Todos quieren ser cocineros
TVE finaliza las pruebas masivas de aficionados para el concurso de talentos culinarios 'Master chef'
"¡Que vengan empresarios de hostelería a vernos. Si necesitan cocineros, es un momento ideal para encontrar gente, que muchos estamos en paro!". Quien esto dice es Tante Blanco, un exminero asturiano que, además de una pasión musical (toda en una banda) tiene una irresistible inclinación por los fogones. Y como él, unas 9.000 personas más. La marea humana que en España aspira a concursar en Master chef, el programa para talentos culinarios no profesionales que triunfa en más de un centenar de países y que TVE ofrecerá en bandeja como un ingrediente más del menú catódico de cocina espectáculo.
Contento debe andar el famoso telechef Gordon Ramsay de que sus formatos de shows de cocina arrasen casi a la vez en las pantallas españolas. Tras la adaptación de Pesadilla en la cocina (con Alberto Chicote en plan azote de las cocinas cutres), llega —TVE asegura que en abril— Master chef y se avecina -La Sexta anda en ello- otra competición entre fogones, Top chef.
A tenor de los multitudinarios castings de Master Chef todo el mundo quiere ser cocinero. "Lo de comer todavía es un negocio", exclaman los esforzados candidatos a la fama televisiva. Y están dispuestos a cambiar de vida para conseguir su objetivo. Amas de casa, médicos, abogados, jubilados, ingenieros, estudiantes, diseñadores, administrativos, periodistas, profesores, camareros en paro, hasta el alcalde de un pueblo. También se ha presentado un invidente ("en el último Master chef de EE UU ganó una chica ciega", le anima otro concursante).
"Nos ha llegado gente de todos los estratos sociales y de todas las edades, el más joven de 18 años el más mayor, de 78. Y más hombres (un 60%) que mujeres", cuentan en Shine Iberia, la productora de Master chef y rama española de una exitosa fábrica de formatos del imperio Murdoch. Shine Iberia (responsable de 'Baby boom') también adaptará para TVE un docu-reality, Service with a smile, que seguro exprimirá en las redes sociales como Master chef, que aún no ha empezado en la televisión y en el resto de las mini pantallas por Internet está hirviendo.
El fuego del nuevo concurso se encendió hace poco más de un mes, con pruebas multitudinarias en Bilbao, Barcelona, Málaga, Valencia y Madrid, hasta llegar a otra no menos masiva prueba este domingo en la madrileña Plaza de Oriente, frente al Palacio Real. Los 453 preseleccionados emplataron allí sus propuestas ya precocinadas (transportadas en cestas y bolsas de deporte). Tenían 20 minutos para su exhibición (a algunos le sobró la mitad del tiempo) y otros apuraron hasta el último segundo hasta ser examinados por los 30 catadores profesionales, quienes entregaron a los aprobados 40 cucharas gigantes de madera que les acredita como finalistas, informa Rosario G. Gómez.
Si en un hotel madrileño los posibles talentos teleculinarios se quejaban de que se les enfriaban o chafaban las viandas bajando escaleras o recorriendo pasillos antes de llegar ante los juzgadores de sus platos, la temperatura ambiental del plató urbano al aire libre tampoco era un acicate, pero su ánimo no decaía: ataviados con delantales o incluso gorros de chef, sudaban emocionados. Es lo que tiene el espectáculo... Y además les viene bien el entrenamiento en condiciones peculiares, porque el programa no solo se hará en estudio, la productora prevé "escenarios espectaculares en condiciones extremas".
Sólo 15 personas serán los aspirantes a lucirse como Master chefs, pero todos los candidatos confían en sus posibilidades. A algunos les han hecho incluso pruebas de cámara, pero se van a casa con el misterio de si entrarán o no en el plató de TVE. "Mis amigas me dicen que cocino de maravilla, que por qué no pongo un restaurante", dice la joven Olaya Suárez de Vigo, que preparó en una cocina portátil una lubina salvaje pescada por su madre. Al también gallego José María Tudela (un médico de familia de atuendo gótico) su novia le ha convencido para triunfar con una delicatessen de alubias, verlos y trigo sarraceno. El profesor extremeño de seguridad vial Santiago Rodríguez sorprende con una versión del 'convivium' romano con jamón y salmón. La burgalesa Raquel González (jaleada por sus amigas) traza un postre de fruta de la pasión imitando los dulces de elBulli. La vasca Nati Sánchez, que quiere poner un bar de tapas en Nueva Zelanda, muestra otro juego dulce, y la interiorista de Albacete Tamara Losada convierte un menú en una caja de bombones a lo Forrest Gump. El conductor madrileño José Luis López casi quema el recinto con las llamaradas para glasear una oreja de cerdo y el salmantino conductor de ambulancias (cuyos colegas comen ávidos lo que hace), Javier Garrido, prepara un plato de Cuaresma.
Y para que luego digan que la vanguardia culinaria española no deja huella en las casas y en la actitud de los aprendices de cocineros. Sopletes, sifones, moldes de silicona, esferificaciones, platos de diseño, papeles comestibles y toques de humo al láser (como Alfredo, un ingeniero industrial de Guadalajara que presume de hacer "cocina 3.0). Neveras, instrumental de todo tipo y hasta microondas o infiernillos les caben en las maletas que llevan al casting. Mientras les llega el turno de ser juzgados, intercambian tarjetas, móviles, fotos de platos y trucos de recetas. Algunos se cabrean porque se tira la comida que sobra de las pruebas, otros se las llevan o las ofrecen al equipo televisivo, que como ellos, aguantan jornadas de diez de la mañana a diez de la noche.
Todo esfuerzo es poco, dicen, para llegar al momento en que sus habilidades culinarias sean valoradas por Jordi Cruz, Pepe Rodríguez Rey y Samanta Vallejo-Nagera, el "implacable jurado" -avisa TVE- que les examinará en el programa, conducido por Eva González.
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