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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pisar

La reforma educativa en España, otra vuelta de tuerca llevada a cabo sin el consenso necesario, es justificada constantemente por los malos resultados del informe Pisa

David Trueba
Jornada de huelga en educación.
Jornada de huelga en educación.ULY MARTÍN

La reforma educativa en España, otra vuelta de tuerca llevada a cabo sin el consenso necesario y el esfuerzo de integración más recomendable, es justificada constantemente por los malos resultados del informe Pisa. No hay aparición mediática de los responsables educativos donde no se arranque el discurso aduciendo que los malos resultados del informe Pisa obligaban a una reforma radical. Y puede que hasta sea cierto, pero de ahí nace también una manipulación tan grosera que llama la atención. Porque el informe Pisa en ningún lado propone que para mejorar el rendimiento escolar sea imprescindible imponer la asignatura de Religión católica. Tampoco propone que se reduzcan las plantillas de profesores y se les aumenten las horas de trabajo. Que se desconvoquen oposiciones y se prescinda de los interinos. Que se supriman los programas de apoyo, las salidas culturales, las competiciones deportivas, las ofertas extraescolares. Que se cobre por utilizar los comedores.

Tampoco en el informe Pisa encontramos una insistencia radical en seguir subvencionando colegios que segregan por sexo, ni en incorporar los criterios neoliberales a los resultados escolares, basados tan solo en la medición de conocimientos, sin tener en cuenta el contexto social ni la labor de integración social, que la educación en España ha ejercido en sus mejores años de democracia. El informe Pisa no puede ser la excusa para pisotear a los profesionales y prolongar la humillación que ahora sufre la Universidad a los ciclos primarios. Nadie duda que las reformas son urgentes y vitales para el sistema, pero lo que hace sospechar es el sesgo, la incapacidad negociadora y la ausencia de recursos para mejorar las condiciones de trabajo. La educación nace antes de la escuela, en el seno familiar, y se prolonga en la vida social. La carencia de futuro profesional, el abandono cultural y científico, la nula capacidad de los gobernantes para crear un espacio de progreso y motivación dejan al sistema educativo obligado a proponer una ficción angélica a los muchachos. Y así, la reforma educativa suena tan interesada como si tras los penosos resultados en el festival de Eurovisión, los gobernantes decidieran que en los conservatorios de música se impusiera rezar el Padrenuestro en lugar de mejorar la enseñanza del solfeo.

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