_
_
_
_

Thatcher, de la hagiografía al monstruo

Las medidas de la ex primera ministra sacaron el mejor cine de Ken Loach Meryl Streep ganó el Oscar con su encarnación en 'La dama de hierro'

Gregorio Belinchón
Meryl Streep, como Margaret Thatcher en 'La dama de hierro'
Meryl Streep, como Margaret Thatcher en 'La dama de hierro'

El monstruo tenía muchas cabezas, decían unos. El personaje no era simple, responden otros. La dama de hierro marcó, probablemente a su pesar, toda una época del cine. Y hoy Ken Loach puede que reconozca que su mejor cine es el que hizo contra ella. Ese debería ser el recuerdo que quede de Thatcher en el cine. Ese, y el guiño de aquel primer ministro enamorado encarnado por Hugh Grant que tras salir su asistente de su despacho mira compungido un retrato de su predecesora y le suelta: "¿Tuviste problemas como estos? Seguro que sí, descarada". No será así, porque el trabajo de Meryl Streep en La dama de hierro quedará como el recuerdo, uno dulce, de anciana en el invierno de su vida en el imaginario de los espectadores.

La dama de hierro es la deliciosa hagiografía hecha con muy poco dinero, con aroma a telefilme barato, que solo destacaba por el esfuerzo de Meryl Streep (obligatorio verla en versión original) y su maquillaje: ambos lograron el Oscar. El resto se deshacía como un azucarillo en el té de las cinco, un tópico tan británico como el que dibujaba Phyllida Lloyd, que venía de dirigir a Streep en Mamma mía! y no fue capaz de sacudirse el sabor meloso del musical. Los saltos adelante y atrás del guion, entre una anciana que habla con el fantasma de su esposo, y sus años de inicio en la política, donde era mirada como una advenediza, hurtan los tiempos de sus decisiones controvertidas al mando del Reino Unido. Y eso es no contar al personaje.

Por suerte, Ken Loach estaba allí. En su documental The spirit of 45, que se estrenó en el Reino Unido no hace ni tres semanas, Loach cuenta cómo en la posguerra se mejoró la vida a la clase baja, se creó el sistema público de salud, la educación creció en calidad, se afianzó la calidad de los ferrocarriles... Todo eso que tres décadas más tarde Thatcher arrasó. Loach ilustró este derrumbe con Riff-raff, Lloviendo piedras, Ladybird ladybird o Mi nombre es Joe. No porque existiera Thatccher existe Loach, pero desde luego Loach encontró su gigante a derribar.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_