Arco calienta motores para encarar su cita más difícil
La feria, abierta desde hoy para profesionales, ultima sus preparativos entre malos augurios
El rítmico tableteo de los taladros, los desgarros de la cinta adhesiva y el dingdong de la megafonía que escupe consejos para el marchante ha puesto esta tarde la sinfonía a los últimos preparativos de Arco, feria madrileña de arte contemporáneo que mañana abre sus puertas a los profesionales y el viernes al público general.
Primeros impactos observados en la toma de contacto inaugural entre la nómina de las 201 galerías participantes: el ruego de la mexicana Teresa Margolles y su pieza inspirada en la narcoviolencia Ya basta hijos de puta, el blanco nuclear que Rogelio López Cuenca propone como “obra de arte en la era del copyright”, la carnicería de la galería Honor Fraser forrada de páginas de EL PAÍS (papeles de Bárcenas incluidos) o una instalación de Juan Muñoz de 1989 consistente en una ratonera excavada en la pared y titulada Esperando a Tom (y Jerry, claro) y que ocupa todo el espacio de la italiana Fagionato.
Las tempranas sensaciones transmiten la idea de una feria a escala reducida. Y no hablamos precisamente del espacio que ocupan los estands, que sigue siendo, como en años anteriores, dos pabellones, pese a que las galerías se han ahorrado metros de alquiler (la impresión, si se efectuase una foto aérea, sería la de un laberinto oculto de vacíos entre el pladur de los espacios expositivos). Es también el precio de las obras a la venta. En el tradicional listado de las cuantías más elevadas de la cita, que puntualmente suelen facilitar sus responsables, una pieza de Ilya y Emilia Kabakov se lleva la palma este año con medio millón de euros (Ivorypress). Hace no tanto, poco antes de la crisis, eso sí, un bacon se llevó los titulares al superar los 20 millones.
Todo lo cual tiene que ver, sin duda, con los malos augurios económicos y con la subida del IVA (del 18 al 21% en el caso de los galeristas; del 8% al 21% en el de los artistas). De ella se quejaban amargamente ayer los primeros… españoles. Los extranjeros (un 60% del total), además de traerse sus apuestas para Arco, han viajado a Madrid con sus respectivos tipos impositivos para las transacciones.
Al mal tiempo reinante, los organizadores oponen la buena cara de haberse trabajado el difícil mundo de los coleccionistas (se ha invitado a 250 internacionales, se asegura desde Arco). Y el equipo gestor parece también haber hecho un esfuerzo de seducción por abajo. Hay una sección de venta online de arte con obras que no deben superar los 5000 euros. Aunque Casa Sin Fin, galería con sede en Cáceres y Madrid, será muy probablemente la que se lleve la palma en la carrera de las oportunidades. Ofrece una obra del sevillano Pedro G. Romero: una moneda salida de una máquina que mezcla a la virgen de la Macarena con Georges Bataille. Precio: 1,05 euros.
Babelia
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