está Evidence al compás de la rumba, pero también Off minor, a piano solo, que es un son. O Green Chimneys, que lleva dentro el ritmo del danzonete, y Nutty, donde aparece la clave y el guaguancó. “Yo vuelo con Monk… Toda su música tiene veneno”, afirma Rivero, que lleva ya 15 años en España y durante mucho tiempo ha compaginado jazz con son —hizo tres discos con Celia Cruz, uno de ellos ganador de un premio Grammy—.

Otros artistas latinos como Tito Puente, Danilo Pérez o Jerry González han trasladado a su tierra a Thelonious, pero Rivero carga con él hasta Manzanillo. “Con la armonía de Monk ocurre algo muy especial: te lo llevas a la música cubana y siempre entra bien. Es que detrás de su ritmo está África”.

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